Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



miércoles, agosto 13, 2008

Lin y Yan, el “cuento chino” que le faltó a Oppenheimer

Un amigo empresario que fue a China para concretar un negocio, regresó contándome sobre el crecimiento económico del país y la apariencia de confort y entusiasmo de su gente.
Quisiera creerle con la misma candidez, pero recuerdo que viviendo en La Habana, debí soportar a cientos de empresarios extranjeros como él, que iban en busca de negocios a Cuba, decirme que el pueblo le hablaba maravillas de Fidel y del sistema.
Con medio siglo de dictadura, Cuba es apenas un aprendiz al lado de la larga experiencia china en estos menesteres de la represión y la inducción de la autocensura y el terror, de la doble moral y la sobrevivencia, donde, en vez de encarcelar a los discrepantes, opositores y disidentes, los masacra en medio de la ciudad.
He rechazado las tesis incautas sobre el bienestar y la experiencia chinas, la opinión de quienes miran desde el lunetario y no pueden escuchar el rumor entre bambalinas o la vergüenza encerrada en los camerinos. Ese es otro “Cuento chino” del que Andrés Hoppenheimer no ha sabido hablar. Ni tampoco mi buen amigo con quien empecé esta historia.
Hoy, acaba de conocerse una muestra simbólica de ese engaño vil.
La preciosa niñita Lin Miaoke, impresionó al mundo cuando cantaba “Oda a la madre patria” en la inauguración de las Olimpiadas de Pekín. Pero hoy se acaba de conocer que Lin sólo movía mímicamente la boca, porque la cantante real era otra niña, Yang Peiyi, quien interpretó la canción inaugural pero que el Buró Político del Partido Comunista Chino, decidió que no podía salir al escenario porque no era linda y risueña como Lin, quien representaría ante las cámaras el rostro esperanzador, bello e impresionante que el comunismo chino quería ofrecerle al mundo.
El director musical de la ceremonia, Cheng Qigang, fue quién reveló la farsa y argumentó que fue una decisión “aprobada por las altas figuras del Polish Buró”.
El engaño del que fue víctima el mundo, es el reflejo conciso de cuánto se puede esperar de los regímenes dictatoriales comunistas y las tendencias ultra-izquierdistas que siguen las mismas huellas.
Ha sido un show horrendo, despiadado e indigno que dañó la integridad de Yang Peiyi, colocada en la trastienda, a la oscuridad, en el anonimato para dimensionar el brillo y el éxito de Lin Miaoke, por la decisión política china de engañarnos a todos con su imagen de bondad, apertura y crecimiento.
Me pregunto, ¿no será el rostro bello de Lin lo que ven en las calles de Pekín Hoppenheimer y mi amigo empresario en vez de la cara oculta de Yang aterrorizada tras la fachada?

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