El pensador francés
del siglo XIX, Alexis
de Tocqueville,
dejó escrito que “la historia es una galería de cuadros en la
que hay pocos originales y muchas copias”. Fue quizás su disquisición sobre un tema del que Hegel había dicho
que “todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal aparecen, como si dijéramos, dos veces”, a lo que Carlos Marx
agregó en su 18 de Brumario de Luis Bonaparte: “una vez como tragedia y otra vez, como farsa”.
Pero
esto no es una tribuna filosófica, sino apenas una reflexión poco sería sobre
una farsa de suprema actualidad, Hugo Chávez, al que no creí capaz de ser en la
muerte tan caricaturesco como lo fue en la vida.
Su
vida fue una farsa. Desde el golpe de Estado que quiso dar en 1992, que
fracasó, hasta la urna de cristal con sus restos embalsamados, como Lenin, en
medio de Caracas.
Nada
en él fue original, no profesó un solo acto de imaginación, de creatividad
política o social. De Chávez no quedará una sola acción legítima, ni el
populismo socialista ni la represión a los opositores. Ni las prebendas ni los
muertos. Nada. Porque a cada acto suyo durante sus 14 años de gobierno, le
antecede un original de más valor y sorpresa en la historia universal de la
politiquería barata.
La
farsa de Chávez se convirtió en un Frankestein. Tomó pedazos de cadáveres
históricos (Fidel, Stalin, Mao) y construyó un monstruo penoso y peligroso,
torpe en sus acciones y de ridícula apariencia humana.
Da
lástima, si no fuera por el daño que le hizo a buena parte de los venezolanos,
mientras que, al resto, los utilizó con demagogias baratas hasta arruinar al
país.
Pero
con sus ínfulas de actor, aguardó al final para darnos la sorpresa mayor. Su
último encore (presumo que no guarde
en secreto otro aún peor) ha sido momificarse. ¿Lo inventó Maduro, su sucesor?
No lo creo, este señor no es capaz de inventarse nada. No tiene una sola idea
bajo la manga. Así que tras construir mausoleos para Bolívar, museos para la
revolución bolivariana, réplicas de sables y toda esa parafernalia fetichista,
el clown venezolano sorprendió a la ingenuidad global anunciando que, ya
muerto, estará exhibido, como la Gioconda, en un ataúd de cristal. Para
siempre, a donde podrán ir sus devotos a llorarlo, aplaudirlo y cantarle
joropos.
Y así,
para gloria y horror de generaciones de venezolanos y miles de turistas
curiosos, Hugo Chávez reposará en Caracas como el Parque Nacional Waraira, el
Teatro Teresa Carreño y el Palacio Miraflores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario