Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



viernes, diciembre 21, 2007

Del lobo, ni un pelo


Cuba es tierra de escritores. Dicen que es de cañeros, cuentistas y fumadores de habanos con tragos de ron añejo. Luego han dicho que de dignos revolucionarios y hombres del siglo XXI, pero resulta que ahora que estamos en el siglo XXI, cuando el mundo está lleno de hombres del siglo XXI, Cuba ostenta la mayor población sobreviviente de hombres del siglo XX.
Epítetos y leyendas nublan nuestra historia. Lo peor es que somos capaces de pararnos en cualquier podio universal y reafirmar nuestras mentiras heredada, no porque seamos mentirosos, que lo somos, sino porque nos hemos creído cuanto invento histórico nos metieron en la cabeza.
Es trágico, créanmelo bien. Es un dolor.
Pero de escritores sí es verdad. No podemos tapar con un chiste la literatura heredada desde Espejo de Paciencia (total, que el tipo no era ni cubano) hasta hoy…, quiero decir, hasta hace unos años atrás..., mejor dicho, hasta antes de que entráramos victoriosos a La Habana sobre un tanque de guerra (¿y cómo no nos dimos cuentas de esa anunicación?).
Pero veamos, en el XIX……Villaverde, Poveda, Heredia, Martí. En la primera mitad del XX desde Las impuras hasta Orígenes hay mucho que contar. Ahí entra lo más trascendental, lo que brilla aún cuando de letras cubanas se trata. La generación del 30, del 40, los “origenistas” y la generación del 50, que aunque publicaran aún en los 60 y en los 70 y en los 90, son la generación del 50.
Ahora, de los 60 para acá somos verdaderas hordas de escritores a lo largo y ancho de la isla para los que ya no se ajustan las generaciones, ni los años, ni tan siquiera los meses, es que cada semana se suman cien más.
Es la cultura de la revolución.
Una sentencia filosófica de factura popular (somos otro de los paraísos del proletariado) asegura que en Cuba “tú haces como que trabajas y ellos hacen como que te pagan” basada en el valor real de ambas cosas. Nada se escapa a semejante sabiduría.
Para buscarse la vida, fabricar riquezas, elevar el nivel de confort y la subsistencia de la familia, cosas con las que no se juega en el mundo real, hay que dejar la literatura para las fugas de tiempo libre, como el parchís, lo que le da un valor especial a la obra que se hace dentro de escasos espacios de tiempo y rigurosas jornadas de trabajo.
En el mundo virtual cubano (a pesar de ostentar el más bajo índice occidental de acceso a Internet y computadoras per capita), puedes dedicarte a ser Escritor bajo la mismas premisas de aquella sentencia filosófica popular que citamos dos párrafos antes.
Lo peor es que ante la presencia de esas hordas de escritores (todos somos escritores con sólo el intento de escribir un libro o con publicar un folleto con los peores versos del mundo en una editorial regional, en papel gaceta reciclado, tirado en esténcil con alcohol de 90 grados que entre cuartilla y cuartilla te permite prepararte un trago con azúcar, agua y limón) la verdadera literatura que trascendió el silencio, las editoriales serias y las academias universitarias, fue la que existió hasta esa generación del 50. Lo demás es borrón y cuenta nueva.
La precisión no es absoluta, por supuesto. Hay casos honrosos hasta entre las anécdotas del Holocausto. ¿Por qué no entre las hordas de escritores cubanos de la revolución? Pero es que la regla la hace el total y no la excepción, ¡y es tan hermoso sentarse en un café a tomar té de yerba-buena viendo atardecer en La Habana mientras hablamos de literatura...!
Mucho me admira, por aquello que empecé diciendo de que Cuba es tierra de escritores, ver a esos literatos criollos esgrimir sus ínfulas y sus autosatisfacciones intelectuales en otros países del mundo, dejando anonadados al resto de los colegas de otras naciones que comienza por creerse que de verdad lo son y admiran su grandeza sin timidez de anunciarse “escritor” cuando en el mundo real los cuentos se escriben en medio de la lucha humana por la existencia y bajo las reglas objetivas del trabajo universal.
Si tenemos la suerte de ver una Cuba mejor, o al menos distinta (porque nadie sabe el futuro que le espera y miles han muerto pasándole su pasión, su curiosidad y sus expectativas al espíritu) tendremos, antes de revisar constituciones y toda la selva de cuestionamientos políticos, filosóficos, sociales, legales, culturales, que reclamar la reconquista de Cuba revisando nuestras historias, la literaria y la otra, porque tenemos por una vez y para siempre, que reubicar a los héroes y a los malditos, poner a cada quien en su propio escalón, desde el indio Hatuey hasta el pequeño niño Eliancito, y parar de engañarnos mutuamente con la conciencia común de los embustes recíprocos.
Seamos serios alguna vez.

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