Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



martes, diciembre 11, 2012

Angel Santiesteban precisa de un coro universal



Angel Santiesteban y yo teníamos una cosa en común: Camilo Venegas. Era un amigo compartido cuando lo conocí en la ciudad de Santo Domingo en un viaje que pudo salvarle la vida, pero que él obvió para regresar a Cuba. Ya Camilo lo cuenta en su blog.
Su condena de 5 años por las alevosas travesuras criminales de la dictadura cubana no las voy a contar, la prensa se ha ocupado de ello con suficiente abundancia.
Pero pienso que Raúl Castro se está edificando su Padilla. A su curiculum le faltaba provocar un show internacional  apresando a un escritor. Y Angel Santiesteban se lo ha brindado en bandeja.
No habría otra razón a no ser la repulsión que al régimen cubano le provoca la libertad. Y Angel se aferró a practicarla como si fuera literatura, poniendo en ella su credo y su vida, desconociendo que el paisaje dictatorial de su país la poda con más ahínco que al marabú.
No puedo pensar que un tipo capaz como Angel esté destinado 5 años a las mazmorras cubanas, las pequeñas, porque ya lo estuvo toda su vida en la enorme mazmorra que es la Isla.
He tratado de sumarme al reclamo por su respeto, su reconocimiento y su libertad, un tema que no se cansa de repetir desde Bogotá otro amigo común, Lilo Villaplana. No se si nos escuchan porque el mundo se ha vuelto cada vez más “ancho y ajeno”, pero confío en que suceda porque la nobleza campesina y la sensibilidad de un escritor que clama por la libertad y el respeto deberían ser suficientes motivos para ese coro universal que ahora Angel Santiesteban esta reclamando de todos nosotros.

Consciencia repentina del calendario


Me he puesto viejo. No son las marcas en la piel, los circulitos rojos en los brazos como lunares opacos de la Luna, ni las variaciones escrotianas que me descubro bajo la ducha. No es cuestión de apariencias, sino de intolerancias. En eso está el almanaque. Dicen que a los noventa la calma es una constante, pero a mi edad no, ahora que estreno la vejez con impulsos de otros tiempos me reconozco con menos calma que nunca antes.
Insisto en los Levi´s como si el tiempo no hubiera pasado. Y tengo siempre C-dis en el auto con grupos de los 60 que ya nadie conoce. Pero todo eso es comprensible.
El problema está en la intolerancia. Ese es al asomo verdadero de la vejez. Es como si no me sintiera obligado a escuchar y resistir con cortesía y practicar la diplomacia en busca de ninguna aceptación. Empiezas porque nada te importe y terminas sin importarte nada por importante que sea.
La sabiduría de los años parte de un error crucial: la experiencia. Siempre llega tarde, cuando has consumado el error. Por lo tanto la exhibimos con convencimiento y autosuficiencia, porque al ofrecerla reconocemos, como primicia, que hemos perdido una y otra vez. Es contradictorio y hasta amoral, pero asumimos con orgullo el error.
Lo he descubierto esta noche. Me sucede ya hace rato pero hoy fui consciente cuando, tratando de hacerlo, no pude resistir un articulo sobre Art Basel en Miami. El cronista era un personaje con resumé de lujo, pero su prosa estaba baleada por ese tono original y conocedor que se ha convertido en un ejercicio contemporáneo. No la resistí, no se tan siquiera si tenía razón, creo que sí la tenía, es posible. Es más, estoy seguro de que tenía la razón, pero no soporté el tufo de provocar la sorpresa, la admiración. Ese estilo de ironías, cita sabias y referencias desconocidas que se agregan siempre con el vanidoso fin de impresionar. De crear una interrogante disminuida, una inferioridad secreta en el lector. De hacernos asumir una ignorancia criminal.
Y, sobre todo, nadar un poco contracorriente, significándose de entre la plebe por la originalidad de contrahechos, por el refinamiento y la cultura enciclopédica. Lo que siempre oí definir como “rosca izquierda”.
A cada dos renglones un vocablo misterioso no usado desde el castellano del BAVUM y el nombre de un autor de novelas de recónditos lugares con geografías mitológicas que sólo han leído sus progenitores y el cronista que acabo de conocer, quien logró enlazarlo con Art Basel en Miami, muy ingeniosamente.
Por eso raramente leo libros nuevos, autores de moda, me desactualizo con rapidez desmedida y consciencia. Me convierto cada vez en más desconocedor y en redentor de momias literarias. En repetidor de cronista lineales y transparente que le agradecen a Hemingway la ausencia de adjetivos, los puntos y seguido y la asepsia de un estilo propio de hospitales. Realmente adoro la comunicación flagrante y grosera y, de vez en vez, leo un capitulo cualquiera de Oppiano Licario para molestar a mi intolerancia.