Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



lunes, marzo 16, 2015

La insignificancia de Milán Kundera

¿Regresa Milán Kundera a sus argumentos acostumbrados sobre la conducta humana y la vida? Creo que ahora aún más. Acabo de leer su más reciente novela después de años y años en silencio. La Fiesta de la insignificancia vuelve al Kundera de siempre pero con una gravedad previsible. La edad, la madurez de una obra consistente lo ha convertido en un hombre más laberíntico y dudoso, se replantea demasiadas consecuencias como para comprender la insignificancia de las vidas desde ángulos distintos, a veces contrastantes.
Ese es el misterio de esta novela que he leído con la pasión y la curiosidad de siempre. Menos sentenciosa, menos truculenta que las anteriores en las que uno entiende de una vez, con esa aplastante manera de decir las cosa pero que, en esencia, vuelve a ser lo mismo, un sabio remake pero más profundo, como una versión revisada de lo  mismo.
El insólito cuento, de pretendida humorada, que Stalin repite a sus subalternos, es el axioma de una tragedia histórica levantada sobre la incredulidad de un cuento que le han hecho a todos. O La Franck, a medio camino entre la vulgaridad y la filosofía, no va más allá de una grotesca metáfora de la vida que comúnmente se plantea Kundera desde que definió el kitch en aquella ya vieja novela, La insoportable levedad del ser.
Como una obra teatral en la que se presentan al inicio los personajes, La Fiesta de la insignificancia sólo se entiende desde el distanciamiento de un metáfora de lo comprensible, mientras más te empeñas en la íntegra comprensión, en descifrar como un enigma o componer como un rompecabezas, más te alejas, es como El árbol de Eva que él mismo explica en un breve capítulo, suerte de “árbol de la vida” entre la religiosidad y su antítesis, porque “nadie tiene derecho de crear a un hombre a partir de una marioneta”, justo lo que todos tratan de hacer a lo largo de la novela.

Al final, le felicidad, lejos de ser una solución, es un acomodado convencimiento que te deja pasmado. ¿Por qué se acaba la novela tan cerca de cómo empieza? ¿Es que no ha sucedido nada en toda su extensión? Quizás por ahí anda la pretensión de Kundera, dejarte en la levedad de lo intrascendental porque apenas un instante ha sido todo este libro, una existencial humorada en las que los personajes se reconstruyen la gravedad de las cosas a partir de la insignificancia real.

jueves, marzo 12, 2015

La bola de cristal

Pronosticar el futuro de Cuba ha sido el enigma el siglo. Mentes visionarias al estilo de Walter Mercado han fallado en sus cálculos y los más ilustrados analistas políticos prefieren callarse después de argumentar con detalles lo que ha terminado siendo, invariablemente, un craso disparate.
Creo que el fallo está en el origen. No hay nada nuevo sobre este mundo. Lo que pudiera pasar en Cuba con esta avalancha de sorpresas emocionales liderada por el Presidente Obama, fue llamado por un analista de CNN, “Unión Soviética Light”. ¿Es prioridad para Putin comenzar este plan de remake soviético con Ucrania? Pude ser, pero solo en cuánto a aquella lejana porción del planeta. La estrategia “putisiana” con el Nuevo Mundo pasa por La Habana y ese intento, tras el viaje del antiguo oficial de la KGB a Latinoamérica se desataron los fervores de las negociaciones Washington-La Habana (hace ya mucho más de 18 mese atrás). O sea, de alguna manera se atajaba la influencia rusa en la región y el fortalecimiento de una Guerra Fría, Season II.
¿Esperaba Obama un cambio en la política cubana? Claro que no, creo que ni le interesa, Cuba sólo tiene alguna atención en cuanto al círculo que a su alrededor ha logrado construir (un eje cavernario de La Habana a Caracas, de Caracas a Quito, a La Paz, a Managua y de regreso a La Habana) pero ella, como nación oponente, es “pan comido” o, mejor aún, “con qué se sienta la cucaracha”.
Lo de Obama no ha sido mala intención, traición o cualquiera de esos apelativos que se han echado a volar. Es aún peor. Ha sido desinterés. No le importa un comino.
Después de que la URSS se apeó del comunismo y se hizo trizas, se cuenta que hubo 7 banqueros comandados por Boris Yeltsin que cuando se privatizaron las empresas del Estado, ellos tenían la información y los amigos correctos y pudieron adueñarse de ellas sin mayores esfuerzos. Es el origen del nuevo poder económico ruso, es decir, los mismos de siempre. Los integrantes de la KGB (hoy llamada FSB) se adueñaron del gobierno y de la riqueza de Rusia y hoy vacacionan en Islas Baleares, Mónaco, Ibiza o Nueva York, como el millonario ruso y ex agente de la KGB Alexander Lebedev, que cada día más expande su dominio de los medios de comunicación.
A eso vamos. El futuro cubano no creo que trascienda ese espejo soviético en el que la Isla se mira y pavonea hace ya más de 50 años. Si todo ha ido bien, por qué cambiar. Es un razonamiento lógico. ¿Por qué hacer variaciones comprometedoras y peligrosos si como estamos, estamos bien? ¿A quién se le ocurre semejante torpeza? Mucho más cuándo tenemos la prueba (ahora con ejemplos vergonzoso como el de las Damas de Blanco) de que la revolución logró en medio siglo, moldear un pueblo y una conciencia subordinada, amoral por generalidad y con un arraigado sentido del individualismo, el interés personal y la infidelidad humana que les brinda en bandeja de plata la posibilidad de seguir igual.

Me gusta repetirme aquella frase martiana de que “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres” pero, a estas alturas de la vida y la historia común de los cubanos, no acabo de distinguir con exactitud la diferencia entre realidad y poesía. Aunque haya nombres que inclinan y dan esperanza. Y existan vidas que reverenciar y quitarse ante ellas el sombrero.