El general Antonio Maceo, héroe de la libertad de Cuba, de
quien no soy un devoto (suelo no idolatrar ni a generales ni a soldados), dijo
alguna vez que “la libertad no se mendiga, se conquista con el filo del
machete”. Más allá de la gravedad de la frase, lo que me hizo recordarla es la
realidad de que mendigar derechos es una conducta vil.
Tres generaciones de cubanos crecimos sin escuchar a los
artistas cubanos que negaron la revolución y es fueron al exilio y, aún peor,
que fueron sacados de Cuba cuando apenas eran niños.
Los grandes años de Gloria Estefan y Miami Sound Machine o
la gloria salsera de Willy Chirino no existieron en Cuba, a no ser por la
clandestina costumbre de pasarse casetes de mano en mano, como quien reparte
proclamas subversivas.
Para la oficialidad cubana, Paquito D´Rivera fue grande sólo
mientras vivió en Cuba, luego de exiliarse dejó de existir. Olga Guillot nunca influyó
en Cuba ignorando su legado a u estilo muy singular de la cancionística
nacional; ni la gran Elia Cruz, proclamada Reina de la Salsa en todo el mundo,
se escuchó una sola vez por la radio y la tv cubanas desde que, desde México,
se fue a vivir a Nueva York, en 1960.
La intolerancia dictatorial de la revolución cubana no soportó
jamás una disidencia por pequeña que fuera y todo, absolutamente todo, ha
estado condicionado a la simpatía y el apoyo incondicional al sistema político
que desangra el país desde entonces.
Fuimos amputados de una parte importante de la cultura
nacional e impedidos de disfrutar los más sonados éxitos de artistas cubanos
alrededor del mundo.
Ahora, más de cinco décadas después, los “despenalizan”, los
sacan de las mazmorras culturales, los desempolvan de viejos archivos
policiales, los asoman a la realidad musical cotidiana como si fueran novatos
de estreno y debut, ya en el ocaso de sus carreras artísticas.
Y el anuncio conmociona a muchos que lo asumen como guiños
de cambio, de renovación, de minúsculas libertades. Los viejos dinosaurios de
la revolución, aún ostentando el mismo poder con el que durante 50 años
reprimieron, abusaron y asesinaron, han decidido ponerlos en la radio cubana,
con la misma ligereza con que, hace cinco décadas, decidieron prohibirlos. No
hay explicaciones, nos hay disculpas, no se asume el error.
Creo que más que alegrar, la noticia indigna; más que
regocijos implica rabia; más que celebraciones y optimismo, produce vergüenza e
indignación; más que en darnos pequeños espacios de libertad, nos convierte en
mendigos.
Festejar lo que nos han prohibido y ahora nos devuelven
tímidamente, lacerando nuestra dignidad, no es una señal de giros positivos,
sino otro capítulo de la imposición del poder y la intolerancia dictatorial.
Otra muestra totalitaria de que nos reconocen como manada que arrean hacia
cualquier dirección.
Prefiero seguir esperando el día en que en una
tribuna pública y multitudinaria, junto
a Willy, Gloria y toda esa legión de prohibidos por la dictadura cubana,
podamos corear a viva voz los cantos de dolor y esperanza que los hicieron
famosos, cantar con ellos, no que la libertad de Cuba “ya viene llegado”, sino
que llegó definitivamente para asumir la vida y la cultura nacional, inclusiva,
total, sin policías que la tamicen, como un ente libre y feliz propiedad de
todos.
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