En la columna de opinión “Chávez y la trampa que se
avecina”, que Carlos Alberto Montaner publicó en días pasado, cuenta que Eric Ekvall, “un notable
asesor político que hace años llegó a Venezuela en el equipo de Joe Napolitano,
el mejor estratega de campañas que se recuerda” le explicó que el sistema
computarizado para la votación que usa Venezuela, mantiene 2 millones de
votantes fantasmas en memoria para ser movidos según los resultados que se
quieran obtener. Ekvall le aseguró que eso explica que horas antes del cierre
de las urnas, Chávez perdía 54 a 41 frente a Enrique Capriles Randosky, pero al
cierre esas cifras se invirtieron. Según contó el asesor, mientras que en la
última década la población venezolana ha crecido en 14%, los votantes han
crecido en 54%.
Para tomar en cuenta estas confidencias de Ekvall, hay que
colocar la percepción y experiencia de nuestro lado. Yo lo he hecho, incluso antes
de leer semejante confesión en la columna de Montaner.
Hace algún tiempo, cuando se instalaba el sistema de
votación electrónica en Venezuela, la prensa dijo que la base de datos había
sido confeccionada y manejada por Cuba y que los informes pasaban por un
servidor en La Habana antes de llegar a Caracas.
Sin embargo, nunca necesité de datos semejantes para
sospechar con certeza, que eso era así y que era imposible que un hombre que
violentaba todas las reglas democráticas, se jugaría su poder en una
votación libre y limpia.
No sucedió, por supuesto.
Mi percepción es que Enrique Capriles interpretó un rol
oportuno, aún haciéndolo inocentemente, ingenuamente, y que en realidad ha
servido para legitimar la permanencia de Chávez en el poder. Lo peor es que hasta
nos puedan asaltar dudas tras la derrota de Capriles dada su actitud pasiva y
relajada en el discurso tras el cerrar de las urnas, y su civilizada y veloz
aceptación de la derrota. Fue un borrón y cuenta nueva frio y desapasionado.
Para agravar su conducta, que ya ha sido cuestionada, ahora
lanza otro enfurecido discurso optando a la gobernación de Miranda, una
candidatua que ya lo convierte en un perdedor, aunque la gane.
No se si es problema de asesores errados o de la
personalidad del joven Capriles, pero ahora le cabe a él la frase de Chávez
cuando dijo que águila no caza mosquitos. ¿Cómo es que regresa a la campaña pero
ahora disminuido a una categoría de gobernador de un estado secundario?
Hay ahí un problema de dignidad y
autoestima, ¿o será que lo ha cegado la ambición de mantenerse en el
poder, el que sea, aunque venga ahora como cola de ratón?
O lo que sería aún peor, ¿es que Capriles sigue
interpretando un oportuno rol de cortina de humo, manipulado (aún
“inocentemente, ingenuamente”) por Chávez, quién ahora tiene 6 años más de
poder?
Y 12, y 18, y mucho más, porque presumo que este triunfo
electoral es para el dictadorzuelo venezolano, lo que Playa Girón (Bahía de
Cochinos) fue para Fidel Castro, la oportunidad propicia para declarar
públicamente su dictadura y exterminar el país.
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