Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



sábado, julio 26, 2014

Revista Emigración: Nuevo intento para otra incisión

No me sorprende el anuncio de Emigración, una nueva alternativa oficial cubana que, bajo el manto de la democracia socialista que se inventaron en La Habana, pretende constituirse en un medio (¿solo electrónico?) de acercamiento entre “todos los cubanos” sin distinciones de países de residencias, credos ideológicos, religiosos, posiciones políticas y toda ese collar de apelativos incumplidos a los que nos tienen acostumbrados.
Como una extensión del proyecto “Intercambio cultural”, la nueva revista suma a su nómina a viejos amigos de la prensa cubana de aquí y allá que, por ser ellos, denota sin disimulo la tendencia de la publicación.
Con la dirección electrónica www.emigración.com (así, con acento y todo), la nueva revista que nació casualmente este 26 de julio está dirigida por Luis Sexto, un capaz periodista con quien compartí las aulas universitarias y que su carrera ha estado marcada por oficiar como vocero de un sistema político que él ha intentado dibujar de correcto, apoyándose en su buena prosa y en sus sagaces manipulaciones intelectuales. Lo que, lejos de rechazar, admiro, por inamistoso y antagónico que me resulte (su trabajo, no Luis).
Además, tengo en su lista de colaboradores a otro viejísimo amigo. Pedro González Munné. Me reservo mis consideraciones y algún adjetivo fuerte para presentar a este periodista que fue y no de la prensa oficial, botado y rescatado y vuelto a botar por la inteligencia cubana pero que, al parece, finalmente lo han vuelto a reconquistar por su aprovechable ubicuidad.
Hay alguien más conocido. La buena de Angela Orama. Experimentada periodista de temas seudo-light que ha sabido bañarse y guardar la ropa en el comprometido medio periodístico cubano. También es bueno reencontrarla desde aquellos años lejanos de Juventud Rebelde.
Lo curioso es que Emigración tiene sus oficinas en 251 Valencia Avenue, #253, Coral Gables. Una sede muy cercana como para tomársela en juego. Además, leerla implica un pago en dólares y disponer de Internet, algo que para los cubanos de la isla resulta un poco difícil.
En su presentación citan la conocida frase de Martí: “Por una nación con todos y por el bien de todos”. Al pobre Apóstol vuelven a acudir utilitariamente a no ser que esta sea, lo que ya intuimos imposible, una revista abierta, democrática y plural en vez de otro caballo de Troya.

miércoles, julio 16, 2014

Mapa dibujado por un espía, de G.C. Infante: El mapa que no registran los GPS

Cuando aquella famosa reunión de los intelectuales cubanos con Fidel en la Biblioteca Nacional tras la censura del documental PM, yo era aún demasiado joven, pero tres años después ya comenzaba a curiosear en aquello sucesos que condicionaron la literatura de Cuba hasta llevarla al suicidio total. Sin embargo, y desde entonces, nadie había definido tan certeramente lo que de allí salió, con tanta vertical síntesis: En la biblioteca lo que hicimos fue llegar a un compromiso: déjanos, por favor, seguir viviendo y nosotros prometemos ponernos en un rincón. Ese fue nuestro compromiso: un puesto al sol pero cerca de la sombra.
Esta cita la copio de la página 230 de Mapa dibujado por un espía, la más reciente novela publicada (pos mortem) de Guillermo Cabrera Infante, aparecida en España y difícil de encontrar. La acabo de recibir desde Amazon gracias a la bondad de mi hija, un privilegio que disfruté al instante y que leí con la pausa del regodeo, saboreándola poco a poco, cada anécdota, cada calle y cada lugar de La Habana, cada nombre citado porque, entre otras cosas, deploro la lectura veloz, el lector de 100 metros planos, porque leer, como hacer el amor, tiene el ritmo justo que desencadena los placeres.
Dije “la novela”. De veras creo que cada libro de CAIN vuelve a ser ese híbrido milagroso que te oculta las fronteras entre géneros y ficciones. Y en ello descubro su principal atractivo, te obliga a prestarte a ese juego de simulaciones pasándote gato por liebre cundo crees que es anécdota y es ,en verdad, imaginación. Y viceversa.
En la misma “novela”, CAIN define a su generación como una generación vencida o una generación vendida. Creo que es una y otra cosa a la vez. Lo que si me atrevo a asegurar es que la literatura cubana tuvo en aquella generación la última legítima en actitudes, disfrutes, obras y comportamiento. Unos vendidos, otros vencidos protagonizaron esas verdaderas vidas que se confundían con sus libros, por eso, además, aquellas novelas (u otro género cualquiera) terminaban por ser vivenciales de un modo exprofeso, como lo hace CAIN, o disimuladamente. Pero, definitivamente, estaba en ellas sus propias vidas.
Ya no es así, hace mucho que no lo es. Acaso una caricatura de aquello cuando más. El resto es doctrina de un modo o del otro. Poses y malos libros. Y adiciono una frase que me librará del odio de amigos y enemigos: “salvo algunas (y honrosas) excepciones”.
Lo cierto es que, como sucede en esta suerte de viaje al pasado, volví a encontrar las delicias de una historia de 1965, uno de esos libros que te cautiva y te pone a gozar como en un carnaval reviviendo una época desaparecida llena de complejas relaciones humanas narradas con lineal sencillez pero de un modo tan fílmico que asistes, durante estos tres días de lectura, a una película de tan largo metraje que ruegas porque no llegue el FIN.
Volví a recordar a personajes que conocí hace mil años ya o con quienes conversé algunas veces con respeto profesional. Harold Gramatges, Chinolópez, Pablo Armando, Humberto Arenal, Gustavo Arcos, Juan Blanco, Felito Ayón, Frank Emilio, Feijoo, Fayad, Leante, la interesante Marcia Leiseca con mucha mas edad de la que tiene en la novela, y hasta Teté Vergara evocada años después en la canción en que la menciona Silvio. Es una época de gloria y definiciones que CAIN detalla con cautela y como en un cuento contado en los sillones de su casa en G y 25, apenas a dos cuadras de donde yo vivía cuando él ya, hacía mucho, se había salvado de la tragedia cubana.
Guillermo Cabrera Infante vivió lleno de enemigos (él se los buscaba sin pelos en la lengua) y de amigos. Pero siento que privarse de las lecturas que siempre nos ha regalado es un acto de suicidio cultural. Un pistoletazo en la cabeza (y en el corazón). Y yo prefiero vivir, por eso le agradezco que desde su muerte nos ofrezca su Mapa dibujado por un espía. Allá los demás, como el cartel legendario de la Bodeguita del Medio, cada quien que cargue con su pesa’o.

Lilo Vilaplana y La muerte del gato: La felina realidad de un cuento cubano

Poco saben que la Caída del Muro de Berlín diezmó la población de gatos en Cuba. Es una consecuencia que, en un futuro, estudiaremos en historia. Por ahora, basta con ver La Muerte del gato, un cortometraje que Lilo Vilaplana concibió acerca de ese fenómeno que alteró el equilibrio biológico nacional.
Tres amigos planean en un solar de Centro Habana (con sus ruinas y su decadencia) la cacería del gato de su vecina para asarlo entre tragos de ron peleón y los dolores de una vida que sobrellevan a duras penas. Es un drama cotidiano que dura ya más de medio siglo en Cuba, y que a Lilo Vilaplana le han bastado 27 minutos para contarlo.
Pero aún más, lleno de matices psicológicos y una carga existencial que carcome a sus tres protagonistas, La Muerte del gato bucea sobre esas tres existencias miserables en las aguas turbia y escabrosas de una sociedad tan deteriorada como los escenarios en donde se desarrolla la trama.
Hay un sorpresa final. Todo fue filmado en el colonial barrio de La Candelaria, en Bogotá, una ciudad donde Lilo lleva años dirigiendo televisión (es célebre en EEUU y Latinoamérica la serie El Capo, que dirigió para la cadena Mundo Fox). Sólo conversando con él, es posible concebir de qué modo ingenioso pudieron reproducir en La Candelaria, las calles, los pisos, los solares populosos de La Habana, los detalles en las botellas de ron cubano y todo lo que se ve en el filme, de modo tal que nadie podría imaginarse que esas imágenes legítimamente habaneras, se hicieran tan lejos de la isla. La maestría de Vilaplana tiene, además, la curiosidad del relojero, esa paciencia de observar con cautela los detalles y reacomodarlo todo para que no falle, en 27 minutos de película, ni el más mínimo instante por donde pase de soslayo la cámara.
Pero Lilo tuvo la suerte de su lado. Paralelamente a su trabajo de dirección, logró reunir a un equipo de actores exclusivos. Alberto Pujol, Jorge Perugorría, Bárbaro Marín y Coralita Veloz terminan por garantizar el éxito de este cortometraje y la categoría que le ha otorgado la crítica (participó en el Festival de Cannes preseleccionado para su exhibición). Los roles de Pujol, Perugorría y Marín, como Raúl, Camilo y Armando, los tres amigos cazadores que sostienen el cuento, exigió de ellos meter en tan corto tiempo una complejidad psicológica que sólo actores de ese calibre pueden hacerlo. Coralita, con un papel menor (la vecina dueña del gato y presidenta del CDR) no deja de colocarse en esa misma categoría. Es increíble cómo el supense de la cacería del gato vecino, impulsada por el hambre en Cuba en los finales de los 80 y en venganza a las delaciones políticas de la presidenta del CDR, puede interpretarse como un curioso complot para el asesinato, rifle en mano, capaz de generar especulaciones peligrosas antes de que se evidencien las razones reales. Es un juego de claves y ocultamientos logrado por una base sustantiva: el guión que sobre el cuento escrito y publicado por el mismo Vilaplana, hicieron su autor y Alberto Pujol.
Hay guiños para lecturas cómplices, no es posible ignorar la costumbre de sus protagonistas de colocar al revés una foto de Fidel cada vez que la realidad caótica cubana los castigues (como los apagones, por ejemplo), o la escena de la botella de ron comprada en el mercado negro. Vilaplana no deja pasar una ocasión propicia para apuntalar la inhabilitad sostenida de un régimen político que desangra su país.
Con un final que sorprende aunque, en medio de vicisitudes cotidianas y con personajes que cargan con sus propias tragedias de espanto, no sería difícil de comprender que la actitud del amigo peor (con una gran actuación  de Pujol) tome el camino definitivo. Cerrando de este modo y bajo la lógica más socorrida de la realidad cubana, un filme que permanecerá en la filmografía mayor de la isla y que Lilo Vilaplana dedicó a Angel Santiesteban, un escritor que languidece en la cárceles de Cuba por su pensamiento y su palabra que honran la libertad.