Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



viernes, agosto 27, 2010

Papel de hombre

Cuando apareció en la Habana el poemario Papel de Hombre, libro que había obtenido el Premio David, uno de los más importantes del continente en aquellos años de finales de los 60 e inicio de los 70, su autor, Raúl Rivero, se colocó entre las voces más influyentes de la poesía cubana de entonces. Su vigencia no se ha detenido y aunque la poesía ya no es un papel tan relacionado con el hombre, Rivero sigue siendo cita obligada.
No es que fuera el detonar de un poeta con muchas ganas de escribir, gajes de juventud incontenible, sino que inauguró el desembarazo de la costumbre circundante de sus poetas coetáneos. Aquellos versos de trinchera que dominaron la poesía cubana de la década del 60, encontraron otros referentes con Rivero, un lenguaje más cercano a la generación que despuntaba y temáticas con un asomo de conflictos humanos y atrevimientos sexuales.
Ahora Raúl Rivero tiene otras referentes. Su trascendencia ha saltado de la poesía a la militancia en la acera de enfrente. Disidente, expreso político por tenencia de máquina de escribir y otros menesteres peligrosos en la Cuba de los últimos cincuenta años, Rivero vive ahora en Madrid en eso que suelen llamar “bajo perfil”. Prefiero pensar que es rescatado por la sensibilidad esquiva de la poesía.
Las exigencias del deber patrio, los reclamos de justicia, los mensajes positivos, la conciencia social han matado más poetas que las tiranías. Obligados por su conciencia y por la exigencia general, los poetas se dedican a heredar lo peor de Maiakovski mientras que lo mejor que pueden ofrecerle al mundo, languidece en connotaciones forzadas y “mensajes” metafóricos.
Raúl tiene un pasado decidido. Sus libros abrieron puertas y señalaron derroteros en la poesía cubana que nacía en aquellos años. Ningún poeta cubano en la segunda mitad del siglo pasado tuvo tanta influencia decisiva en lo que se hacía entonces. Ni la ironía lírica de Wichy Nogueras provocó tantos seguidores.
A Raúl le agradezco más sus versos que sus denuncias políticas, aunque compartamos el mismo dolor de ver cómo se extiende la hecatombe tortuosa en Cuba, y le confieso que este comentario no ha sido provocado ni por sus versos ni por su militancia, sino por escuchar en Santo Domingo con estoicismo plural y apego a la democracia, a huidizos aficionados al crimen que refugiados en el ejercicio de la libertad y una columna en la prensa, atacan el riesgo y el honor de otros, sentados alrededor de sus desayunos suculentos, tranquilos y tolerados mientras apuestan por eliminar con bombas, a su opositor.

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