Ayer inauguraron el Puerto del Mariel en el occidente
cubano. Promete ser el puerto más moderno de América Latina y una obra de
utilidad regional que podría darle muchos beneficios al gobierno de La Habana,
si no es que repiten el mal endémico de la revolución castrista, la
inoperancia, el desinterés, el deterioro cabalgante y la ineficiencia ejemplar.
Todo parece indicar que sucederá y que el Puerto del Mariel
pesará en poco tiempo, como pesa un elefante mojado y muerto en la cota norte
de la Isla, muy cerca del rutilante puerto modernizado de Miami. Es lo que
suele suceder y la rutina es difícil de cambiar.
Pero sin dudas, ha sido un golpe de impacto en medio de la
II Cumbre del CELAC (Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños) que reúne a 33 países en La Habana,
además de Insulza, ese chileno gris que comanda la OEA, y al secretario general
de la ONU, Ban Ki-moon,
que inauguró la Cumbre pelándose con un barbero callejero en la Habana Vieja,
una broma populacha de turista millonario que visita las ruinas de la ciudad.
Ya sabemos que allí
no pasará nada, la cumbre no resolverá nada más que legitimar la dictadura de
los Castro Bros.
Ya está hecho, es el
remake protagonizado por los presidentes latinoamericanos que cargan con parte
de esta responsabilidad digna de los Guinnes, de sostener moralmente a la tiranía
más larga de occidente.
Peña Nieto, por
ejemplo, no se sustrajo a la tradición mexicana de brindarle su apoyo a los
dictadores, y allá fue, sin necesidad, a sonreír en las fotos con Raúl Castro y
seguir deportando a cuanto exiliado cubano llega a sus fronteras, con mas rigor
que los deportados mexicanos que Barak Obama ha mandado de retorno para que
canten “he de comerme esa tuna”.
De Chile fueron los
dos, Piñera y Bachelet, el saliente y la entrante, no se por cuál razón a no
ser mostrarse en un foro que reafirma el histórico rencor envidioso contra
EEUU. No hay otra explicación. Quizás para anunciar que el derrumbe económico
chileno que se avecina será impulsado con disparates chavistas por una Bachelet
más radical.
Ya la presidenta
brasileña Dilma Rouseff se reunió con Fidel Castro y escuchó con paciencia al
viejo tirano divagar con su tropeloso lenguaje sobre temas de ciencia ficción,
en tanto los demás discutían cómo agregarle a la declaración final el rechazo
al embargo de EEUU contra Cuba, cómo exigir la independencia de Puerto Rico en
contra de la decisión casi total de los puertorriqueños que quieren ser un
Estado más en la bandera norteamericana. Y, por supuesto, el tema de la lucha
contra la pobreza, un tema acodado en el ejemplo de Cuba y Venezuela que ha subido
a los más altos índices globales la pobreza en sus respectivos países.
Parecería un chiste a no ser por la vergüenza
que entraña para esos fantoches presidentes, típicos ególatras
latinoamericanos, hacerse los de la vista gorda, asumir la tontería con
disimulo para callarse indignamente, sentados frente a Raúl Castro, y no rumorar
ni una cobarde palabra de honor sobre la realidad y los abusos que ahora mismo
se siguen cometiendo en contra del pueblo cubano, el asesinato cotidiano
durante más de 50 años, a la libertad y la democracia en Cuba.
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