Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



martes, mayo 31, 2011

Saladrigas en el filo del contrapunto

He coincidido con Carlos Saladrigas en dos o tres ocasiones durante eventos convocados por la Unión de Trabajadores Cubanos en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. En una de ellas, escuché con atención su exposición sobre las ventajas de promover la microempresa en Cuba, lo que me pareció una estretegia positiva y capaz de activar resortes de independencia individual y desarrollo de las fuerzas económicas en la sociedad cubana actual.
Si algo puse en dudas fue la metodología. Sugería promover esa posibilidad a través de la internet. Primer error, Cuba es el país con menos acceso a internet en occidente.
Otra cosa era que, para activar el desarrollo de la microempresa, sería imprescindible la colaboración del Estado con la creación de un marco legal propicio. No lo hay y si aparciera ahora, tras la resurrección del “cuetrapropismo”, faltarían aún las garantías de su cumplimiento. ¿Cómo se logra eso?
Viviendo en República Dominicana, un país de economía de mercado y con un sistema democrático (a lo latinoamericano), se originó una gran polémica cuando la embajadora española criticó las seguridad legal dominicana para la inversión extranjera. Esa realidad limitaba la inversion foránea directa en el país y provocaba el retiro de algunas empresas euorpeas instaladas desde hacía tiempo.
Si esta crisis generó acciones urgentes por parte del Gobierno dominicano para revertir esa percepción, me pregunto qué podría pasar en un país como Cuba donde la falta total de transparencia, la debilidad de los compromisos legales, las desobediencias contractuales y la intolerancia han identificado por décadas, el comportamiento frente a las inversiones.
Hoy, aparece en los medios de Miami la propuesta de Carlos Saladrigas, al frente de un grupo de empresarios cubanos residentes en EEUU, de invertir en la isla si el gobierno de Raúl Castro adopta “reglas universales” sobre este tema.
Para Saladrigas, el aporte de los empresarios cubanos del exilio, tanto en inversiones como en experiencia de negocios, puede asimilarse como una fuerza determinante en el cambio económico cubano lo que conllevaría, sin que él lo diga, un proceso de cambios socio-políticos.
Creo que coincido de nuevo con Saladrigas. Luego de medio siglo de intoleracian y odios no sería desafortunado explorar vías alternativas. Si la montaña no viene a ti, ve tú a la montaña, reza el antiguo axioma oriental. Pero, para ello, Saladrigas precisa de que el gobierno cubano garantice un marco legal claro, un sistema judicial efectivo y libre, un riesgo político moderado y un clima laboral justo y equitativo.
Ese es el primer síntoma de escepticismo. Si por 50 años el gobierno cubano ha subsistido sin tener que garantizarle eso a nadie, ¿qué probaría que esas condiciones se garantizarían ahora? y, aún más, luego de creadas, aprobadas y puesto en práctica, ¿quién garantiza que una mañana todo no se caiga, se borre de un plumazo y la orquestación vuelva a dacapo?
Si en Dominicana ese marco legal existente fue questionado porque su incumplimiento provocaba la huída de capitales, ¿cuál será esa garantía absoluta que promueva invertir en Cuba corriendo todos los riegos? No existe, no existirá. Sólo es posible si está sostenido por un historial de cumplimientos constantes, de ética comercial y de negocios, de un Estado que, por tradición e institucionalidad, exija el cumplimiento de los marcos legales existentes bajo sanciones y condenas insobornables. Y, no lo olvidemos, en una sociedad donde hay derechos plenos de asociaciones, de expresión y se practique un periodismo independiente.
En su fundamentación, Saladrigas plantea la necesidad de que las autoridades cubanas reciban al empresario como “salvadores, no como un mal necesario”. Y exige lo que llama “un cambio de filosofía” que elimine “el deseo frenético de controlar toda la actividad humana”, dijo.
Lo que pasa es que esas dos condiciones no son parte de la periferia estatal, sino de la esencia del sistema. Si el gobierno de Raúl Castro es capaz de adoptar esas dos condiciones que pide Saladrigas, cae en una autonegación básica, deja de ser el gobierno al que se acude en auxilio, para convertirse en otra cosa, que por su propia identidad, permitiría la libre inversión externa bajo reglas universales de respeto y legalidad, además de derechos fundamentales y no, para cada individuo.
Saladrigas le pide peras al olmo. Lo que quiere, en realidad, no es una transformación del gobierno en Cuba, no un cambio de actitud, no una apertura comercial, sino una sustitución radical que implica el cambio filosófico. No sé si es consciente, pero hay una doble oposición entre sus planteamientos y sus condiciones, entre su llamado y su cautela, entre el ideal propuesto y la realidad que implica.
Finalmente, aunque la posibilidad se torna difícil, supongamos que sucede. Entonces quedaría lo demás, poner en orden esa comunión cristiana entre los inversionistas del exilio y sus verdugos. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin los Catros TODO, con la dictadura NADA de inversion.