Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



martes, diciembre 11, 2012

Consciencia repentina del calendario


Me he puesto viejo. No son las marcas en la piel, los circulitos rojos en los brazos como lunares opacos de la Luna, ni las variaciones escrotianas que me descubro bajo la ducha. No es cuestión de apariencias, sino de intolerancias. En eso está el almanaque. Dicen que a los noventa la calma es una constante, pero a mi edad no, ahora que estreno la vejez con impulsos de otros tiempos me reconozco con menos calma que nunca antes.
Insisto en los Levi´s como si el tiempo no hubiera pasado. Y tengo siempre C-dis en el auto con grupos de los 60 que ya nadie conoce. Pero todo eso es comprensible.
El problema está en la intolerancia. Ese es al asomo verdadero de la vejez. Es como si no me sintiera obligado a escuchar y resistir con cortesía y practicar la diplomacia en busca de ninguna aceptación. Empiezas porque nada te importe y terminas sin importarte nada por importante que sea.
La sabiduría de los años parte de un error crucial: la experiencia. Siempre llega tarde, cuando has consumado el error. Por lo tanto la exhibimos con convencimiento y autosuficiencia, porque al ofrecerla reconocemos, como primicia, que hemos perdido una y otra vez. Es contradictorio y hasta amoral, pero asumimos con orgullo el error.
Lo he descubierto esta noche. Me sucede ya hace rato pero hoy fui consciente cuando, tratando de hacerlo, no pude resistir un articulo sobre Art Basel en Miami. El cronista era un personaje con resumé de lujo, pero su prosa estaba baleada por ese tono original y conocedor que se ha convertido en un ejercicio contemporáneo. No la resistí, no se tan siquiera si tenía razón, creo que sí la tenía, es posible. Es más, estoy seguro de que tenía la razón, pero no soporté el tufo de provocar la sorpresa, la admiración. Ese estilo de ironías, cita sabias y referencias desconocidas que se agregan siempre con el vanidoso fin de impresionar. De crear una interrogante disminuida, una inferioridad secreta en el lector. De hacernos asumir una ignorancia criminal.
Y, sobre todo, nadar un poco contracorriente, significándose de entre la plebe por la originalidad de contrahechos, por el refinamiento y la cultura enciclopédica. Lo que siempre oí definir como “rosca izquierda”.
A cada dos renglones un vocablo misterioso no usado desde el castellano del BAVUM y el nombre de un autor de novelas de recónditos lugares con geografías mitológicas que sólo han leído sus progenitores y el cronista que acabo de conocer, quien logró enlazarlo con Art Basel en Miami, muy ingeniosamente.
Por eso raramente leo libros nuevos, autores de moda, me desactualizo con rapidez desmedida y consciencia. Me convierto cada vez en más desconocedor y en redentor de momias literarias. En repetidor de cronista lineales y transparente que le agradecen a Hemingway la ausencia de adjetivos, los puntos y seguido y la asepsia de un estilo propio de hospitales. Realmente adoro la comunicación flagrante y grosera y, de vez en vez, leo un capitulo cualquiera de Oppiano Licario para molestar a mi intolerancia. 

1 comentario:

Antonio Gómez Sotolongo dijo...

Me gusta, me gusta, me gusta tambieeeeeén... Muy agradable descarga... lo jodido y radiante es que te comprendo perfectamente... y no hago ninguna intolerancia a tus intolerancias...