Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



lunes, septiembre 01, 2008

Mi mano con Cardenal

Lo conocí hace muchos años frente a uno de los más espectaculares paisajes cubanos. Los mogotes, como elefantes verdes, se alzaban en el atardecer sobre el Valle de Viñales. Era el año 1971. Recostado a la baranda de hierro, a un lado de la piscina, casi sobre el Valle profundo, con la colonial estampa del Motel La Ermita, Ernesto Cardenal conversó durante varias horas con nosotros. Éramos entonces un grupo de aprendices de escritor emocionados ante la paciente palabra del sacerdote poeta, conversacionalista hasta la médula y lleno de convicciones a medio camino entre la guerra y el espíritu.
Poco después, el gobierno triunfante sandinista, del que fue Ministro de Cultura, se me mostró equívoco. Cardenal se alejó del verso, la apaciguante maravilla de Solentiname dejó de serlo en el fragor político de Nicaragua y el viejo sacerdote poeta se me diseminó entre las noticias adversas de la prensa y mi oposición a sus posiciones políticas.
Ernesto Cardenal quedó como referencia de un tiempo especial y una poesía con el tono sublime con que conversamos frente al impresionante valle del occidente cubano.
Hoy, Daniel Ortega lo persigue. Odios políticos e intransigencias aprendidas de la revolución, de cualquier revolución, han desatado la furia de uno de los personajes más nefastos de la historia contemporánea latinoamericana.
Cuando la toma de posesión del nuevo presidente paraguayo, Fernando Lugo, Ortega fue impedido de asistir, rechazado por la mujeres de Paraguay que no le perdonan la violación de su hijastra, una acusación probada que fue disipada por la corrupción del poder en Nicaragua. En tanto, Cardenal fue recibido con clamores.
Convertido en un severo crítico de este segundo gobierno de Ortega, Ernesto Cardenal ha sido condenado por supuesta injuria al revivir un expediente que había prescrito en 2005. Ortega quiere meterlo en la cárcel convocando la manipulación de su compinche y juez de Managua, David Rojas.
Muchas voces se han levantado ya contra el atropello y otras se levantarán.
Cardenal tiene en contra, a los testaferros de Ortega, a la despreciable Rosario Murrillo y al presidente Daniel, que con los frutos de aquella “piñata” con que terminó su primer mandato presidencial, ahora se pasa al bando de las mafias políticas continentales.
A su favor, el poeta-sacerdote tiene al resto del mundo.

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