De Yoani Sánchez se habla hoy más que de la amenaza nuclear
coreana o del realismo mágico incipiente de Nicolás Maduro. Todos los
periódicos del mundo le dedican titulares, artículos de opinión, entrevistas y
fotos espectaculares. La muchacha se lo merece, ha mantenido los pantalones que
pocos de nosotros podemos ostentar. Ella ladra desde dentro con la libertad que
envidiábamos cuando salimos de la Isla huyendo del silencio sepulcral.
No leo siempre su blog, sus twiters, sus mensajes de
Facebook, a veces discrepo de esa justificada vanidad que exhibe por rato y
que, en honor a la verdad, todos quisiéramos mostrar alguna que otra vez, pero
no acumulamos las charreteras del valor que ella, por las razones que fueren,
puede ostentar en su frente con absoluta propiedad.
Lo que sucede es que el tiempo me ha convertido en un
escéptico recalcitrante. La pasión apenas me sobresalta y cuando sucede, la
contengo con malos pensamientos.
Yoani anda en los finales de una gira extensa y exitosa. Le
han brindado honores, le ha dado llaves
de ciudades, diplomas, premios que había ganado. La han recibido ministros,
congresistas, presidentes, escritores, viejos amigos online que ahora la abrazan y le extiende el respeto y la mano.
Todo ha sido justo y merecido.
Y confieso que ahora la desconfianza me ha traicionado y no me
importa quien sea, quien quiera ser o el orgullo que la inunde para entender
que esta gira ha colocado de nuevo a Cuba en el tintero global de las
informaciones.
El cierre absoluto de las libertades migratorias que Cuba
mantuvo por más de 50 años, los famosos permisos de salida y la restricciones de
movimiento para los cubanos tenían un peso fundamental en la necesidad del
gobierno de Cuba de mantener el silencio y el poder absoluto. Haber liberado
(aunque sea mediocremente) los viajes de cubanos al extranjero, ha sido un
error garrafal para una dictadura que ahora estará buscando dentro de sus filas
un chivo expiatorio.
La salida al mundo de Berta Soler, líder de las Damas de
Blanco, de Eliecer Avila, de Yoanny Sánchez y de Rosa María Paya, que coincidieron
fuera de Cuba y han estado rodeados de respeto y admiración, los ha convertido
en el suceso editorial y político más importante, devolviendo el problema
cubano a la cúspide de la información y renovando generacionalmente esa
inyección de conciencia y solidaridad que todos los cubanos necesitamos frente
al horror de una dictadura que no cesa.
Y puede haber opiniones discordantes, puntos de vistas
adversos, sentimientos confundidos, en definitivas es justamente eso lo que
quiero para Cuba, un clima futuro de tolerancia y democracia en el que quepan
todas las divergencias y todas las similitudes, inclusivo y libre. Pero al
final de esta experiencia, debemos agradecerles a ellos no sólo la valentía de
enfrentar con decoro y riesgos la tiranía de la Isla, sino esta resurrección
que han logrado del tema cubano en las conciencias del mundo.
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