Al final de la tarde del pasado martes 10 de marzo, el Senado estadounidense dio señales evidentes de cordura cuando aprobó el nuevo paquete de estímulos, pendiente de la administración Bush, conjuntamente con la modificación de las disposiciones especiales sobre Cuba que el gobierno republicano precedente había dictado.
Las modificaciones sobre Cuba dejan sin efecto las últimas restricciones sobre remesas, frecuencia de viajes, límites de dinero para gastar en la Isla y venta de medicinas y alimentos, lo cual le da al gobierno de Obama una dimensión más justa de cómo la política exterior de EEUU asume su trato con el gobierno de los Castro.
Ahora los cubanos en EEUU podrán ir a Cuba una vez al año, podrán gastar hasta 175 dólares durante sus viajes y podrán enviar remesas de hasta 300 dólares, una vez cada tres meses.
Las ventas ya establecidas de alimentos y medicinas no deberán ser pagadas por Cuba antes de embarcarse en puertos estadounidenses, sino antes de desembarcarlas en puertos cubanos, lo que le da un margen de pagos de una semana más, el tiempo que demora el viaje desde costas de EEUU a La Habana.
Se mantiene la negativa a los créditos a Cuba, totalmente lógico y consciente frente a un país que es el segundo más endeudado del mundo y con un célebre historial de “mala-paga”. Y los viajes a Cuba siguen siendo ilegales, aunque al no habilitar fondos federales para vigilar la violación de esa ley, los cubanos podrán viajar a la Isla sin temor a las represalias, no así las agencias de filibusteros cubano-americanos que, coqueteando en ambas costas, ganan aquí y allá organizando tours de cubanos a su país porque, al fin y al cabo, puede dictarse la disposición de sancionarlos por violar las legislaciones. Un riesgo que preferirán no correr.
Lo mejor de esta aprobación es la señal de que, con ella, Obama ofreció garantías de que las medidas sobre Cuba no revertirán la política estadounidense hacia la Isla. Las pretensiones de suspender el embargo, promovida por comerciantes, congresistas, cubanos exiliados y la mitad indolente latinoamericana, no parece convertirse en realidad. Una garantía moral, no de otra índole, para quienes mantenemos la afrenta de soportar medio siglo de dictadura con cómplices por todos los lados y con un feroz bloqueo interno dentro de Cuba, del que no hablan ni exigen los demás.
El reciente informe titulado A Second Chance: U.S. Policy in the Americas presentado por Diálogo Interamericano, refleja las opiniones de los miembros de esa organismo, encabezado por el ex presidente chileno Ricardo Lagos. Ellos consideran que Barak Obama debe levantar el embargo sobre la Isla para mejorar sus relaciones con Latinoamérica. O sea, que EEUU debe acercarse al resto latino del continente de modo unilateral (¿de quién es la urgencia, de quién la necesidad, para quién los beneficios?) y debe quitar el embargo porque esa es una condición que imponen los gobiernos cómplices de los Castro.
Un mensaje vergonzoso para quienes hemos sufrido medio siglo de tiranía cubana y que nos distancia, cada vez más, del resto de las naciones semejantes en una región tan elemental para las traiciones.
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