Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



miércoles, abril 30, 2008

Angola, al duro y sin guantes


Alrededor de 1980 me citaron a la Unidad de Reclutamiento Militar de La Lisa, en la Ciudad de La Habana. Era una oficina pequeña en medio de mansiones de la burguesía cubana pre-revolucionaria, ocupadas ahora por instituciones estatales, clubes privados para el stableshment y restaurantes lujosos para diplomáticos extranjeros. Al llegar, predije las razones de la cita frente a los rostros graves de quienes, como yo, habían sido convocados. Horas después, salía de allí con el terror de convertirme de la noche a la mañana, en un soldado cubano en las selvas de Angola.
No sucedió. No tenía instrucción militar, no había pasado el Servicio Militar Obligatorio, no sabía disparar ni con tirapiedras. Parece que no necesitaban entonces soldados para morir, sino soldados para matar y decidieron considerarme inepto para participar en la misión solidaria a Angola.
Tuve amigos que sí pasaron por la experiencia angolana, o que fueron parte de las misiones cubanas de combate en las arenas de Etiopía. Y supe de sus experiencias, sus locuras, sus horrores. Guerras verdaderas ajenas a las historias oficiales, soldados cruzados por recuerdos fatales, falsos héroes aplaudidos en las tribunas de la revolución. Traumatizados, lisiados, enfermos, renegados, mentirosos. Hubo de todo en el basurero de las gestas bélicas internacionales de Cuba.
Tuve este recuerdo anoche, cuando leí de un tirón Sur: Latitud 13, un libro de cuentos que no fue publicado en Cuba a pesar de que obtuvo uno de los premios de la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC) porque cuenta “la otra cara de la guerra”, como me escribió su autor, Angel Santiesteban, en la primera página del volumen que me dedicó.
Una guerra de horrores como todas las guerras del mundo, de crímenes y equívocos, de una frialdad inusitada a la que acuden los hombres en medio del paisaje desolador de la muerte posible, del tiro de gracia en la esquina.
Le agradezco a Angel este libro que pone el dedo sobre una llaga de la que muchos no quieren hablar, o de la que muchos hablan sandeces, o de la que muchos se vanaglorian en medio de esa mitología de la infamia universal que es la palabra internacionalismo en el mataburros alevoso del oportunismo revolucionario.

No hay comentarios: