Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



martes, noviembre 06, 2007

Orwell, el vencido


El escritor alemán Novalis dejó dicho que “las novelas surgen de las limitaciones de la historia”. Todo lo que el hombre no ha comprendido, se lo inventó. A todo lo inexplicable le encontró un razonamiento imaginario. Es la pretendida sabiduría humana que aún presume de encontrarle respuestas a lo imposible y así va cambiando las explicaciones a través de los años sin el menor pudor, negando lo afirmado o viceversa, con tal de no perder la llave que descubre todos los misterios, la sapiencia enfermiza que cada vez le resta más encanto al juego de imaginar.
Hace unos años, lastrados por el boom de la novelística latinoamericana, los nuevos escritores se dieron a la tarea de negar esa herencia, acodados en una reiterativa lógica generacional. A eso, el viejo Carl Marx (el más chistoso de los hermanos) lo llamó “negación de la negación” y así inventó una cadena evolutiva del pensamiento y la existencia que se conoce como dialéctica. Desde entonces todos nos preguntamos de qué modo la “unión y lucha de contrarios” condujo desde Carl hasta Gruocho.
Después de que las iglesias se apoderaron del temor y los delirios de la fe, de la obediencia al bien y al mal; después de que los partidos políticos se apoderaron de esos mismos temores, delirios y obediencias; y después de que los empresarios hicieran igual, poco le va quedando a los escritores por inventar y lentamente la imaginación se va convirtiendo en una virtud en extinción.
Los poetas se acaban, la poesía adolece de quien la lea (jamás aparece ya quien la escuche) y los narradores suprimen con tal voracidad los adjetivos, las subordinadas y la belleza que sobrevive en el lenguaje, que aquello que estudiamos como estilo directo en Hemingway es ahora una vergüenza de retórica maltrecha ante esta rectitud de los nuevos narradores.
Una conversación amenaza con convertirse en la prontitud sincopada de un Chat. Y el olor de las cartas que cruzaban el Atlántico con lacra que las sellaban, estampillas de faunas milagrosas y matasellos de correo, es una experiencia anacrónica sustituida por el un ratón sobre el send en un email.
¿Quién se atreve hoy a enaltecer los giros metafóricos de la lengua en sus pretendidas narraciones?
La literatura va tomando el cauce de los memorandums “printeados” y a la Blackberry te pueden llegar los más enardecidos versos de amor con dos palabras ininteligibles de esa neolengua tecnológica que George Orwell nunca llegó a imaginar.

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