Recuerdo un encuentro de talleres literários celebrado en el balneario de San Vicente, en la zona montañosa de Viñales, en la provincia de Pinar del Río, hace muchos años ya. Allí compartimos con Miguelito Barnet, poseído entonces de su agudeza crítica y un humor ácido que divertía. No era el mismo, en algunos sentidos, en otros sigue siendo el que es hoy.
Recuerdo que, formando parte de un jurado de fundamentalistas rojos de la obediente intelectualidad cubana, Barnet se atrevió a defender un poema mío, que ya arrastraba mi pasado personal desafecto. ¿Era 1978? ¿1979? Mi poema fue marginando por la desconfianza en su autor, políticamente incorrecto, pero quedó una deferencia entre Barnet y yo que luego se afianzó cuando me mudé a La Habana y coincidíamos en la UNEA o en ciertas peñas de música popular que se celebraban en el Museo de Artes Decorativas, en Bellas Artes o en el Parque Lenin.
Desde entonces le guardo un respeto profesional y, a pesar de los cuestionamientos que muchos le profesan, para los que él ha dado motivos suficientes, he conservado una postura vertical con Miguelito Barnet.
Ahora, desde que fue nombrado presidente de la UNEAC, Barnet ha potenciado ese caudal errado que, tradicionalmente, convirtió su figura en blanco de horrores.
No lo cuento con odios, sino con pena. Escucharlo defender en Panamá, hace apenas unos días, que “los cubanos sí viajan, los únicos que no viajan son los que están presos” y poner como ejemplo que “La gente cree que los cubanos no viajamos y yo he viajado a más de 47 países", resulta indecoroso.
¿Por qué tiene la necesidad de mentir hasta esos niveles de insolencia?, ¿qué lo mueve a tales actos vergonzosos?, ¿es que permanecerá su nombre por Cimarrón o por esas actitudes vandálicas?, ¿es que la presidencia de la UNEAC lo obliga a engañar sin piedad con su propia consciencia?
No caeré en razonamientos ni pruebas que refuten sus afirmaciones en Panamá. Existen evidentes argumentos para demostrar que, durante 50 años de terror gubernamental cubano, lo que afirma Barnet es una mentira oficial.
Sólo me apena la conducta de quien pudo quedar en la literatura cubana como el creador de una corriente de testimonios florales y fluido que todos fuimos leyendo alguna vez.
1 comentario:
Es una verdadera verguenza, y una lástima, porque siempre pienso que detrás del escritor, cantante o artista hay también una buena o mala persona, y este - como varios otros - ha demostrado ser de las peores. Un saludo desde Oviedo.
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