
Los narco guerrilleros acuñan su condición de terroristas. Negados al diálogo, a la confrontación de ideas y a la democracia, asumen la rabia intolerante propia de las izquierdas extremistas latinoamericanas, matando inocentes y sembrando el terror aprendido de sus ilustres apellidos, Castro, Stalin, Mao.
Por el ajusticiamiento de Raúl Reyes, ahora le entregan a Colombia la muerte de tres indigentes que dormían en la zona atacada y de una mujer que transitaba por el lugar. Otros 26 civiles resultaron heridos. La gente se debate entre la rabia y el dolor. Esa es la promesa patriótica de las FARC, la reincidencia de su conducta histórica impuesta a tiros, bombas y masacres.
La columna ‘Manuel Cepeda Vargas'' de las FARC, liderada por Carlos Hernán Zapata, alias "Narices'', realizó el atentado, que tenía como objetivo el Palacio de Justicia de Cali donde se procesan importantes casos judiciales contra delincuentes comunes, paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes.

Es el consuelo de los cobardes que aplauden presidentes suramericanos de complicidad criminal y testaferros a lo largo del continente, como el conde frustrado que padecemos en República Dominicana.
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