Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



viernes, abril 22, 2011

Vargas Llosa y los energúmenos

En el diario español El País calificaron de “energúmenos” a esa pandilla argentina que se opuso a la visita de Mario Vargas Llosa a la Feria del Libro de Buenos Aires. El calificativo es muy bueno pero insuficiente. Lo peor de estos argentinillos retrógrados es su apego al totalitarismo militar que los ha cruzado a través de toda su historia. Es el mismo afán peronista, su irreflexivo futbolismo chovinista y su tradicional sindicalismo comunista comiendo asados y bailando a Gardel.
Pero Vargas Llosa fue. El mayor escritor actual de nuestra lengua superó la farsa tanguera y dio el discurso central de la Feria defendiendo la integridad del libro, a pesar de la descortesía oficial y la ausencia de la maquillada presidenta que se excusó alevosamente para echarle leña al fuego de los energúmenos. Para colmo, las imprevistas declaraciones de Aníbal Fernández, jefe de Gabinete de la presidenta, terminaron por caldear el ambiente anti Vargas Llosa, confirmando que el gobierno argentino es lo que todos presumen que es, un bando de payasos.
Admiro en Vargas Llosa, después de su obra, esa integridad vertical que lo define. No hay impedimentos para su conducta y su palabra. No hay hipocrecías de oportunidad ni poses claudicantes, dice lo que cree, en lo que cree por encima de falsas diplomacias y de modas y modismos de ocasión.
Frente a la ventana del hotel, un mínimo piquete ofendía al escritor y daba vivas a Ollanta Humala. Por dios, El País se ha quedado corto en la definición.
Para Vargas Llosa, "los comisarios políticos han reemplazado en la vida moderna a los inquisidores de antaño", dijo en Buenos Aires, pero fue elegante y medido al mencionar de soslayo a esos energúmenos que con respaldo oficial, han querido evitar su visita a la Feria, un evento que si tuvo trascendecia fue porque Mario Vargas Llosa era la figura principal.

martes, abril 19, 2011

Da capo; el Congreso de la reiteración

Fidel no dijo una palabra, con su uniforme deportivo, suerte de versión postmoderna del chal verdeolivo que lo identificaba, levantó la mano victoriosa de su hermano Raúl cuando fue proclamado Secretario General del PCC.
Es una puesta en escena muy vieja, la hemos visto durante más de 50 años una y otra vez, porque lo que mejor identifica a la revolución cubana es su incapacidad de sorprender.
Para probarle la reiteración revolucionaria a los esperanzados y optimistas, este 6to. Congreso confirmó que nada nuevo hay ni habrá sobre el tapete y que la solución ha de ser la paciencia hasta que esa generación de ancianos héroes, generales y todopoderosos criollos, pase a mejor vida.
Decretar que los altos cargos directivos del gobierno cubano no sobrepasen períodos de 10 años de ejercicio oficial, fue el más reciente cinismo de los Castro, lo que resulta también una costumbre que todos toleran impotentes.
Resulta que el Congreso fue aprovechado para que el justiciero Raúl propusiera esa norma. Nada menos que 10 años, pero 52 años después. Con tal disposición, aún les queda a las vacas sagradas de la revolución, que rondan todos los 80 años de edad, hasta 2021 para ejercer sus caprichos dictatoriales mientras ven a los cubanos abrir y cerrar “paladares”, vender café o cogerle ponches a la bicicletas.
Cuba sería un circo si no fuera por lo trágico del espectáculo. De todos modos, siempre habrá en las gradas un público que aplaude.