Laida Licet Recio y su esposo Rolando Suárez se fueron a festejar un cumpleaños a su casa natal del oriente cubano. Vivían junto a sus tres hijos en la ciudad de Miami, pero aprovecharon las nuevas aperturas para viajar a Cuba e hicieron sus maletas a inicios de este mes de mayo. Ahora ella está muerta y él grave en un hospital de La Habana.
Unos delincuentes con tubos rellenos de concreto, los asaltaron en la calle para robarles. Ella murió al instante de un golpe en la cabeza.
Es la violencia callejera que no sale en la prensa cubana, nadie habla de ella, se mantiene en el silencio estratégico oficial para darle colores de paraíso a un país en ruinas, con una sociedad decadente y un crecimiento alarmante de la violencia.
Laida y Rolando compraron el seguro de viaje que las autoridades cubanas obligan tener a cada viajero que llega a la isla. De nada les ha valido. El gobierno cubano está exigiéndole a la familia US$10,000, más US$50 al día para gastos relacionados con la conservación del cadáver en un refrigerador hasta que pueda ser enviado a la Florida. Además, parece que no van a correr con los costos de enviar el cadáver a Miami.
Ella tenía 40 años, él lucha contra la muerte con 43 años de edad. La vida de sus tres hijos ha cambiado para siempre.
Ese es el obsequio de un viaje a Cuba donde la delincuencia, la búsqueda por satisfacer las necesidades primarias, la pérdida de valores, el vandalismo y la amoralidad social que provoca una sociedad en crisis y una población desesperanzada multiplican las agresiones, los robos y el crimen con la complicidad del silencio oficial, que pretende seguir ofreciendo un paraíso en technicolor en vez de la ruina en que se ha convertido el país.
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