No fue una noche de viernes cualquiera. Anoche se destapó la maravilla de reencontrarme con amigos y
con esas jornadas taumaturga que hace tiempos se habían perdido de mi panorama
acostumbrado. Camilo fue el hacedor. Y mi buen amigo tuvo el tino de
sorprenderme en esta ciudad regalándome una noche especial.
Sin embargo, más allá de esta percepción egocentrista, la verdadera razón fue su nuevo libro de viñetas. El negó que fuera un libro de cuentos, que fuera poesía, y Carlos Pintado, quien introdujo a Camilo Venegas a la audiencia que lo oiría en la librería Books & Books, dijo que era casi una novela imperfecta, dijo que era una novela que no lo era a la vez. Creo que la cosa anda por ahí, por ese vaivén impreciso en que se convierte un libro cuando, más allá de nomenclaturas literarias, se presenta como un manual de recuerdos llenos de todo lo que nos pueda conmover.
Sin embargo, más allá de esta percepción egocentrista, la verdadera razón fue su nuevo libro de viñetas. El negó que fuera un libro de cuentos, que fuera poesía, y Carlos Pintado, quien introdujo a Camilo Venegas a la audiencia que lo oiría en la librería Books & Books, dijo que era casi una novela imperfecta, dijo que era una novela que no lo era a la vez. Creo que la cosa anda por ahí, por ese vaivén impreciso en que se convierte un libro cuando, más allá de nomenclaturas literarias, se presenta como un manual de recuerdos llenos de todo lo que nos pueda conmover.
Eso es “Por qué decimos adiós cuando pasan los trenes”.
Escuchando las viñetas que nos leyó Camilo, nos quedó el sabor agridulce de los recuerdos que, de una forma u otra, todos guardamos como nostalgias, sólo que no somos capaces de que esas viejas experiencias se conviertan en un libro acogedor como él lo ha logrado.
Escuchando las viñetas que nos leyó Camilo, nos quedó el sabor agridulce de los recuerdos que, de una forma u otra, todos guardamos como nostalgias, sólo que no somos capaces de que esas viejas experiencias se conviertan en un libro acogedor como él lo ha logrado.
Pero no era de literatura de lo que iba a hablar aquí. Sino
de rencuentros. De la humana alegría de los abrazos. Del conocido olor
dominicano que Camilo me devolvió como un alón de orejas para retraerme todos
los años que compartimos en esa tierra ajena que se nos volvió tan propia.
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