El pasado primero de junio, Carlos Alberto Montaner publicó una columna en El Nuevo Herald bajo el título “Director de Granma quiere más sangre”, en la que comentaba la petición del connotado agente de la inteligencia cubana Lázaro Barredo, quien cumple la misión militar de dirigir el periódico Granma, de que Montaner fuera extraditado a Cuba para procesarlo por una leyenda de hace medio siglo, cuando se fugó de la cárcel con 17 años de edad.
La anécdota no importa ahora, son cosas de mi país, chistes revolucionarios como secar la Ciénaga de Zapata para sembrar arroz, hacer una zafra de 10 millones, o bautizar como héroes antiterroristas a los 5 espías presos en Miami.
Lo importante es que Montaner menciona en su columna que la seguridad cubana ha querido relacionarlo con Yoani Sánchez, la “muchacha que en La Habana, muy valientemente, escribe el blog Generación Y”.
Todos sabemos, a lo largo de casi medio siglo, que Carlos Alberto Montaner es sinónimo de beligerancia en el discurso oficial cubano. Su nombre ha estado ligado a los peores epítetos y su amistad o cercanía es prueba irrefutable de complicidad condenable en los medios y la propaganda revolucionaria, una persecución que los hace financiar campañas, amenazas y acciones contra Montaner en cualquier lugar a donde vaya, a través de las sedes diplomáticas de la isla y de los lacayos que rentan en otros países.

Vincular a Yoani con Montaner es el primer escalón de lo que vendrá y esa generación, que ya está casi al fin al del abecedario, puede terminar en la Z.
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