Cuando en abril de 1982 el conflicto armado por las islas Malvinas enfrentó a argentinos y británicos, el único triunfador fue la dictadura militar que, desde la Casa Rosada, maltrataba a diestras y siniestras la libertad y la democracia de sus ciudadanos.
Fue una buena jugada de la Junta Militar argentina. Hundida en medio de una repulsión nacional e internacional, con miles de crímenes a cuestas, se jugaron la carta de exaltar el nacionalismo al costo de la muerte de más de 650 argentinos, que combatieron para que sus compatriotas se olvidaran de la tiranía y se alinearan con sus esbirros en el orgullo nacional. Una suerte de fútbol patriótico que los fanáticos aclamaron desde las gradas de su maltratada realidad.
El episodio ha sido recordado con ese sabor del heroísmo y la vanidad nacional, pero con la estratificada sensación de saberse víctimas de una manipulación sagaz.
Más o menos lo que vuelve a suceder ahora. Con el nuevo aniversario de aquella guerra que reclama aún la justa independencia de las Malvinas, la presidenta argentina Cristina Fernández prometió dar “una batalla profunda, cultural, diplomática y política en todos los frentes” para recuperar la soberanía de las islas.
Ya Argentina no tiene una junta militar dictatorial. A cambio, tras varios episodios de gobiernos lamentables, el matrimonio Kirchner se ha apoderado del país y, entre el macho y la hembra de la pareja, estarán casi una década en la Casa Rosada.
El resultado final ha sido lamentable. Enriquecimiento voraz, desastre financiero de la nación, manejos turbios de la economía, endeudamiento y dependencia de gobiernos externos, es decir: Venezuela, desde la campaña electoral hasta hoy.
Pocos creen aún en la pareja rampante. Nadie en el mundo confía en la maquillada mandataria que gasta millones del presupuesto en su make-up invariable y en las más sublimes marcas de la moda internacional.
Las Malvinas vuelve a ser hoy, como en 1982, un ardid del camuflaje político, una estocada a la inconformidad ciudadana por los gobierno en matan o encarcelan opositores, o matan y encarcelan economías.
1 comentario:
Yo creo que en esencia este articulo pone las tildes sobre las eñes; pero no coincido con la visión del autor cuando se refiere a la: “la justa independencia de las Malvinas”. Tanto la junta militar que gobernaba en 1982 como el actual gobierno argentino no buscaban la independencia de las Malvinas buscaban o buscan la anexión a la Argentina. Por casi 200 años las islas han estado mucho mas atadas a la distante Gran Bretaña que a la mas geográficamente cercana Argentina. Dos siglos de relaciones económicas, políticas y sociales con la corona le han dado a los 3 mil habitantes de estas islas una identidad no necesariamente compartida por sus vecinos continentales de 40 millones que deberían concentrar mas esfuerzos en buscar su propia independencia -no la de bandera y consignas; sino la plena que los libre de la falta de institucionalidad, corrupción y políticas demagogas- y con ello se convertirían naturalmente en una opción atractiva para quienes deben decidir el futuro de las islas (sus habitantes) Los legítimos derechos a autodeterminación de su tierra son los habitantes de ellas, ni la Kirshner se iria a vivir allí como no lo hizo Videla, ni es el autor de este blog quien para creerse con mas derecho a decidir que bandera ondea sobre las islas que los angloparlantes que pescan cada día en las Falkland, tierra de sus tatarabuelos.
Existe un precedente, en 1962 cuando Jamaica obtuvo la independencia, las Islas Cayman que eran administradas desde Kingston quedaron en el limbo y se le dio a los habitantes la opción de unirse a Jamaica como provincia, ser una nación independiente o seguir siendo parte de la Corona, escogieron seguir siendo un territorio de ultramar de la corona y hoy estaría chiflado el habitante isleño que quisiera lo contrario, lo decidieron los propios habitantes y casi 40 años de historia prueban que fue una decisión sabia. Denle igual oportunidad a los habitantes de las Malvinas o Falkland, creo saber la respuesta.
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