Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



jueves, diciembre 27, 2007

Rehenes colombianos: Carta de triunfo en manos chavistas


Todo va a llegar a buen final. Tres rehenes de las FARC colombiana respirarán la libertad que los pone en brazos de su familia y de Colombia. Ha sido una determinación unilateral de la narcoguerrilla alentada por las negociaciones del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a la que respondió el gobierno colombiano con una aprobación inmediata.
Es el final del primer capítulo de una historia de amores y odios entre Caracas y Bogotá, con la interferencia anonadada de Francia y otras naciones implicadas en el proceso de paz.
La liberación es un resultado feliz. No hay dudas. Pero tras bambalinas se presumen oscuros intereses políticos.
El presidente de Venezuela ha transitado un camino de dificultades en los últimos meses. Su popularidad ha bajado considerablemente dentro de su país y su imagen internacional a dado un giro sustancial.
Tras los acontecimientos en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, donde Chávez se empecinó en una intolerante respuesta de imprudencia abismal, interrumpiendo el turno del mandatario español, José Luis Zapatero, y que incluyó la reclamación del Rey de España (“¿Por qué no se calla?”), el caudillo de Caracas comenzó una contienda unilateral contra los españoles de odio visceral, llena de epítetos y ofensas anti-históricas.
Después vino la avalancha de improperios contra el presidente colombiano Alvaro Uribe cuando este suspendió las negociaciones porque Chávez había establecido comunicaciones y pretendido dar ordenes a altos mandos del ejército colombiano con la finalidad de que despejaran la zona y facilitar así el movimiento de “Tirofijo” Marulanda, el comandante en jefe de las FARC. El resultado de tal incontinencia verbal chavista puso a Uribe en más del 80% de preferencia del electorado de Colombia.
El tercer traspié fue la derrota de Chávez en las urnas cuando pretendió que se aprobara una nueva constitución (que no “reforma”) que lo eternizaría en la presidencia y le allanaría el camino para instituir su proyecto “bolivariano”.
Finalmente, el ala chavista de la política actual latinoamericana, vive momento de tensión. Evo Morales ha logrado una Bolivia dividida; Ortega pierde terreno en Nicaragua; Raúl Castro no asintió complacido cuando Chávez, en la cumbre de Petrocaribe en Cienfuegos, al sureste de La Habana, insistió en un país único que reúna a Cuba y Venezuela.
Las cosas no están bien para el presidente venezolano. Las percepciones están cambiando en todo el mundo y su torpeza egocéntrica, la falta de instrucción, la brutalidad disfrazada se hacen indiscutibles poniendo en evidencia las verdaderas pretensiones totalitarias, militaristas y extraterritoriales de Hugo Chávez.
La liberación de los tres rehenes de las FARC es un golpe necesario a favor de su imagen deteriorada.
Le hacía falta un titular positivo. Es un problema de marketing político. Chávez necesitaba distraer al mundo y rescatar un poco el favor universal. Y esta era una maniobra perfecta.
La “extraña” determinación unilateral de las FARC de liberar a tres rehenes sin exigir intercambios ni condiciones, podría responder solamente, a un acuerdo entre Chávez y Marulanda con beneficios tras bambalinas. Ya se sabe que Venezuela es el paso más fácil y favorable de la droga colombiana hacia el Caribe, EEUU y Europa. Ya sabemos de la penetración de efectivos de las FARC en territorio fronterizo venezolano como parte de sus maniobras de impunidad. Ya sabemos de la entrada de armas y avituallamiento para las FARC a través de la frontera colombo-venezolana.
¿Cómo no se iba a merecer Chávez un espaldarazo de Tirofijo?
Y ahí está.
La rueda de prensa del presidente golpista de Caracas el día antes de las posibles liberaciones, evidenció (torpemente, como suele suceder con Chávez porque la habilidad y la inteligencia no se improvisan ni se decretan) el manejo político de la situación, el uso de la liberación para levantar su imagen benévola, apoyado por sectores colombiano que tienen su dosis de ganancias en esta maniobra y por la manipulación del dolor de los familiares de los secuestrados, que fueron usado con indelicadeza suprema, acorralándolos en un juego político cruel.
Saludemos la libertad que nuca se les debió quitar a esos rehenes y a todos los que siguen en manos de la narcoguerrilla, algunos con más de diez años, capturados a veces sin ton ni son, en aquellas “pescas milagrosas” que aterrorizaron las carreteras de Colombia.
La libertad de todos ellos, inmediata e incondicional, es la única justeza posible. Los 5 mil rehenes de las guerrillas colombianas no equivalen a la libertad de uno solo de los guerrilleros presos: Estos son criminales, terroristas y narcotraficantes; aquellos, víctimas de un abuso que ha hecho historia en la infamia universal.

viernes, diciembre 21, 2007

Del lobo, ni un pelo


Cuba es tierra de escritores. Dicen que es de cañeros, cuentistas y fumadores de habanos con tragos de ron añejo. Luego han dicho que de dignos revolucionarios y hombres del siglo XXI, pero resulta que ahora que estamos en el siglo XXI, cuando el mundo está lleno de hombres del siglo XXI, Cuba ostenta la mayor población sobreviviente de hombres del siglo XX.
Epítetos y leyendas nublan nuestra historia. Lo peor es que somos capaces de pararnos en cualquier podio universal y reafirmar nuestras mentiras heredada, no porque seamos mentirosos, que lo somos, sino porque nos hemos creído cuanto invento histórico nos metieron en la cabeza.
Es trágico, créanmelo bien. Es un dolor.
Pero de escritores sí es verdad. No podemos tapar con un chiste la literatura heredada desde Espejo de Paciencia (total, que el tipo no era ni cubano) hasta hoy…, quiero decir, hasta hace unos años atrás..., mejor dicho, hasta antes de que entráramos victoriosos a La Habana sobre un tanque de guerra (¿y cómo no nos dimos cuentas de esa anunicación?).
Pero veamos, en el XIX……Villaverde, Poveda, Heredia, Martí. En la primera mitad del XX desde Las impuras hasta Orígenes hay mucho que contar. Ahí entra lo más trascendental, lo que brilla aún cuando de letras cubanas se trata. La generación del 30, del 40, los “origenistas” y la generación del 50, que aunque publicaran aún en los 60 y en los 70 y en los 90, son la generación del 50.
Ahora, de los 60 para acá somos verdaderas hordas de escritores a lo largo y ancho de la isla para los que ya no se ajustan las generaciones, ni los años, ni tan siquiera los meses, es que cada semana se suman cien más.
Es la cultura de la revolución.
Una sentencia filosófica de factura popular (somos otro de los paraísos del proletariado) asegura que en Cuba “tú haces como que trabajas y ellos hacen como que te pagan” basada en el valor real de ambas cosas. Nada se escapa a semejante sabiduría.
Para buscarse la vida, fabricar riquezas, elevar el nivel de confort y la subsistencia de la familia, cosas con las que no se juega en el mundo real, hay que dejar la literatura para las fugas de tiempo libre, como el parchís, lo que le da un valor especial a la obra que se hace dentro de escasos espacios de tiempo y rigurosas jornadas de trabajo.
En el mundo virtual cubano (a pesar de ostentar el más bajo índice occidental de acceso a Internet y computadoras per capita), puedes dedicarte a ser Escritor bajo la mismas premisas de aquella sentencia filosófica popular que citamos dos párrafos antes.
Lo peor es que ante la presencia de esas hordas de escritores (todos somos escritores con sólo el intento de escribir un libro o con publicar un folleto con los peores versos del mundo en una editorial regional, en papel gaceta reciclado, tirado en esténcil con alcohol de 90 grados que entre cuartilla y cuartilla te permite prepararte un trago con azúcar, agua y limón) la verdadera literatura que trascendió el silencio, las editoriales serias y las academias universitarias, fue la que existió hasta esa generación del 50. Lo demás es borrón y cuenta nueva.
La precisión no es absoluta, por supuesto. Hay casos honrosos hasta entre las anécdotas del Holocausto. ¿Por qué no entre las hordas de escritores cubanos de la revolución? Pero es que la regla la hace el total y no la excepción, ¡y es tan hermoso sentarse en un café a tomar té de yerba-buena viendo atardecer en La Habana mientras hablamos de literatura...!
Mucho me admira, por aquello que empecé diciendo de que Cuba es tierra de escritores, ver a esos literatos criollos esgrimir sus ínfulas y sus autosatisfacciones intelectuales en otros países del mundo, dejando anonadados al resto de los colegas de otras naciones que comienza por creerse que de verdad lo son y admiran su grandeza sin timidez de anunciarse “escritor” cuando en el mundo real los cuentos se escriben en medio de la lucha humana por la existencia y bajo las reglas objetivas del trabajo universal.
Si tenemos la suerte de ver una Cuba mejor, o al menos distinta (porque nadie sabe el futuro que le espera y miles han muerto pasándole su pasión, su curiosidad y sus expectativas al espíritu) tendremos, antes de revisar constituciones y toda la selva de cuestionamientos políticos, filosóficos, sociales, legales, culturales, que reclamar la reconquista de Cuba revisando nuestras historias, la literaria y la otra, porque tenemos por una vez y para siempre, que reubicar a los héroes y a los malditos, poner a cada quien en su propio escalón, desde el indio Hatuey hasta el pequeño niño Eliancito, y parar de engañarnos mutuamente con la conciencia común de los embustes recíprocos.
Seamos serios alguna vez.

jueves, diciembre 06, 2007

Adiós, Patato, en Cuba no se habla de tu muerte


Patato Valdés murió este miércoles en un hospital de Nueva York. En Cuba pocos los conocen y nada se habla de él. Es de los borrados de la historia nacional, los excluídos.
Era un dios musical, maestro de la percusión cubana, un timbalero de armas tomar y, opuesto a su pequeñez corporal, fue un gigante de las tumbas.
Me permito reproducir esta nota aparecida en el diario El Nuevo Herald este jueves 6 de diciembre.

Fallece el percusionista cubano ''Patato'' Valdés
Por Enrique Fernández
Uno de los más grandes percusionistas cubanos de todos los tiempos murió el miércoles por la noche en Nueva York, de complicaciones de enfisema. El diminuto Carlos ''Patato'' Valdés no sólo disfrutó de una gran carrera musical, sino que revolucionó el uso de su instrumento, las tumbadoras. Tenía 78 años y estaba hospitalizado por enfisema.
Sus raíces eran profundas en la música afrocubana y creció tocando el trés (una guitarra de doble cordaje) y cajas de madera que usó como instrumento de percusión en su juventud. También trabajó brevemente como bailarín y boxeador. Tocaba en las comparsas cuando las organizaciones musicales de los barrios desfilaban bailando durante los carnavales. El penetrante golpear de su tambor bien afinado podía escucharse a cuadras de distancia.
En la década de 1940, Patato (un sobrenombre cubano para personas diminutas) tocó con importantes músicos cubanos como Miguelito Valdés y formó parte de grupos famosos como La Sonora Matancera y el Conjunto Casino. En la siguiente década comenzó una gira en Estados Unidos, principalmente Nueva York, donde finalmente se ubicaría.
En EEUU, Patato se unió a líderes de la música afrocubana en Nueva York: Mongo Santamaría, Tito Puente, Machito. Y atrajo la atención de maestros del jazz que le pidieron que se uniera a sus grupos. Patato trabajaría para Herbie Mann, Art Taylor, Max Roach, Dizzy Gillespie, Quincy Jones.
En los años 60 emprendió una carrera como solista, grabando bajo su propio nombre. Enriqueció la escena de la salsa trabajando con el director de orquesta Johnny Pacheco, al tiempo que continuaba colaboraciones con Tito Puente y otras estrellas latinas. Se mudó a la Costa del Oeste, luego a París, pero finalmente regresó a Nueva York.
Como gran showman, Patato aprovechó su reducido peso para bailar encima de sus tumbadoras. Pero dejando a un lado sus payasadas, su contribución a la música afrocubana fue mejorar la ejecución de las tumbadoras, para lograr extraer de ellas no sólo golpes rítmicos a mano limpia, sino verdaderas melodías. Tocar las tumbadoras, un instrumento esencial de una orquesta latina, nunca volvió a ser igual después de Patato.
De acuerdo con el promotor de Nueva York, Jessie Ramírez, que arregló las giras para el percusionista y era un amigo íntimo de Patato, el martes por la noche una enfermera informó que Patato se quitó todos los aparatos que lo mantenían con vida, levantó sus brazos hacia lo alto, y al bajarlos murió, balbuceando algo que la enfermera entendió como ``¡Go!''.
Dice Ramírez que fue una invocación al dios yoruba Changó, prominente en la religión Lucumí, conocida como Santería. En el calendario católico, el martes era el día de Santa Bárbara, que en santería es equivalente al dios del trueno, Changó.

viernes, noviembre 30, 2007

Gelman, el juego en que andamos


Juan Gelman no es un poeta, sino la esencia poética de una generación que repitió sus versos en desfiles revolucionarios y en íntimas mesas de bares donde enamoraban a una mujer. Gelman tenía esa doble función con su balanceo milonguero, el lenguaje de esquinas y la pasión arrabalera de sensibilidad inaudita.
Juan Gelman no es solo un poeta. Era un enamorado del filo del cuchillo. Transitó ese riesgoso borde donde, a un lado y al otro, están los abismos de la grandeza y el ridículo.
Nadie sintió vergüenza repitiendo sus versos peligrosos.
Nadie se libró del peso de sus adjetivos mínimos y sus diminutivos amorosos.
Entre los que se iniciaron como poetas por los años de la década del 60, los diez años que estremecieron al mundo, siempre estaba el guiño de Gelman, la palabrita sensiblera colocada con ternura. Y se recitaban mutuamente los poemas de “Velorio del solo” como oraciones a Dios.
Con las décadas se fueron olvidando aquellas pasiones. Juan Gelman siguió haciendo su poesía pero una fiebre alta de virus mortal, esa que da la militancia a ultranzas, lo convirtió en un poeta que trataba de rimar revoluciones vencidas, izquierdas en terapias intensivas, con palabras sacadas del corazón. Una poesía que no cautivaba sino a los sordos y ciegos de la historia.
Los acechos de las Triple A argentina y los horrores de las dictaduras militares le dieron duros golpes, primero el exilio, luego la muerte de su hijo, la muerte de su nuera y la pérdida de su nieta nacida en cautiverio. Fue demasiado dolor para cualquier humano, mucho más para el poeta.
A su nieta la rescató quince años después, un poco antes encontró los restos de su hijo y los de la nuera los continúa buscando.
Nunca entendí sus versos abanderados a Fidel Castro, al comunismo ruso y a aquellos tiempos de pandemonios militantes. Su hermano le recitaba a Pushkin en lengua rusa a los 8 años y su padre tuvo que huir de la URSS por los crímenes de Stalin.
Después de tanto dolor, Gelman recuperó sus buenos versos. Dicen que los últimos son tan deliciosos como los de entonces. ¡Menos mal!
Yo lo había olvidado. Estaba, eso sí, agazapado en un pedazo de mi experiencia vital, pero en el fragor de “buscarse la vida” se acaba olvidando esos delirios cardiacos de la pasión.
Ahora lo he vuelto a leer. El premio Cervantes que acaba de recibir, es un justo honor a Juanito Gelman, como lo llamaban sus amigos.
Cuando lo conocí en La Habana era un hombre tímido y callado, de rostro recio, eran los graves influjos de su incorporación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guevarista para luchar contra las dictaduras de Lanusse y Onganía. Ahora le reconozco una placidez gestual cuando habla emocionado del premio Cervantes.
Gelman parece, hoy, un poeta tranquilo.
Cada quien recibe las buenas noticias a su modo. Juan Gelman estará feliz con los 90 mil euros que reconocen el valor revolucionario de su poética. Escribirá un nuevo libro de versos con diminutivos gloriosos y ternuras gardelianas y todos le estaremos otra vez, eternamente agradecidos.
El Cervantes se honra con poner a Juan Gelman entre sus premiados. No tengamos la menor duda.

jueves, noviembre 29, 2007

Trini, ¿lleva y trae?


Después de sus amoríos presidenciales y de su participación silente en las visitas española a Latinoamérica, incluyendo su cara estupefacta cuando el Rey mandó a callar a Chávez, Trinidad Jiménez, secretaria de Estado española para Iberoamérica, visitó la ciudad de Miami para explicarle a los grupos de oposición a Castro la posición de España respecto de Cuba.
Es simpático, sobre todo porque poco hay que secretearse al respecto. ¿Alguien duda de la posición del gobierno del PSOE sobre Cuba? ¿Alguien tiene confusiones sobre la actitud del canciller español Moratinos en La Habana?
La pregunta es ¿qué fue a hacer Trinidad Jiménez a Miami?
Yo me atrevo a creer que su viaje fue de mensajera. En Cuba a eso le llamamos “lleva y trae”, pero en estas cuestiones de política “elevada” puede que le llamen “mediación diplomática” u otros apelativos elegantes. Presumo que un mensaje del gobierno cubano confabulado con la diplomacia española, fue en boca de Trinidad desde La Habana y Madrid, hasta Miami.
Otra pregunta se deduce de esta reunión. ¿Por qué no se han revelado con exactitud, los nombres de los representantes cubanos del exilio que se sentaron a conversar con Trinidad Jiménez y los temas concretos de esas conversaciones?
Quienes hemos sufrido por décadas el imperio del secreto, la confabulación misteriosa y la ausencia de democracia y transparencias en una Cuba regida por Castro, no soportamos un remake de esa politiquería excluyente. Los representantes de la oposición a Castro en Miami, no tienen el derecho de distinguirse como tales si a espaldas de todos los cubanos, se reúnen con España para hablar quién sabe de qué, y callárselo como si fueran los elegidos, los doce apóstoles, los tocados por Dios.
"He explicado en detalles cómo está actuando el gobierno español en sus relaciones con Cuba para aclarar ciertas percepciones erróneas que no se ajustan a la realidad", fue la explicación de la representante de la cancillería española a la agencia EFE.
Es decir, que ante la percepción que se ha hecho evidente (la de excluir a la disidencia interna de Cuba en sus visitas a La Habana), la diplomacia española se va a Miami a reunirse con los opositores a Castro en esa ciudad excluyendo otra vez a los disidente de dentro de la Isla. Una estocada doble, ¿o triple?, porque con un viso divisionista, la bella diplomática escogió a quiénes contarles su verdad, sacando del juego a todos nosotros, el resto de los cubanos.
"Hemos hablado con franqueza y se ha comprendido, aunque algunos no lo compartan, que estamos tratando de influir en el proceso interno de una manera honesta y lógica", dijo Trinidad Jiménez a la agencia de prensa. Pero ¿cómo?, ¿sembrando climas de selección secreta, eligiendo a sus intermediarios, incluyendo y excluyendo a su antojo?
Señora Jiménez, permítame dudar de la franqueza con que su gobierno ha hablado, como asegura usted, y mucho más, sobre ese manera que asume la cancillería española de “influir en el proceso interno (de Cuba) de una manera honesta y lógica”.
Secretos y acuerdos tras bambalinas con el gobierno de La Habana o con ciertos opositores en Miami no es el modo que preferimos los cubanos. Hartos estamos de obedecer en silencio lo que los poderosos firman en secreto para determinar sobre todos.
José Martí, que es guía moral, poética y filosofía para los cubanos, pedía a fines del siglo XIX “una Cuba con todos y para el bien de todos”. Mancillado por casi medio siglo ese reclamo martiano, preferimos sostenerlo como dogma para el futuro de Cuba, aunque tengamos que prescindir de estos flacos favores ibéricos.

martes, noviembre 13, 2007

El circo chavista levantó su carpa en Chile


Si el fin justifica los medios, entonces el altercado del presidente venezolano Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile la pasada semana, no es más que otro escalón en su tránsito hacia la fragmentación de esos encuentros, por demás, estériles.
Desde la pasada Cumbre en Argentina, ya Chávez había montado su show paralelo. La Cumbre Alternativa no era más que una fuerza de choque populista que buscaba dinamitar el cónclave oficial. Esta vez en Santiago de Chile, lo traía premeditado, era un plan en desarrollo.
Chávez provocó y provocó, una y otra vez, hasta lograr la reacción de Rodríguez Zapatero, el premier español, y del Rey Juan Carlos, que perdió los estribos reales y violentó la nobleza manoteando y mandando a callar a un Chávez que estaba como “calamar en su salsa”, desplegando todos los resentimientos, toda la intolerancia y todas las maneras marginales de su pobre formación intelectual y sus rasgos lombrosianos.
Después se fue a su Cumbre Alternativa y como el actor de farsas que es, se inventó una repentina llamada telefónica de su querido Fidel que, agonizandito, nunca se enteró de que el saltimbanqui venezolano estaba hablando con él desde una tribuna chilena.
El suceso fue patético. Había que verlo por la televisión. Allá atrás, impasible y ajeno, estaba el boliviano Evo Morales que, adormecido de masticar tantas hojas de coca, no sabía qué era lo que estaba pasando allí porque, pobrecito, ni entiende el español.
El ecuatoriano Correa, con más inteligencia que los demás colegas latinoamericanos de “nuevo tipo”, se escabulló disimuladamente para no verse obligado a tomar partido en este circo, no por decencia, sino por postura, con su traje caro, su sonrisa y su banda presidencial. Y sólo el nicaragüense Ortega le siguió la rima a Chávez con un remake de la provocación original, que viene en su segunda presentación con vestimenta de caricatura.
Comentar el suceso con seriedad es ser cómplice de la tomadura de pelos de esa izquierda latinoamericana de viso bolivariano. Dios los cría, y el diablo los junta. Son un panorama lastimoso que en esta nueva puesta en escena, en Chile, confirmaron su verdad.
Los cubanos, como siempre, (dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo) manejaron su (com)postura. Pérez Roque se mantuvo en silencio porque nunca emite un juicio sin autorización del más allá, y ya fuera del cónclave, dieron dos opiniones mediocres defendiendo a Chávez. Luego Fidel se ocuparía de fijar la posición cubana en sus reflexiones en el periódico oficial Granma, pero Granma no existe, es acaso una metáfora, una ilusión, así que en definitivas, no han dicho nada.
La única enseñanza aprendida de todo esto es la percepción de que en el 2008, las naciones de la izquierda bolivariana no asistirán a la Cumbre y en su caso, celebrarán entre ellos una Cumbre paralela, como el ALBA, la agencia bolivariana de noticias y todos esos engendros y parafernalias del show.
Lo cierto es que si no hubiera sido con Zapatero, Moratinos y el PSOE, España comenzaría ahora a pensar muy seriamente en la efectividad de sus dádivas, flojeras y deslumbramientos con los gorilas de esta izquierda nueva y lo que queda de la vieja, y lo vergonzoso de sus políticas cristianas de poner la otra mejilla para que Chávez, Ortega o Fidel, le den una tunda de bofetadas. Entonces las cosas cambiarían. Pero con Zapatero, Moratinos y el PSOE poco queda por esperar.

viernes, noviembre 09, 2007

Carlos Fuentes, 80 años después


Gardel podrá asegurar que 20 años no es nada, pero este noviembre, el panameño/mexicano Carlos Fuentes cumplió 80 años, y a esa altura hay que ser más coherente en lo que dices si no quieres que te tilden de chocho.
Si me detengo en este artículo de Fuentes titulado “Bush y Cuba”, publicado el 30 de octubre de 2007 y que me envió por correo electrónico mi amigo Fernández Pequeño, no es porque pretenda una exaltación de las virtudes de Geroge Bush, que apenas aparecerán para poder exaltarlas, sino porque creo que lo que pidió Bush para Cuba en su discurso pasado fue bueno en sí, como propuesta, sin importar la valía del personaje que lo dijo. Esa es la diferencia.
Repasemos: Becas, computadoras, libertad y no cambios, llamado al perdón y la incorporación de todos en una Cuba nueva, incluso los militares; fondos millonarios internacionales de ayuda e inversiones para una Cuba posterior a la dictadura, acceso a información libre por la Internet.
Pensemos con franqueza ¿quién cree que esas demandas no son buenas para Cuba y para los cubanos? Y ¿qué cubano exiliado, emigrante, devenido en ese exilio con terciopelo o no, que disfruta de todos esos delirios cada día, está dispuesto a renunciar a ellos en el país donde vive para ser consecuente con una oposición a ultranzas contra Bush y los “americanos”? (Incluso ¿Carlos Fuentes lo haría?).
A mi me “jarta” el prejuicio anti-estadounidense, desde José Martí en Ky West hasta Carlos Lage ayer en Santiago de Chile. Me parece ridículo y me niego a ser repetidor de esa pose trasnochada y arcaica.
En su artículo, Fuentes comienza con frases cuestionables. Decir “La influencia de EU dominó la vida política de Cuba hasta 1959” no es una verdad absoluta que se puede establecer con tal ligereza, a no ser como eco de lo que se ha dicho en Cuba druante el último medio siglo. Eso es más ofensivo para la historia republicana cubana que todo el discurso de Bush. Es aficionado y superficial, digno de los libros de texto para la enseñanza primaria que publica el Ministerio de Educación de la Cuba “revolucionaria”.
Luego dice: “Hoy, Cuba está en transición. Raúl Castro, con toda la cautela que el caso requiere, ha enviado mensajes insólitos de apertura a los cuales la sociedad cubana ha dado respuestas esperanzadoras. Se trata de un asunto difícil: el movimiento de la sociedad y del Estado hacia un sistema más abierto, más democrático. A condición de que sean los propios cubanos quienes decidan el camino”. Otro error total. Lo de la “transición” se puede entender sólo como una acepción dialéctica en el sentido de que todo evoluciona y se mueve. Física aplicada y poquito de filosofía.
Sin embargo, quisiera que Fuentes citara dos ejemplos concretos con resultados tangibles o pronósticos seguros, de esos “enviado mensajes insólitos de apertura” que ha dado Raúl Castro. Todos podemos citar ejemplos de que son el remake de días vividos en otros momentos en que ha sido necesario mandar señales apaciguantes frente a un clima de expectativas populares y tensiones, hasta que regresan las aguas calmas. Nada más.
Más adelante dice “A condición de que sean los propios cubanos quienes decidan el camino”. Si Fuentes rechaza la ingerencia (que yo defiendo en un mundo global y moderno, ¿o seguimos respetando los feudos de quienes hacen y deshacen a su antojo apoyados por lacayos y fusiles ante la indolencia y la complicidad silente del resto del mundo?) ¿cómo se atribuye el derecho de elegir quiénes son o no son esos cubanos que deben decidir el destino de Cuba? ¿Quién le dijo a Carlos Fuentes que los cubanos que hablan horrores de Fidel Castro tomándose un café express en el Versalles de la calle 8 de Miami no son parte de esos que deben decidir el destino de Cuba? ¿O que quienes aplauden hasta rabiar el discurso de Bush no son esos cubanos? Para después asegurar que “al mundo entero, pero sobre todo a Iberoamérica, le interesa que la autonomía de la isla sea respetada”. ¿Y eso? ¿Ingerencia? ¿Cuba debe responde al interés del mundo e Iberoamérica o al interés de los cubanos de Mariano y de la Pequeña Habana en Miami?
Volvamos al rechazo de Fuentes al ingerencismo: “Le niega al régimen cubano lo que le da a otros regímenes comunistas como China y Vietnam: inversiones, diálogo, diplomacia, respeto”, dijo Bush. La política exterior de un país responde a ese país y EEUU pueda aplicarla como lo haya decidido. Tiene derecho soberano y nacional a aplicarle un embargo a Cuba (fantasioso por demás, inútil, pero es tema de otra conversación) y una mano amiga a China.
La previsión de Carlos Fuentes cuando asegura “Y no le ofrece a Cuba más que una velada amenaza: volver a ser colonia de los EU”, no merece comentarios, es una repetición irracional de las palabras de Pérez Roque en la ONU. Eso es ridículo, tonterías de ingenuos e iletrados, tan anacrónico dentro de la razón que representa Fuentes.
Finalmente, el mexicano (¿o panameño?) termina con el puntillazo mortal: “A la soberbia desatada de Bush, Iberoamérica debe responder con las armas de la razón, la cautela, la diplomacia, la negociación y el respeto hacia el pueblo cubano”. El resentimiento histórico mexicano no es el problema de Cuba, y Fuentes no puede pretender llevarnos a alimentar sus frustraciones nacionales y su dolor. Además de reincidir en el error de confundir “pueblo cubano” con “gobierno cubano”, ¿cuáles son esas armas de la razón, la cautela, etc. que pide Carlos Fuentes para al caso cubano? ¿Las que han sostenido medio siglo de dictadura dentro de Cuba frente a la indolencia iberoamericana, o mejor, gracias a la indolencia iberoamericana? Iberoamérica tiene en el futuro un ejercicio de conciencia y responsabilidad por su actitud cómplice, pasiva e interesada en provecho propio ante medio siglo de horrores en Cuba.
Pero Fuentes aconseja más de lo mismo. Y con la experiencia de un canciller español indolente y postrado en La Habana, Fuentes tiene la ingeniosa idea de sugerir que el Rey Juan Carlos sea el ideal moderador de este proceso. Patético.
Su oración final es antológica: “La responsabilidad es de todos nosotros, los que compartimos tradición, historia, lengua y costumbre con la hermana nación cubana”. O sea, la ingerencia es a veces sí y otras veces no. Filipinas, Sahara Occidental y Marrruecos hablan español, en las naciones de la costa oeste del Africa central están las raíces de la cultura popular cubana, la historia de Cuba fue ligada a la de EEUU cuando en el siglo XVI partió el gobernador de La Habana desde la Fortaleza de La Fuerza a conquistar la península de la Florida, y el vocablo “barbacoa”, original de los taínos cubanos, pasó al inglés para definir un hábito culinario norteamericano, el barbecue. El café vino de Arabia y el nombre del país, Cuba, tiene su origen en las cubas de las mezquitas.

jueves, noviembre 08, 2007

Cortázar o Varona fuera de la foto


Los altares del boom han ido cayendo. No ha conspirado contra ellos lo efímero, uno de los temas pródigos en su existencia tropelosa. Tampoco la percepción de la calidad ni la vejez literaria de los clásicos. Es un asunto de incredulidad actual, de poco tiempo para los recuerdos y una manera distinta de disfrutar. La culpa es nuestra, no de ellos.
A los que la muerte los borró, les ha ido peor, porque no tuvieron tiempo de resarcirse. García Márquez es uno de ellos, muerto desde hace tres décadas. El otro es Julio Cortázar, muerto de verdad. Pero mientras que García Márquez tuvo seguidores que, más que seguirlo, lo copiaban con papel carbón de muy mala calidad, dejándonos un continente plagado de novelas horribles donde la gente vuela, los muertos bailan y siempre hay mariposas azules revoloteando, Cortázar dejó una herencia subliminal imposible de deshacerse de ella, aunque no soportemos en el siglo XXI volver a jugar a la rayuela.
Vargas Llosa es punto y aparte. Ni tan uno ni tan el otro. Pero metaforseándose con el mimetismo de los camaleones, ha llegado al 2007 vigente e inexpugnable.
Estas reflexiones se me ocurren cuando me pregunto si sería capaz de leer “Ciao, Varona”, un cuento de Julio Cortázar que acaba de aparecer como del sombrero de David Copperfiel. Señitas pos-mortem del cronopio sempiterno.
“Ciao, Verona” ya estaba escrito cuando Julio publicó sus volúmenes de cuentos “Queremos tanto a Glenda” y “Deshoras”, pero vaya usted a saber por cuál circunstancia personal, no lo incluyó. Es más, en una cita sacada de una carta escrita a su amigo Jaime Alazraki, el novelista se refiere al cuento diciendo: “En Alguien que anda por ahí, hay amargos pedazos de mi vida, por ejemplo Las caras de la medalla, cuya historia siguió y terminó en otro cuento muy largo que escribí hace meses y que entrará en otro libro, si libro hay; se llama Ciao, Verona, y fue tan duro de escribir como el otro".
Había una aceptación vanidosa de la existencia del cuento porque representaba la continuidad de una inicio tanteado, pero a última hora lo sacó del juego y más allá de esa referencia, “Ciao, Verona” permaneció inédito.
La única copia de la que hasta la fecha se tenían noticias, la conservaba, olvidada, la Universidad de Tejas, pero en febrero de este año, la viuda de Cortázar, Aurora Bernárdez, donó, para que fueran integrados a la colección de manuscritos de Barcelona Latinitatis Patria, otra versión original de ese cuento con correcciones hechas por el propio autor.
Para Cortázar, que era además un fotógrafo apasionado, las fotos más reveladoras son "aquellas en que por ejemplo hay dos personajes con un fondo de una casa y luego, quizá a la izquierda, donde termina la foto, hay la sombra de un pie, de una pierna. Esa sombra corresponde a alguien que no está en la foto y al mismo tiempo la foto está haciendo una indicación llena de sugestiones, apelando a nuestra imaginación para decirnos qué había allí después. La atmósfera que se proyecta fuera de la fotografía, esa aura de misterio, guarda una especie de vibración que me parece indispensable para la realización del cuento memorable, que el lector transforma luego en la memoria y en admiración".
Esa sombra sugerente se presenta ahora como “Ciao, Varona”, futuro inmediato fuera del encuadre del aquel lente que captó sus dos libros anteriores y que ahora, asoma su rostro en una foto póstuma, para retraer el universo cortazariano a una época que ya no le corresponde. ¿Quién se atreve a leerlo?

martes, noviembre 06, 2007

Orwell, el vencido


El escritor alemán Novalis dejó dicho que “las novelas surgen de las limitaciones de la historia”. Todo lo que el hombre no ha comprendido, se lo inventó. A todo lo inexplicable le encontró un razonamiento imaginario. Es la pretendida sabiduría humana que aún presume de encontrarle respuestas a lo imposible y así va cambiando las explicaciones a través de los años sin el menor pudor, negando lo afirmado o viceversa, con tal de no perder la llave que descubre todos los misterios, la sapiencia enfermiza que cada vez le resta más encanto al juego de imaginar.
Hace unos años, lastrados por el boom de la novelística latinoamericana, los nuevos escritores se dieron a la tarea de negar esa herencia, acodados en una reiterativa lógica generacional. A eso, el viejo Carl Marx (el más chistoso de los hermanos) lo llamó “negación de la negación” y así inventó una cadena evolutiva del pensamiento y la existencia que se conoce como dialéctica. Desde entonces todos nos preguntamos de qué modo la “unión y lucha de contrarios” condujo desde Carl hasta Gruocho.
Después de que las iglesias se apoderaron del temor y los delirios de la fe, de la obediencia al bien y al mal; después de que los partidos políticos se apoderaron de esos mismos temores, delirios y obediencias; y después de que los empresarios hicieran igual, poco le va quedando a los escritores por inventar y lentamente la imaginación se va convirtiendo en una virtud en extinción.
Los poetas se acaban, la poesía adolece de quien la lea (jamás aparece ya quien la escuche) y los narradores suprimen con tal voracidad los adjetivos, las subordinadas y la belleza que sobrevive en el lenguaje, que aquello que estudiamos como estilo directo en Hemingway es ahora una vergüenza de retórica maltrecha ante esta rectitud de los nuevos narradores.
Una conversación amenaza con convertirse en la prontitud sincopada de un Chat. Y el olor de las cartas que cruzaban el Atlántico con lacra que las sellaban, estampillas de faunas milagrosas y matasellos de correo, es una experiencia anacrónica sustituida por el un ratón sobre el send en un email.
¿Quién se atreve hoy a enaltecer los giros metafóricos de la lengua en sus pretendidas narraciones?
La literatura va tomando el cauce de los memorandums “printeados” y a la Blackberry te pueden llegar los más enardecidos versos de amor con dos palabras ininteligibles de esa neolengua tecnológica que George Orwell nunca llegó a imaginar.

viernes, noviembre 02, 2007

¿Ausencia quiere decir olvido?


La memoria olvidada, novela de Luis G. Ruisánchez.
(EL CRITICÓN , Madrid
ENCUENTRO EN LA RED, martes 30 de octubre de 2007
)
La editorial Betania ha publicado un interesante testimonio con factura de novela de un destacado periodista cubano, Luis G. Ruisánchez (La memoria olvidada, 2007), radicado en Santo Domingo. El libro, breve, se deja leer con agrado, sobre todo por lo sencillo de la trama (pocos personajes, ninguna complejidad estructural) y porque recrea el contexto cultural y político de toda una época de la revolución.
Un joven periodista, aprendiz de escritor, ávido lector y ciudadano de la noche habanera o vedadense, va relatando las peripecias de su formación cultural en el convulso contexto insular, a la vez que realiza una entrevista a un intelectual ya mayor, víctima de la represión inmediatamente anterior, y que vive sepultado en su casa como en un limbo, pero accede por primera vez a contarle su historia al joven entrevistador. Eso, y sus contactos con un grupo disidente y, sobre todo, la vida cotidiana de la ciudad, complementan la formación cultural de un inquieto joven cubano, el cual llega un momento en que corre el mismo peligro que su "víctima" entrevistada, por lo cual tiene que abandonar el país.
La historia narrada no tiene nada de singular; es la historia de tantos cubanos que enseguida se vuelve fácilmente reconocible desde las vivencias o la memoria de muchos lectores. Una aguda cita de Pedro Luis Ferrer preside el libro: "Nadie sabe el pasado que le espera". Precedido también por otra cita de una novela de Milan Kundera, recuerda las peripecias kafkianas del personaje de La broma, del escritor checo.
Ante un testimonio como este, sobre todo para quienes vivimos ese mismo tiempo sombrío, habrá que preguntarse una vez más por el sentido profundo de eso que se llama "revolución". Como el personaje de La Cartuja de Parma, Fabricio del Dongo, que participa casi sin percatarse de la trascendencia histórica donde está inmerso por azar o fatalidad —la derrota de Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo—, el joven protagonista se ve envuelto en un laberinto ideológico que termina por confundirlo y ante el cual llega a sentir sencillamente miedo.
¿Cuántas vidas de jóvenes ilusos, con inquietudes artísticas y literarias, o no, transcurrieron en ese contexto casi esquizofrénico de la llamada revolución cubana?
Habrá que valorar un día cómo justamente lo que se preconizaba como divisa utópica y revolucionaria de dicho acontecimiento histórico: "Cualquier tiempo futuro tiene que ser mejor", terminó por convertirse en su reverso en un asfixiante presente. El imposible histórico, que tanto había avasallado a sucesivas generaciones de intelectuales durante la república, y que parecía pesar sobre la conciencia del pueblo de Cuba como una pesadilla recurrente de frustración y posposición, pareció de repente abrirse a una nueva época de infinitas posibilidades con el triunfo de la revolución.
Y sin embargo, para quienes vivimos ese tiempo con la ilusión e inocencia de la juventud, la Historia nos dio una lección contundente: todo puede ser siempre más sombrío. Recuerdo ahora a un científico soviético que visitó Cuba y en una conferencia se refirió a la teoría de los infinitos universos simultáneos. No sé si con una profunda ironía, el metafísico conferencista enfatizó: "Ahora mismo, en algún universo posible, hay un planeta donde la historia ha transcurrido y transcurre exactamente igual, en sus más mínimos detalles, que la historia de nuestro planeta, sólo que todo parece un poco más sombrío". El fantasma del eterno retorno nietzscheano, evocado en su libro La voluntad de poder, latía acaso por debajo de esta oscura certidumbre.
Este libro, pues, tendrá seguramente la virtud del reconocimiento. Muchos lectores recordarán sus propias vidas leyéndolo, evocaran idénticas o semejantes o diferentes vivencias, pero todas tendrán como referencia general el mismo contexto. Eso les conferirá sin duda a esos recuerdos un aire como de familia lejana y cercana a la vez.
La memoria olvidada es un buen título. Aparte de la misión de rescate del sentido o sinsentido de tantas víctimas anónimas de la época de la revolución, con la inevitable catarsis que esto provoca, este libro tiene también la virtud de remover la memoria del lector. ¿Recordar es soñar? ¿Cuánto de ficción implica el sencillo acto de recordar? O ¿recordar no es olvidar también? ¿Recordar no es imaginar el pasado? Por eso se ha escrito tanto sobre eso que se ha dado en llamar una memoria creadora.
Pues bien, la memoria creadora de Luis G. Ruisánchez, a través de este sencillo y a la vez complejo testimonio, nos servirá para hacernos estas y otras muchas preguntas sobre nuestro pasado insular, y tal vez al final convengamos con Pedro Luis Ferrer en que "Nadie sabe el pasado que le espera", sobre todo porque, como todos sabemos, la reconstrucción (y relectura) de ese pasado, todavía, lamentablemente, es una tarea futura.

jueves, noviembre 01, 2007

“¡Caracas, La Habana, rá-rá-rá!”


“Dos patrias tengo yo, Cuba y la mía”. Quiero dejar en claro que el verso pertenece a José Martí y no ha sido extraído de un programa “Aló, Presidente”, en los que el mandatario venezolano Hugo Chávez suele decir las ideas más inconcebibles con esa ligereza indiscreta que certifica la sentencia de José Ingenieros: “El ignorante hace galas de lo que debe ser su afrenta”.
En su última visita a Cuba, Chávez se sintió en las tribunas cubanas como si estuviera en su propia casa, desconociendo que eso debió ser un asunto de cortesías diplomáticas y no para que se lo tomara tan en serio. Manoteó, palmeó los hombros de Raúl Castro, trató de subalterno al canciller Pérez Roque, se dirigió a la audiencia como si hablara en los llanos venezolanos. Era amo y señor, pez nadando en su agua, patrón poseído de la nación.
Lo que faltaba, sucedió. Dijo textualmente ''Los dos gobiernos en el fondo somos uno solo. Cuba tiene dos presidentes y Venezuela tiene dos presidentes: nosotros vamos hacia la conformación de repúblicas bolivarianas, martianas''. Un “one-two” ideal, como el baloncesto; al final, hará canasta.
No hacía falta la opinión de los demás, no hubo que preguntarle a nadie, la masa oyente aplaudió con la indolencia (¿aprendida, asumida, oportuna?) de los cubanos y de seguro que agitó sus banderitas de papel.
Ahora, el puntillazo final lo dio el mismo canciller tratado de subalterno en la tribuna. Pérez Roque, con su acento tan habanero (fonemas redondos, chatos, podados, perezosos) confirmó en su discurso en Nueva York durante la asamblea de la ONU, que “Cuba estaría dispuesta incluso a renunciar a la soberanía y la bandera por la que tanto ha peleado, para integrarse en un gran bloque de naciones latinoamericanas y caribeñas''
¿Presidido por quién?, ¿hay razones para preguntarlo? Obviamente, Chávez, que ya tiene sobre sus hombros el peso del cadáver económico cubano, nada más obvio y merecido que se lleve el estrellato con ese afán que tiene de ser como Bolívar.
La célebre frase apátrida no ha sido repetida ni publicada dentro de Cuba. “Compraron pescado y le cogieron miedo a los ojos”. No es que los cubanos nos sublevemos, ya sabemos por convicción que las sublevaciones quedaron en el olvido y que en Cuba nadie tirará ni la primera ni la última piedra, a no ser las que fondean el barco para sacarlo a flote y navegar hacia La Florida. Pero un índice perdido de vergüenza ha sido rescatado de la nada.
Las declaraciones de Roque son parte de esa táctica subliminal que tanto le gusta al gobierno cubano (bueno, si es que aún es cubano) y ahí está, para contrastar a los incrédulos.
Ahora resulta que el reciente discurso de Bush, en el que pidió para Cuba y los cubanos lo mismo que todos quisiéramos para Cuba y los cubanos, y todo a lo que no estamos dispuestos a renunciar si vivimos en el exilio (o la emigración), se va convirtiendo en un discurso en defensa de la soberanía y la dignidad nacional cubanas. Vivir para ver.
La votación 184-4 a favor de Cuba en las Naciones Unidas condenando el embargo de EEUU, ha sido más una votación 184-4 en contra de Bush; ya sabemos la ira que le da al resto del mundo todo lo que proponga, opine o diga un mandatario estadounidense. Bastó que Bush hablara para que el resto aupara a La Habana. ¡Ah, el maldito imperio! Es tan así, que hasta exiliados y disidentes cubanos se unen al coro para condenar la ingerencias en los asuntos internos de los cubanos, como fue proponer fondos internacionales de ayuda, computadoras, becas, reconciliación, perdón, libertad, con tal de estar en la moda de la "soberanía" que propone el César habanero a su imagen y semejanza, olvidando la globalización.
El problema no son los pecados propios de quien lo propone, sino la propuesta en sí. Mientras, las sandeces del canciller español Moratinos en La Habana, las tibiezas en las que Cuba le hace a Madrid el tacto rectal, son asumidas en coro por los demás. ¡Oh, la hipocresía!
Pero olvidémonos de tanta historia, ¿para qué morir ahogados en el desierto? La propuesta ahora es agitar la bandera de la nueva URSL (imagine usted el significado de esta nueva sigla de la neo-lengua) y aplaudir a Chávez. Al fin de cuentas, al menos comeremos cachapas caraqueñas en La Habana.

viernes, octubre 26, 2007

Más allá de Saramago


“Para mí, lo que hay no son géneros, sino espacios literarios, que, como tales, admiten todo: el ensayo, la filosofía, la ciencia y la poesía”, dijo el escritor portugués José Saramago, autor de “La caverna”, en el Ciclo Lecciones y Maestros que se llevó a cabo en Santillana del Mar, España.
La frase de Saramago viene a redundar en algo que ya hemos visto aquí como tendencia de la literatura desde hace algunos años. Es la contaminación, el involucramiento de varios géneros clásicos en un todo orgánico que se convierte en “técnica” (por no definirlo como “anti-técnica”) necesaria para abarcar el todo literario con un lenguaje global, descifrable por el lector común ante las inclemencias de las mass-media y los cánones impuestos por la comunicación electrónica.
La “velocidad” es acaso el parámetro decisivo de los nuevos tiempos. La velocidad se traduce en urgencia de aprovechar el tiempo disponible. Por ejemplo, las mecedoras tradicionales están en desuso, cada vez las venden menos en las mueblerías y escasean más en los hogares. No hay tiempo para mecerse porque el reposo está programado. La mecedora infiere descanso prolongado, pasividad, inamovibilidad extrema. La mecedora era el podio de antaño, desde ella se dormían bebes bajo el ensimismamiento de las nanas, se le contaban cuentos a los niños, se dormitaba tras las cenas, se visitaban los novios en aquella costumbre de cuatro horas de visita los martes, jueves y domingos. La mecedora era el reloj de entonces, donde balancearse bajo la calma total.
Las 24 horas del reloj son ahora un asomo escaso del tiempo que necesitamos cada día. Y esa es la cuestión.
Hasta el oficio de leer tiene, entre sus detractores objetivos, el reclamo de tiempo que precisa para poderlo ejercer. Disparase a estas alturas los cinco tomos de Los Miserables de Víctor Hugo o el bloque de La Montaña Mágica, de Thomas Mann, es una proeza imposible. Por eso los clásicos de esa magnitud son cada vez menos alcanzables. No hay tiempo para tanto y la gente termina por ver la versión para el cine en 90 minutos de extracción. A la vez que conjuga la literatura con la asimilación de una velocidad superada: 24 cuadros por segundo.
En periodismo se habla de esta contaminación desde hace años. Ya Alex Grijelmo, que hizo el Manual de Estilo del periódico español El País, lo traía como una condición incuestionable, de los géneros periodísticos clásicos.
En Latinoamérica, ambos ejercicios están comúnmente ligados, periodismo y literatura ambos son parte de una misma formación. Si eso es así, entonces podría asimilarse como otra ruta de entrada de esta contaminación hacia los géneros literarios.
Tanto en estructura como en lenguaje, la literatura apuesta cada vez más a esta realidad que Saramago ha definido como “espacios literarios” y es efectivamente eso, grandes escenarios donde plantar el concepto bajo la forma y el estilo de los géneros clásicos, porque ellos en sí mismo, no bastan para la percepción actual, tan influenciada por la confluencia de lenguajes.
Pero me atrevo a agregarle aún más, “espacios de comunicación literaria”, diría yo, enmendándole la página con todo respeto a Saramago, y tratando de adicionarle al puro encierro de la literatura la necesidad de comunicar, que es al final el principio básico de toda literatura, atribuyéndole además, los recursos estilísticos y visuales, la estructura dinámica y la contaminación de los lenguajes a que está sometido el hombre actual, desde la web hasta la rotativa.

Vírgen de la Caridad del Cobre: Las dos apariciones en Santo Domingo


Como una tabla salvadora de la espiritualidad que se va perdiendo entre la distancia y el fragor cotidiano por subsistir, la Patrona de Cuba plantó su presencia este 8 de septiembre en la Catedral Primada de América.
El viejo templo de la ciudad de Santo Domingo, primero en el Nuevo Mundo, sirvió de escenario para que la Misa Cubana a la Virgen de la Caridad del Cobre sonara entre sus columnas y sus arcos con el redoble de los tambores batá, las congas que llaman a la felicidad y al delirio, y transculturan el alma de quienes se movían gozosos con la oración musical a “Cachita”, tan lejos de la patria desde donde se rescatan, acaso, los instintos.
José María Vitier fue el culpable. Sólo un músico en cuyos genes fluye la sangre familiar poética y formado sin prejuicios entre Bach y Cervantes, Chano Pozo y Mozart, a medio camino entre Michelle Legrand y Loquibambia, pudo ser capaz de fraguar en un crisol de intenciones el europeísmo heredado por la cultura cubana con la rítmica sacrosanta de los negros africanos. La Caridad del Cobre y Ochún cantada por sopranos, coro y trovadores, y tocada por una orquesta de cuerdas y un set de tambores. Allí, todo fue posible.
Los protagonistas
Una orquesta de cuerda integrada por músicos de la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo y veinte cantores del Coro de la Catedral dominicana, integraron el elenco junto a los que vinieron desde La Habana: José María Vitier, María Felicia Pérez, voz mezzo y directora del Coro Exaudi; la soprano Bárbara Llanes, el trovador Amaury Pérez, la pianista María Victoria del Collado y los percusionistas Adel González y Luis Bárbaro Rodríguez.
La propuesta resultó artísticamente admirable. Guiado por María Felicia Pérez, el coro se enfrentó a un complejo trabajo que iba desde interpretaciones típicas de la liturgia hasta tonadas afrocubanas. Los veinte cantores trabajaron con fuerza para lograr todo el decoro posible tras unos pocos ensayos.
La orquesta de cuerdas contó con respuestas destacadas, como el contrabajo que asumió Antonio Gómez Sotolongo y que lo obligaba a ir del arco al pizzicato entre pasajes barroco y la rítmica de la criolla, la guajira o las tonadas yorubá. Violas, cello y violines completaron la camerata y respondieron a las indicaciones de Vitier con presteza, demostrando el interés asumido en los pocos días de ensayo y mucha profesionalidad, con la excepción del primer violín que se mantuvo impreciso a veces y muchas otras penoso, solo rescatado gracias al trabajo conjunto de la orquesta y la grandeza musical y emotiva de la Misa.
Aplausos y exclamaciones sacaron la voz de la soprano Bárbara Llanes, su interpretación del Ave María dejó estupefacto a todos porque la joven tiene una dimensión universal. El trovador Amaury Pérez, que ha repetido la Misa desde hace años, ajusta su voz y sobre todo su temperamento, en las tres canciones populares con textos de Emilio Ballagas y de Silvia Rodríguez Rivero. María Felicia Pérez, conocida internacionalmente por su trabajo con el coro Exaudi, se llevó el mérito de montar las voces y cantar solos y dúos con belleza ya reconocida.
La complejidad coral con tintes de criolla y contradanza en temas como Sanctus, o la fuerza creciente del Hosanna, con los percusionistas pasando de las congas a los tambores, convirtieron la misa en una experiencia innombrable.
Como colofón, José María agregó su Ave María por Cuba, en el que interpretó la parte de piano bajo las estructuras del latin jazz, y poco a poco fue integrando cuerdas, voces, coros afrocubanos y tambores para darle una grandeza que dentro del público cada quien asumió bajo sus propios fervores.
La consumación
Gracias a una comunión de esfuerzos que incluyó a la Nunciatura Apostólica en República Dominicana, la compañía de presentaciones artísticas Hierbabuena que dirige Roberto Cavada, y otras colaboraciones “empecinadas”, y después de años de intentarlo sin éxito, el elenco llegó para hacer dos presentaciones de la Misa Cubana, una el día 7 de septiembre en el Teatro Nacional y la segunda el sábado 8, día de la Virgen, en la Catedral de Santo Domingo, esta vez como parte de la misa real.
Ambas experiencias fueron únicas. Cientos de cubanos asistentes, exiliados o residentes en República Dominicana, no controlaron las emociones que, más allá de esa música capaz de sacarle el alma a cualquiera, se reencontraron con una identidad dormida.
Escrita para ofrecerla durante la visita del papa Juan Pablo II a La Habana, la Misa Cubana a la Caridad del Cobre ha sido repetida en escenarios de todo el mundo en sus 11 años de existencia.
Durante una conversación con Vitier, el músico nos dijo que “La Virgen de la Caridad del Cobre pertenece a todos los cubanos, es un símbolo de unión para todos los cubanos y nos representa a todos como nación”.
Con los favores milagrosos de la Virgen, Vitier fue capaz de lograrlo en dos horas de música, unir todas las herencias musicales, todas las referencias. Sin embargo, a oscuras y frente a él, el público vivió una integración igual cuando dominicanos y cubanos, y aún más, cubanos de todos los colores políticos, razones migratorias, credos y filosofías, coincidieron en las emociones y los aplausos permitiéndonos experimentar por un par de horas y bajo el influjo conciliador de la música, esa patria “con todos y para el bien de todos” que proclamara José Martí. Un atisbo de la esperanza que le agradecemos a la Virgen de la Caridad.

Literatura y conciencia social; ¡abajo las tendencias!


Un famoso dirigente de la revolución cubana, muerto ya, le dijo cierta vez a los intelectuales “No se confundan, ustedes no son la conciencia de nada”. La frase esgrimida con tono amenazante y descalificador, tuvo una nefasta repercusión en la masa de artistas y escritores cubanos, que en ese entonces, estaban sumidos en una época gris y represiva en la historia reciente de Cuba.
La sentencia del personaje, Carlos Rafael Rodríguez era su nombre, un viejo comunista sobreviviente, era el reproche a una conducta generalizada en un mundo posterior a él, es decir, el de ahora. Y no es que el viejo comunista tuviera razón entonces y ni tan siquiera que se adelantara a las leyes sociales de la posteridad (de su posteridad), sino que las sociedades actuales se han definido con un escepticismo y una praxis patológica que saca del juego el pensamiento social y la reflexión sustituyéndolas por la obtención de buenos dividendos y la manipulación de las percepciones masivas.
A estas alturas no sólo Carlos Rafael Rodríguez, que en paz descanse, sino todos debíamos preguntarnos hasta dónde la literatura es necesaria (no ya urgente, al menos utilitaria en el más disgregante de los sentidos).
Los niveles de lecturas (lectores de literatura) se miden por los niveles de venta de libros en un circuito comercial donde es difícil encontrar librerías.
Un amigo que hace poco recorría conmigo los salones de la librería Cuesta Centro del Libro en la ciudad de Santo Domingo, abría los ojos abismado por la cantidad de títulos que se agrupaban en los estantes y los amplios espacios de dos pisos dedicados a la complacencia de lectores. ¿Cómo se sostiene esto?, me preguntaba con curiosidad financiera. Sumó empleomanía, factura eléctrica, costo de los servicios y sólo llegó a hacerse un pensamiento lógico racional si cada libro que se vendía allí estaba sostenido por la venta de dos toallas en Cuesta Centro del Hogar y una bandejita de tomates de ensalada del Supermercado Nacional, todos pertenecientes al mismo grupo empresarial.
No se si el cálculo sería avalado por los dueños de esos establecimiento, pero para la cordura general, es un argumento convincente.
Aunque estas reflexiones anteriores pudieran ofrecer una sospecha de que estamos por los caminos de abandonar el empeño literario y argumentar la inutilidad de la literatura, lo cierto es que el destino final de tal panorama desolador, es comprender que sólo sobre la base de rescatar valores perdidos en las sociedades modernas es que se puede aspirar a la habilitación del mundo.
Cuando hace apenas unos años una amiga que vive en las afueras de Hamburgo me dijo que en su casa no había televisión y que en las noches, tras encender la hoguera, ella y su marido se leían novelas en alta voz, me quedé asombrado. ¿Cómo es posible a estas alturas sumirse en una lectura en alta voz junto a la hoguera en vez disfrutar los capítulos de CSI New York? Poco después supe que mi amiga nos ofrecía una ilusión perversa porque ella no quería aceptar la realidad de que sí veían en las noches los capítulos de CSI New York en una pantalla plana de 56 pulgadas.
¿Por qué me mintió? ¿Es que hay en el subconsciente de todos una necesidad de regreso a los valores perdidos?
Las generaciones de hoy presumen saber de literatura porque han visto las versiones de los grandes libros en DVD. Una amiga dominicana que vio conmigo una versión al teatro musical que se puso en París de El Jorobado de Notre Dame, me comentó: “Yo conocía la original, la de Disney”, presumiendo que el original de la obra era la versión animada de Walt Disney sobre el libro de Víctor Hugo, de quien jamás había oído hablar.
Asumir la cultura como estadística de campaña termina por ser el mayor boomerang porque nos devuelve el golpe mortal. Asociar la cultura a conductas políticas crea rechazos en un sector sólo por entusiasmos militantes, por alineamiento en posiciones partidistas o al menos de preferencias. Y ese uso es parte del estigma de la literatura de hoy, cuando los escritores más que seres evadidos dedicados a hacer la literatura, libros que no pretendan “mensajes” implícitos, porque la literatura no es el telégrafo ni un ministerio de comunicaciones, se transformaron en parte de una conciencia social con actitudes militantes ante la realidad de sus respectivos países.
Los izquierdistas no disfrutan de Vargas Llosa y los de derecha rechazan a Eduardo Galeano, cuando ambos son generadores de un bien superior a las tendencias y enaltecedores de los valores humanos por encima de la basura en que militen. Y ese peligro ha ido denigrando el ejercicio literario hasta las márgenes terrenales de la política. Justamente de donde hay que escapar, o sea, que el viejo comunista del inicio de este cuento, tenía razón; no siempre estuvo tan equivocado.