Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



lunes, octubre 27, 2008

La insoportable levedad de Milan Kundera

Cuando en su libro autobiográfico “Con la piel de cebolla” el escritor alemán Günter Grass confesó su participación en las Waffen-SS, cuerpo elite y brazo de combate de las SS alemanas, que bajo la dirección del nefasto Heinrich Himmler, fueron especialmente activas en la perpetración del Holocausto, el mundo abundó en comentarios y porfías por el pasado del premio Nobel de Literatura y premio Príncipe de Asturias, que con su tambor de hojalata tocó en su juventud, los ritmos de las marchas hitlerianas.
Pero Günter Grass se ha equivocado en conceptos mucho más razonables después de adulto. Recuerdo una entrevista que le hicieran en el tabloide cultural La Gaceta de Cuba a finales de los años 80 y que elogiaba ciertas virtudes discutibles de un socialismo cubano que él miraba turística e intelectualmente desde Berlín.
Los pecados de juventud bajo las presiones de los regímenes totalitarios, dejan de tener una connotación tradicional y el sentido de culpa tiene sus matices. Carlos Alberto Montaner decía recientemente, que “Acaso el gran culpable es el sistema. Un sistema que fabrica monstruos y obliga a las personas a ensuciarse las manos generando una terrible atmósfera de miedo y paranoia”.
Si no fuéramos a matizar esos pasados indecorosos bajo la tensión de la supervivencia en las tiranías, no hubiera salvoconductos para los terroristas de las FARC que se entregan, ni para los oficiales cubanos de la seguridad que se asilan en Miami.
Quienes, como los cubanos, llevamos medio siglo de dictadura absoluta, miedos y paranoia social, viviendo bajo el terror de los presidios, entendemos que hay un espacio reservado para la comprensión y el perdón, si es que aspiramos a darle un valor humano a todo lo que hemos sufrido, más allá de los rencores absolutos y las venganzas cinematográficas.
Más o menos es por ahí que entiendo lo que hoy acusa a Milán Kundera. Si pusiéramos en una balanza su obra de denuncia, profunda y cautivante, en la que nos vemos implicados quienes conocemos y vivimos o no experiencias similares, junto al contrapeso de que Kundera denunció en 1950 a Miroslav Dvoracek, “ex piloto del ejército checoslovaco, del que había desertado y ahora es un guapo espía que trabaja para Estados Unidos”, creo que, sin dudas, se inclinaría hacia el resto de su vida y no hacia el instante de la vileza.
Eso es una carga moral que Kundera tendrá que cargar con ella, pero al resto de la humanidad lo que le importa es la consistencia de su obra.
Para la miseria no creo que haya perdón. No lo ha habido para Günter Grass, para los oficiales de la Seguridad del estado cubano exiliados en EEUU. No lo habrá para Milán Kundera si se comprueba, definitivamente, que “chivateó” a aquel espía infiltrado a los 21 años de edad, temeroso y paranoico, en una Checoslovaquia de horrores estanilistas, donde mismo, 17 años después, se convirtió en uno de los héroes de la Primavera de Praga.
Demasiados exorcismos de esa culpa para avivar ahora el odio contra Milán Kundera. Demasiado show mediático de quienes no han vivido la experiencia del terror comunista de las dictaduras totalitarias de Checoslovaquia o de Cuba.
Para mí, Kundera está perdonado.

jueves, octubre 23, 2008

Dulces mentiras

“Es difícil imaginarse que Colin Powell apoyaría a un socialista”, dijo Barack Obama el pasado martes en Miami. Entonces ¿por qué apoyó Powell al candidato demócrata?
Ya sabemos, por boca del mismo Obama, que por socialista no es, lo que significa que, siendo él socialista, no es por ello que Powell lo dará su voto el próximo 2 de noviembre.
No lo digo yo, lo dijo Obama.
Por otra parte, Powell ha dicho que, a pesar de ser republicano y amigo personal de McCain, votará por Obama, lo que también descarta filiaciones políticas o simpatías personales.
¿Entonces…? ¿Es que el ex secretario de Estado tiene una motivación racial para apoyar a Barack Obama?
La deducción no es un simple ejercicio de posibilidades, sino la consecuencia más lógicas de las propias declaraciones de los protagonistas de esta historia. ¿O es que tiene usted un razonamiento distinto y mejor?
Yo creo que hay cosas que, como se dicen en mi pueblo, “se caen de la mata”. Y en estas propuestas no se razona con responsabilidad, porque estamos jugando al entusiasmo masivo de las palabras “change” o lo que es peor, “¡queremos parte de ese pastel!”, como corearon en el acto de Obama en el downtown de Miami, cuando el candidato demócrata definió la economía estadounidense posible tras la salida de la crisis, diciendo “Todos aquí quieren algo del pastel y nosotros aspiramos a que el pastel crezca para entonces pedir un trozo del pastel’’, dulce comparación para la exaltación del egoísmo populista que fragmenta cualquier sociedad. Ya eso lo hemos oído mucho en Latinoamérica.
Es más sabroso pedir un pedazo del pastel hecho que “fajarse” a hacerlo y quien promete esa filosofía del facilismo, triunfa.
Por ejemplo, la propuesta demócrata de subirle los impuestos a quienes reciben más de 200 mil dólares anuales ya ha comenzado a hacer estragos en la mayorías de las empresas estadounidense.
Un amigo que trabaja en una compañía de mensajerías en el NW de Miami, ya ha tenido la amenaza de su empresa de que si suben las cargas impositivas tendrán que reducir personal y recortar otros beneficios adicionales al salario que entregan regularmente a sus empleados.
Es lógico. Los más de 200 mil USD anuales que ha fijado como frontera para el incremento de impuestos bajo la consigna de “repartir las riquezas”, que promulga el senador demócrata (otra experiencia de trágicos resultados en Latinoamérica), engloba a la gran mayoría de los pequeños y medianos negocios del país, además de, por supuesto, las mega-compañías.
Las facilidades que China, India, Corea o Irlanda dan a los inversionistas, con impuestos del 17% (Obama aspira a incrementar el 30% de impuestos actuales que existe en EEUU) y las condiciones de mano de obra barata harán que muchas compañías estadounidenses emigren a esos países, en tanto las que no puedan hacerlo, quiebren. Consecuencias: un desempleo galopante con todo lo que eso acarrea.
Creo que el panorama está claro y frente a los ojos. No es problema de análisis conceptuales o lecturas entrelíneas. Es una reacción probada en la historia.
Claro que alabar con demagogias populistas y disfrazar alevosamente los programas peligrosos que se acunan, precisa de un apoyo logístico de propaganda que apunte, más a los sentimientos que a la razón. Y las masas tienen esa debilidad coral, reaccionan con más optimismo a la mentira edulcorada que al dolor razonado de la verdad. Otra experiencia vivida ampliamente “al sur del Río Bravo”.

martes, octubre 21, 2008

México, no son tiempos de danzones y boleros

Uno de los motivos que despertaron mis simpatías por el candidato republicado a la presidencia de Estados Unidos, ha sido su trabajo sostenido en busca de una solución migratoria que beneficiaría, sobre todo, a los emigrantes mexicanos indocumentados en suelo estadounidense.
Con más de una década exiliado en República Dominicana, he asumido la solidaridad con quienes saltan de sus trágicos países en busca de oportunidades y derechos, por encima de las restricciones legales y los egoísmos nacionalistas. Si el mundo se esgrime global y único para el comercio, las políticas y los mercados, entonces asumámoslo con la misma honestidad abierta para quienes huyen de las miserias de sus propias naciones.
José Martí escribió en el periódico El Nacional en 1889 que “si en la tierra donde nací no encuentro la libertad y el respeto para el que nací y lo encuentro en otra tierra, entonces mi patria no es aquella donde nací, sino la que me ha brindado la libertad y el respeto para el que nací”. Para el Apóstol, las reglas de la dignidad y la nacionalidad real estaban claras desde hace mucho más de un siglo.
El odio chovinistas de varias naciones europeas mediterráneas atenta con furia incontenible y racial contra los huidizos emigrantes del norte de Africa. Son historias de exclusión, abusos y humillaciones. Es el orgullo clásico, viejo y corroído como las columnas del Partenon.
Sin embargo, si el dolor de tantos años de exilio, la nostalgia contenida y la separación de mi calle, mis portales provincianos y el amigo de la infancia no me obligarán a resistirme a ser arrastrado por la indolencia de los gobiernos, yo preferiría ahora a Barack Obama como próximo presidente de los EEUU porque su conducta tradicional ha sido una negación rotunda a los acuerdos migratorios posibles que le darían un estatus razonable a los indocumentados mexicanos.
Que los deporten, los separen de sus sueños, sus familias, de sus esperanzas. Que en 48 horas los vuelvan a sus pueblitos indígenas sin discusiones ni alternativas. Que los hagan cruzar la frontera de regreso a casa a fuerza de cárceles, fusiles y odios.
Ni escrúpulos ni respetos. Que los echen y nada más.
Como mismo ha concebido legalmente el gobierno mexicano contra los cubanos que huyen de la dictadura más vieja del continente. Un acuerdo para deportarlos de suelo mexicano con destino a La Habana, donde les espera la exclusión, la represión y la venganza policial castrista.
La hipocresía tiene nombre y apellido. El presidente mexicano Felipe Calderón, su gobierno, la prensa mexicanas, las fuerzas públicas, las voces civiles, las clases académicas, artísticas, profesionales, los ciudadanos mexicanos exigen enérgicamente un estatus legal para sus indocumentados en EEUU, mientras concretan y aprueban semejante acuerdo contra los cubanos refugiados que llegan a México. Unos firman la infamia junto al canciller de La Habana, otros conspiran con su disimulo, su indolencia y su silencio.
Qué lejanos tiempos en que el bolero y el danzón viajaron en barcas de oro a tierras yucatecas y Rita Montaner cantaba criollas en las películas de los estudios Churrubusco.
La gloria de Cuba, arrasada por la tiranía más larga de occidente, es apaleada por la traición, la complicidad y la indolencia de un país que una vez creímos hermano.

miércoles, octubre 08, 2008

Divagaciones y diatribas

En su última reflexión, Fidel Castro enarbola la suerte cubana de que estamos exentos de la ola expansiva que ha traído la crisis financiera en EEUU. Castro asegura que “Cuba está a salvo” justamente por no depender del mercado con Norteamérica. Es como decir, que esta crisis no ha alcanzado a los cubanos porque, como metidos en una campana de cristal, inmunes a la realidad externa, estamos fuera del peligro exterior.
No sé si es cinismo o locura. Con casi medio siglo de crisis financieras perennes, ahora el cubano se enfrenta a la devastación total tras los dos ciclones que remataron la economía, la industria y la agricultura, ya devastada por el ciclón de los Castro.
Fidel, en su confort sublime, alimentado como un santo, aislado de una realidad nacional de la que ha estado aislado siempre, se permite las fantasías victoriosas sobre las ruinas de su creación. Sería penoso si no hubiera ocasionado tanta crueldad.
Yo creería que con esa verdad irrebatible delante, todo otro análisis es superficial.
Por ejemplo, detractores y defensores del embargo que EEUU tiene sobre Cuba, continúan blandiendo el argumento como si tuviera peso en la actualidad nacional.
El embargo, si debía quitarse, es por estéril, porque nada ha condicionado dentro de la Isla. ¿Es retorcido?, claro que lo es, sobre todo por ineficiente. Pero lo que nadie, ni unos ni otros, explican son las razones que ocasionaron declarar un embargo a Cuba.
Hay una deuda pendiente, una nacionalización voluntariosa sin que se cumplan las más mínimas responsabilidades éticas. Y eso es historia.
Por otra parte, quebrar el embargo ha sido fácil a lo largo de este medio siglo, es la prueba de su ineficiencia. Ahora mismo, EEUU es el tercer socio comercial de Cuba, pero hace más de 20 años, por Panamá entraban a Cuba los productos de fabricación estadounidense con absoluta libertad.
No sólo Panamá, México, por ejemplo, ha sido un constante puente comercial entre EEUU y La Habana. Ignorar las reglas que imponía el embargo se convirtió en un deporte global y Cuba tenía el comercio abierto y franco con Asia, Europa y el resto de las Américas.
Pero lo menos que Cuba ha querido en todo estos años, es justamente eso, quebrar el bloqueo. ¿Cómo matar la gallina de los huevos de oro, si el bloqueo (o el embargo) ha sido argumento constante para violentar todos los derechos y justificar la ineficiencia y el desinterés por abastecer al cubano de sus necesidades básicas de todo tipo, además del ardid perfecto para convocar la ayuda solidaria del resto del planeta?
El embargo no es posible levantarlo sin resolver la demanda que representa a una de las partes del conflicto, aunque nunca en la historia, el hambre ha liberado una nación.
Esta misma práctica habitual del gobierno cubano se ha manifestado explícitamente ahora.
Los argumentos de La Habana para rechazar la ayuda de EEUU por los desastres de los huracanes, rayan lo ridículo y sólo se sostienen en la irresponsabilidad.
Lo que EEUU pedía era hacer una valoración in situ del desastre antes de colocar los fondos para la ayuda, justamente lo que hicieron las demás naciones que enviaron ayuda a Cuba y lo que nomalmente, se hace en estos casos en todo el mundo. Nada extraordinario. El marketing cubano consistió en convertir un procedimiento natural en un show político, sin la menor condescendencia con una población que se deshacía en hambre y penurias. Ponerle a esa trampa el adjetivo de dignidad, es jugar la ruleta rusa o pecar de tontos.
Claro que EEUU tenía todo el derecho (y el deber) de condicionar la ayuda a Cuba por el ciclón. Por ejemplo, las planchas de zinc que llegaron en donaciones internacionales para reconstruir los techos de casas destruidas por los vientos, están siendo vendidas a los damnificados por las autoridades de la isla. La gente se queja de que en el Noticiero Nacional de TV se reseñan las llegadas de aviones con cargamentos de alimentos para los damnificados que ellos no reciben jamás.
No es esta la primera vez. Los cubanos sabemos que se ha repetido a través de los tiempos. Leches en polvo, aceites, enlatados y otros productos donados a Cuba por la Comunidad Europea, suelen ser vendidos en tiendas especiales que comercian en dólares y otras monedas fuertes. Cuba envió recientemente millonarias ayudas en alimentos a Jamaica y Haití para los damnificados de estos dos ciclones mientras la isla sigue devastadas.
Es más importante la manipulación política que el horror dantesco que se vive allá dentro.
Yo he llegado a la conclusión de que, a diferencia de Danton, el revolucionario lo que necesita es “mucha irresponsabilidad”, un fundamentalismo ciego a favor de su ideal sin sopesar los daños que cueste. Es el resultado final de todas las revoluciones.
Hace apenas unas horas, terminó el segundo debate entre los dos candidatos a la presidencia de los EEUU. Latinoamérica brilló totalmente por su ausencia. No está entre los temas primordiales de sus campañas, y eso responde al desinterés del votante estadounidense. Sin embargo, me asusta siempre escuchar la palabra “cambio” porque tiene un tufo revolucionario.
No creo que “cambio” sea un argumento con pruebas históricas suficientes como para creer en él como en un acto de fe. Primero, porque “cambio” implica renunciar a una serie de conquistas válidas y de tránsitos positivos y, además, porque como mismo prefiero “evolución” a “revolución”, me inclino por “continuidad” en vez de “cambio”, porque la continuidad es el perfeccionamiento de sistemas ya establecidos, la corrección de ellos hacia estatus superiores. En contraste, el cambio es un reinicio, un experimento que acaba de comenzar y que nunca sabremos a qué va a dar lugar.
Che Guevara, uno de los personajes más cuestionables de la historia latinoamericana moderna, y de quien se pueden sacar muchas mas citas negativas que positivas, replanteaba aquella vieja sentencia fascista diciendo que “oigo hablar de cultura y me llevo la mano a la pistola”. Yo he llegado a padecer de la misma predisposición irracional y cuando oigo hablar de “socialismo”, me llevo las manos a la cabeza, Es el susto.
Demasiadas malas experiencias para que ahora tratemos de disfrazar el mismo equívoco que nos ha costado tanto, con un apellido nuevo. Me niego a nuevas simulaciones para terminar atentando contra mi integridad moral y económica, contra mi libertad, ya sea Zapatero, Chávez o Fidel.