Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



jueves, octubre 23, 2008

Dulces mentiras

“Es difícil imaginarse que Colin Powell apoyaría a un socialista”, dijo Barack Obama el pasado martes en Miami. Entonces ¿por qué apoyó Powell al candidato demócrata?
Ya sabemos, por boca del mismo Obama, que por socialista no es, lo que significa que, siendo él socialista, no es por ello que Powell lo dará su voto el próximo 2 de noviembre.
No lo digo yo, lo dijo Obama.
Por otra parte, Powell ha dicho que, a pesar de ser republicano y amigo personal de McCain, votará por Obama, lo que también descarta filiaciones políticas o simpatías personales.
¿Entonces…? ¿Es que el ex secretario de Estado tiene una motivación racial para apoyar a Barack Obama?
La deducción no es un simple ejercicio de posibilidades, sino la consecuencia más lógicas de las propias declaraciones de los protagonistas de esta historia. ¿O es que tiene usted un razonamiento distinto y mejor?
Yo creo que hay cosas que, como se dicen en mi pueblo, “se caen de la mata”. Y en estas propuestas no se razona con responsabilidad, porque estamos jugando al entusiasmo masivo de las palabras “change” o lo que es peor, “¡queremos parte de ese pastel!”, como corearon en el acto de Obama en el downtown de Miami, cuando el candidato demócrata definió la economía estadounidense posible tras la salida de la crisis, diciendo “Todos aquí quieren algo del pastel y nosotros aspiramos a que el pastel crezca para entonces pedir un trozo del pastel’’, dulce comparación para la exaltación del egoísmo populista que fragmenta cualquier sociedad. Ya eso lo hemos oído mucho en Latinoamérica.
Es más sabroso pedir un pedazo del pastel hecho que “fajarse” a hacerlo y quien promete esa filosofía del facilismo, triunfa.
Por ejemplo, la propuesta demócrata de subirle los impuestos a quienes reciben más de 200 mil dólares anuales ya ha comenzado a hacer estragos en la mayorías de las empresas estadounidense.
Un amigo que trabaja en una compañía de mensajerías en el NW de Miami, ya ha tenido la amenaza de su empresa de que si suben las cargas impositivas tendrán que reducir personal y recortar otros beneficios adicionales al salario que entregan regularmente a sus empleados.
Es lógico. Los más de 200 mil USD anuales que ha fijado como frontera para el incremento de impuestos bajo la consigna de “repartir las riquezas”, que promulga el senador demócrata (otra experiencia de trágicos resultados en Latinoamérica), engloba a la gran mayoría de los pequeños y medianos negocios del país, además de, por supuesto, las mega-compañías.
Las facilidades que China, India, Corea o Irlanda dan a los inversionistas, con impuestos del 17% (Obama aspira a incrementar el 30% de impuestos actuales que existe en EEUU) y las condiciones de mano de obra barata harán que muchas compañías estadounidenses emigren a esos países, en tanto las que no puedan hacerlo, quiebren. Consecuencias: un desempleo galopante con todo lo que eso acarrea.
Creo que el panorama está claro y frente a los ojos. No es problema de análisis conceptuales o lecturas entrelíneas. Es una reacción probada en la historia.
Claro que alabar con demagogias populistas y disfrazar alevosamente los programas peligrosos que se acunan, precisa de un apoyo logístico de propaganda que apunte, más a los sentimientos que a la razón. Y las masas tienen esa debilidad coral, reaccionan con más optimismo a la mentira edulcorada que al dolor razonado de la verdad. Otra experiencia vivida ampliamente “al sur del Río Bravo”.

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