Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



miércoles, febrero 24, 2010

Por la muerte de Orlando Zapata Tamayo.

Orlando Zapata, uno de los presos de la Primavera Negra en Cuba, murió este martes 23 de febrero, tras una larga huelga de hambre pidiendo que fuera considerado como preso de conciencia y en contra de los abusos del régimen.
La tiranía de los Castro no le concedió el reclamo. Al cabo de 83 días sin atención, falleció después de que fuera trasladado en el último instante, a un hospital en la ciudad de La Habana.
En 1972, Pedro Luis Boitel había muerto en las celdas de Cuba por las mismas causas, pero entonces los cómplices ciegos y los tontos útiles eran aún demasiados como para que trascendiera la noticia hasta sus reales consecuencias. Hoy el panorama es distinto.
"Ya asesinaron a Orlando Zapata Tamayo, ya acabaron con él. La muerte de mi hijo ha sido un asesinato premeditado'', afirmó su madre, Reina Luisa Tamayo, a medios de prensa internacionales.
Zapata Tamayo dejó de ingerir alimentos el 3 de diciembre pasado. Las golpizas sistemáticas alimentaron su decisión de permanecer en huelga de hambre. Hoy es un mártir, es la palabra que define su acto de inmolación frente al crimen de los dictadores cubanos. Nadie tendrá hoy el valor de soslayar esta verdad o de atribuirle epítetos miserables.
Acaso en Madrid o en Washington aprenderán una lección certera. Y abandonarán ese rol dudoso que pretende legitimar la dictadura.
Hoy la vigilancia policial está multiplicada en las calles de Cuba. Tienen miedo, como siempre. En la ciudad de Holguín, a donde sus padres pretenden llevar el cadáver, las hienas del régimen están alarmadas, tratando de evitar cualquier conato de libertad.
Pero aún no se sabe si los sátrapas del castrismo cubano le permitirán llevarse el cadáver o si lo tiraran en una fosa desconocida, como suelen hacer.
El odio termina por alimentar el odio. No creo en el perdón cristiano. Quienes mataron a Orlando Zapata Tamayo ayer, algún día han de pagar su muerte, junto al coro infame y enorme de los asesinos que en Cuba han mantenido, a sangre y fuego, la revolución.
Allá Dios si los perdona. Para nuestra honra, nuestro dolor y nuestra historia, están condenados.

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