De los nueve vicepresidentes cubanos actuales, ocho sobrepasan los 73 años de edad. Es la revolución de los abuelitos que con 12 generales en la cima del poder no puede disimular su retrógrado ejercicio de gobernar con la mano dura de la intolerancia militar.
El más reciente caso es la sustitución del Ministro de Transporte por un excombatiente de la Sierra Maestra, el general Antonio Lussón, de 80 años de edad, considerado eficaz por rematar el deteriorado sistema ferroviario de la Isla, responsabilidad que tuvo cuando se le encargó rehabilitarlo, pero la ineficiencia paradigmática que lo define terminó haciendo lo único que este anciano sabe hacer muy bien, darle un tiro en la sien al ferrocarril en Cuba.
Incontinencia urinaria, signos de Parkinson, hipertensión arterial, arritmia cardiaca, artritis generalizada son los signos “vitales” del gobierno de Raúl Castro.
Un ejército de médicos geriátricos y socorristas tomaron la Plaza de la Revolución por adelantado cuando el pasado primero de mayo, fueron a la tribuna esa legión de dirigentes octogenarios, a los que todo les tiembla menos el pulso que sostiene la pistola con que matar la dignidad del país.
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