Angel Santiesteban y yo teníamos una cosa en común: Camilo
Venegas. Era un amigo compartido cuando lo conocí en la ciudad de Santo Domingo
en un viaje que pudo salvarle la vida, pero que él obvió para regresar a Cuba.
Ya Camilo lo cuenta en su blog.
Su condena de 5 años por las alevosas travesuras criminales
de la dictadura cubana no las voy a contar, la prensa se ha ocupado de ello con
suficiente abundancia.
Pero pienso que Raúl Castro se está edificando su Padilla. A
su curiculum le faltaba provocar un show internacional apresando a un escritor. Y Angel Santiesteban
se lo ha brindado en bandeja.
No habría otra razón a no ser la repulsión que al régimen
cubano le provoca la libertad. Y Angel se aferró a practicarla como si fuera
literatura, poniendo en ella su credo y su vida, desconociendo que el paisaje dictatorial de su país la poda con más
ahínco que al marabú.
No puedo pensar que un tipo capaz como Angel esté destinado 5 años a las mazmorras cubanas, las pequeñas,
porque ya lo estuvo toda su vida en la enorme mazmorra que es la Isla.
He tratado de sumarme al reclamo por su respeto, su
reconocimiento y su libertad, un tema que no se cansa de repetir desde Bogotá
otro amigo común, Lilo Villaplana. No se si nos escuchan porque el mundo se ha
vuelto cada vez más “ancho y ajeno”, pero confío en que suceda porque la nobleza
campesina y la sensibilidad de un escritor que clama por la libertad y el
respeto deberían ser suficientes motivos para ese coro universal que ahora Angel
Santiesteban esta reclamando de todos nosotros.
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