Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



jueves, mayo 01, 2008

La consagración de los camellos


A finales del siglo XVIII, los vecinos de la ciudad de Santiago de Cuba vieron con asombro cómo desembarca de un navío de velas plegadas, una legión de camellos.
Pocos conocían de aquel animal de jorobas en el lomo y cara de viejo cansado. No existía entonces National Geographic Channel y los santiagueros no solían visitar el Sahara.
Pero pronto supieron que no era una invasión de Sandokan, sino que los camellos respondían a la iniciativa de los colonos cafetaleros llegados desde Haití después de la sublevación de los esclavos, que concibieron bajar los sacos de oloroso grano desde sus haciendas en la Sierra Maestra, hasta los muelles del puerto de Santiago, con caravanas de camellos.
Cuentan que el clima caribeño los mató poco a poco hasta que esa historia quedó en el olvido. Y no fue hasta 1980, que apareció la próxima referencia al camello cuando, tras la caída del Muro de Berlín, se acabó el subsidio soviético a Cuba y La Habana se llenó de camellos rugientes, no rumiantes, que cruzaban las avenidas de la ciudad tumbando edificios con la vibración de su peso, y con 500 personas acaloradas dentro.

La desaparición del transporte urbano impuso una ciudad detenida. Fue entonces que La Habana salió con una de las más circenses iniciativas revolucionarias, los camellos, dos cuerpos de guaguas pegados y tirados por una potente cabina de rastra, capaz de mover esa mole pantagruélica desde La Lisa hasta Guanabacoa.
El diseño obligado de empatar dos cuerpos de guaguas con chapucería de primeros auxilios, fue lo que inspiró el apodo popular de Camello a aquellos gigantes ruidosos que iban humeando como chimenea de un central, las calles de la capital.
La imaginación popular los definió como películas triple X: sexo, violencia y lenguaje de adultos. Todo podía suceder en medio del calor estomacal de estos camellos habaneros. Hay hasta una generación nacida de un recholateo oscuro en uno de estos monstruos saharianos durante un viaje del Vedado a Marianao.
Hace apenas unos días, el gobierno cubano anunció la desaparición de los camellos. Ahora serán sustituidos por guaguas chinas que ya provocaran sus propias leyendas con su presencia del lejano oriente en la isla insólita del Caribe.
Por ahora, los habaneros despiden a sus camellos con una mezcla dudosa de alegría y nostalgia. Muchos los van a añorar, carteristas, jamoneros, otros evocarán la resistencia cruel frente a unas axilas al punto del mediodía. Contarán anécdotas que se convertirán en leyendas y mitos populares y alguna vez, los camellos de La Habana pasaran al olvido como aquellos primeros que trajeron los cafetaleros franceses de la Sierra Maestra.
La historia es cíclica, siempre se repite.

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