Gilbert Brownstone lleva 39 años visitando Cuba. No le han importando las restricciones del Departamento de Estado de EEUU y cada vez que ha podido toma un avión y se va a La Habana, donde ha hecho costumbre elogiar el trabajo cultural de la revolución de los Castro, coquetear con los poderes y ofrecerle a los artistas un soplo de oxígeno en moneda dura, comprándole cuadros en dólares a las nueva generaciones de pintores cubanos.
Ahora, Brownstone, presidente de la fundación que lleva su nombre, ha querido devolverle a las instituciones culturales de la Isla, toda esa felicidad que le han dado durante casi cuatro décadas dejándolo andar como un mesias, suerte de Rey Mago, por las calles de La Habana con todos los derechos, poderes y virtudes que le niegan a los ciudadanos.
El galerista estadounidense acaba de donarle al Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, 120 piezas originales que incluyen obras de Pablo Picasso, Andy Warhol, Joan Miró, Marcel Duchamp, André Masson, Camilla Pisarro, Edouard Vuillard y Roy Lichtenstein.
Pero Brownstone, no satisfecho con su gesto de bondad, ha declarado a la televisión cubana que va a seguir comprando cuadros valiosos y regalándoselos a las arcas del Museo Nacional.
El gesto le ha valido recibir de las autoridades culturales de la Isla, una medalla como agradecimiento por su dádiva, en un acto celebrado por el Consejo de Estado a pedido del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y en el que estuvo presente el ministro de Cultura, Abel Prieto.
Pero lo que ignora o disimula ignorar el bueno de Gilbert Brownstone, es que desde hace más de 30 años, el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba se ha dedicado a vender en el mercado internacional del arte, a través de testaferros, a coleccionistas privados e instituciones públicas, cientos de obras de arte pertenecientes a los fondos nacionales, de la autoría de los más importantes pintores cubanos de la primera mitad del siglo XX como Víctor Manuel, Carlos Enríquez, Amelia Peláez, Servando Cabrera, Fidelio Ponce, Wifredo Lam, René Portocarrero y la mayoría de las piezas de una importante colección que poseía del pintor español Joaquín Soroya.
Brownstone finge no saber que con ese dinero procedente del tráfico de obras de arte, el gobierno de la Isla ha financiado planes terroristas, armas para subversivos, espías en el mundo, prebendas para sus dirigentes, sobornos y extorsiones a políticos, equipos para la represión, la vigilancia y todos los ardides de la dictadura.
Que no se asombre Brownstone cuando vea uno de sus cuadros donados a Cuba, en un remate de la galería Christie’s, porque esta ha sido su contribución al financiamiento de la tiranía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario