¿Regresa Milán Kundera a sus argumentos acostumbrados sobre
la conducta humana y la vida? Creo que ahora aún más. Acabo de leer su más
reciente novela después de años y años en silencio. La Fiesta de la insignificancia
vuelve al Kundera de siempre pero con una gravedad previsible. La edad, la
madurez de una obra consistente lo ha convertido en un hombre más laberíntico y
dudoso, se replantea demasiadas consecuencias como para comprender la insignificancia
de las vidas desde ángulos distintos, a veces contrastantes.
Ese es el misterio de esta novela que he leído con la pasión
y la curiosidad de siempre. Menos sentenciosa, menos truculenta que las
anteriores en las que uno entiende de una vez, con esa aplastante manera de
decir las cosa pero que, en esencia, vuelve a ser lo mismo, un sabio remake pero más profundo, como una
versión revisada de lo mismo.
El insólito cuento, de pretendida humorada, que Stalin repite
a sus subalternos, es el axioma de una tragedia histórica levantada sobre la
incredulidad de un cuento que le han hecho a todos. O La Franck, a medio camino
entre la vulgaridad y la filosofía, no va más allá de una grotesca metáfora de
la vida que comúnmente se plantea Kundera desde que definió el kitch en aquella ya vieja novela, La
insoportable levedad del ser.
Como una obra teatral en la que se presentan al inicio los
personajes, La Fiesta de la insignificancia sólo se entiende desde el
distanciamiento de un metáfora de lo comprensible, mientras más te empeñas en
la íntegra comprensión, en descifrar como un enigma o componer como un
rompecabezas, más te alejas, es como El árbol de Eva que él mismo explica en un
breve capítulo, suerte de “árbol de la vida” entre la religiosidad y su
antítesis, porque “nadie tiene derecho de crear a un hombre a partir de una
marioneta”, justo lo que todos tratan de hacer a lo largo de la novela.
Al final, le felicidad, lejos de ser una solución, es un acomodado
convencimiento que te deja pasmado. ¿Por qué se acaba la novela tan cerca de
cómo empieza? ¿Es que no ha sucedido nada en toda su extensión? Quizás por ahí
anda la pretensión de Kundera, dejarte en la levedad de lo intrascendental
porque apenas un instante ha sido todo este libro, una existencial humorada en
las que los personajes se reconstruyen la gravedad de las cosas a partir de la
insignificancia real.