Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



viernes, septiembre 04, 2009

El peligro viene de Washington

Un promedio de los resultados de las encuestas hechas recientemente sobre la aprobación de la gestión de Barack Obama, a septiembre de 2009, ha arrojado una simpatía del 25%.
Puede que la cifra sea alarmante, lo que debilita su credibilidad. Pero en abril pasado, cuando las encuestas de aprobación daban hasta un 67%, se produjo un descenso brusco al 52% de aprobación, que esas mismas encuestas revelaron a finales de julio.
Este descenso evidente y veloz ha estado avalado por movimientos torpes en la política doméstica y externa de la Casa Blanca.
En primer lugar, el adormecimiento de la recuperación económica, además de los fracasos y modificaciones al programa de seguridad médica para los ciudadanos. Con un endeudamiento cabalgante, EEUU no ha logrado señales convincentes de recuperación económica y, mucho menos, de su regreso a la consolidación financiera frente a los mercados globales.
En materia de seguridad médica y sistema universal de salud, un día tras su discurso de presentacion, Obama ya estaba atenuándola, abandonando la propuesta de un seguro médico operado por el gobierno y declinando frente a las sugerencias legislativas sobre la obligatoriedad a que todos los estadounidenses obtengan un seguro médico y todas las empresas ofrezcan ese beneficio.
Las dos banderas de campaña que ha instaurado el gobierno de Obama (retiro de Irak y clausura de Guantánamo) han parecido más arenga de tribuna que realidades concretas, sobre todo por una verdad que ya sus contrincantes, durante la campaña presidencial, habían alertados. Las decisiones difíciles no se toman de repente ni se logran de la noche a la mañana. Eso olía a irresponsabilidad y parece que sí lo era.
El ablandamiento unilateral de las presiones sobre Cuba ha ido causando pavor. Hay un matiz de falta de dignidad nacional en esa actitud que gran parte de los norteamericanos no le perdonan. Lo mismo ha sucedido con los extremos asumidos por Washington respecto de la crisis política de Honduras, sanciones subidas de tono y compadreos dudosos con el derrocado Manuel Zelaya, quien no es, precisamente, la personificación de la democracia.
Por otra parte, Afganistán sigue siendo una piedra en el zapato, ahora peor. Y las fotos reciente de los contratistas y soldados en juergas en la embajada de Kabul, ha acabado por repetir los escándalos vividos durante el gobierno de George Bush, pero sin la complicidad de la prensa que atacaba despiadadamente a Bush y ahora se hacen los de la vista gorda tratando de pasar por alto la responsabilidad del gobierno en estos hechos.
Obama ha cometido otras torpezas, como el discurso radical que dictó en El Cairo, en el que atacó a sus aliados israelitas con dudosa lealtad, o el comportamiento inexperto en escenarios internacionales, como las sonrisas frente al mandatario venezolano en la pasada Cumbre de Las Américas.
Su comentario sobre la detención del profesor negro Henry Louis Gates, por un policía blanco, demostró que complejos y resentimientos no están lejos de la personalidad de Barack Obama, a pesar de las cervezas de la paz.
Barack Obama pierde popularidad a un ritmo acelerado, tanto, que pongo en dudas un segundo período presidencial. El ala conservadora de su partido no le sonríe, pero tampoco le preocupa al mandatario por ahora porque los demócratas no tienen otra opción posible. Mucho menos lo aprueban los republicanos y sólo se va quedando con la gran masa independiente, en dónde aún sobreviven sus mayores aliados y simpatizantes.
La enorme población de latinos residentes en EEUU ha visto con desaliento, que Obama continúa las políticas de su antecesor en materia de inmigración, fortaleciendo los postulados de Bush y las patrullas fronterizas.
El joven presidente de "el cambio" aún se apoya en algo que ha sabido manejar: el marketing. Fue y es su carta de triunfo porque el poder de la publicidad es un valor probado. Ya lo sabe la Coca Cola.
Pero Obama ha abusado de su presencia en los medios, de hablar a la ligera y de hacer promesas inconsistentes. Y eso puede convertirse en su más peligroso boomerang, porque el marketing no es el liderazgo.
Demasiados vaivenes en sus decisiones. Funcionarios nombrados erróneamente, re-acomodamientos de sus presupuestos legales, variaciones en sus promesas de campaña, edulcoramiento de sus propuestas de leyes para complacencia de los rivales. Todo denota una falta de carácter que los estadounidenses no ven con simpatía y, mucho menos, los sagaces halcones de los poderes legislativos de EEUU que detectarán en eso la fractura necesaria para dinamitar su mandato.
Apenas ayer, un periodista de ABC acusaba a republicanos y buena parte de los demócratas, de desplegar una feroz campaña de empañamiento de la imagen y actuaciones de Barack Obama. Pero es que esas son las reglas del juego y lo han sido siempre. No hay mejor ejemplo que las despiadadas campañas que políticos, prensa, personalidades e instituciones desarrollaron contra George Bush durante sus 8 años de gobierno.
La ondulante capacidad de Barack Obama frente al gobierno de EEUU da argumentos a sus enemigos y refleja esa misma tendencia dubitativa en las demás esferas del país.
Ya no es que los chinos, rusos o latinoamericano estén proponiendo una moneda global alternativa al dólar; ni que en el tanteo los coreanos, iraníes, venezolanos y sus derivados tomen la iniciativa y pujen a su favor; ya no es que Cuba exija y Washington complazca, o que EEUU pierda día a día su influencia en Latinoamérica. El problema es que en menos de un año, Barack Obama ha ido sacando a la nación del protagonismo en los roles mundiales, ocasionando una riesgoso desequilibrio para la tranquilidad universal y la inseguridad para su mismo pueblo, víctima de la debilidad, la lentitud y las tibiezas de su gobierno.
A espaldas de EEUU hoy se juegan las cartas, se consolidan acuerdos, se manipula la opinión, se fortalecen los enemigos, se planea el regreso del terror. En tanto, Barack Obama se hace fotografiar, memoriza los textos del telepronter, se distancia de los conflictos más candentes y toma decisiones que mañana puede cambiar.

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