Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



miércoles, junio 04, 2008

Las palabras del elegido. Obama candidato

Cada vez que escucho palabras como “cambio” me pongo en alerta. El candidato republicado a la presidencia de los EEUU dijo en el discurso del pasado martes 3 de junio, que el asunto no es el cambio, sino qué es lo que se cambia y hacia dónde va ese cambio.
Las palabras no son conceptos absolutos, el idioma es más complejo que eso. Por eso nunca he creído en la palabra revolución y lo que implica. El mundo ha existido desde la prehistoria no por las revoluciones sino por las evoluciones.
Barack Obama es ya candidato demócrata a la presidencia de los EEUU. Su discurso se basa en la palabra “cambio” pero la retórica con que explica ese cambio y que pone eufóricos a sus seguidores, se sostiene en algo que los latinoamericanos hemos vivido por décadas y que para el votante estadounidense suena justamente a “revolución”, los dos vocablos que, ya lo dije al inicio, me ponen en alerta.
Mi experiencia es de 56 años. El discurso populista es una atalaya en la política latinoamericana. Obama acodó su campaña en el resentimiento, el odio, la envidia y la polarización demagógica de ricos versus pobres.
Disculpen mi escepticismo, pero no le creo una sola palabra. Son demasiados años escuchando cosas así. Promesas de campaña insostenibles, fantasías del populismo oportuno. Ni un sistema de salud se resuelve chasqueando los dedos, ni la creación de puestos de trabajos es un asunto de decretos, ni la guerra de Irak se puede con acabar responsablemente mañana.
Obama no habló de la concertación ni ha explicado cómo hará todo lo que promete. Quienes vociferan apoyándolo no han tomado en cuenta que sin el consentimiento de las fuerzas económicas de una nación basada en el poder adquisitivo y los capitales, nada es posible construir en beneficio de todos. El asunto no es polarizar las diferencias para sacarle aplausos emocionados a los perdedores, sino encontrar el centro común en que convergen los intereses, y es lo que no ha hecho Obama.
En su discurso minutos después de ganar la candidatura, Obama se mostró más populista que nunca antes. Era el momento, le habrán dictado sus estrategas, de hundir el puñal en la esperanza de la gente. Y lo hizo. Incluso lo escenificó erguido en la tribuna, con la mirada perdida en un punto alto y lejano, ignorando los aplausos, los coros y los carteles., por encima de esa vociferación. Una caricatura del peor cine, pero que funciona.
"Pueblo, éste es nuestro momento, esta es nuestra hora. Nuestra hora para doblar la página en la política del pasado'', fueron las palabras de esa noche y me pregunto, ¿el momento de quiénes, cuáles políticas de qué pasado?, la connotación excluyente de su anuncio hace temblar a cualquiera y es un peligro para esa nación porque comunica la negación de lo que precisan estos tiempos, inclusión, integración, unidad, derechos.
Frente a sus seguidores felices, en el Centro de Energía Xcel, Obama sentenció, "Esta noche marca el final de un camino histórico y el comienzo de otro, un recorrido que traerá un día nuevo y mejor para Estados Unidos''; él es el elegido capaz de transformar “un camino histórico” que ha hecho por casi dos siglos a esa nación el primer poder económico del mundo y un ejemplo de referencia universal. Barack Obama va a transformarlo, no evolucionarlo, perfeccionarlo, continuarlo hacia estratos superiores por el bien de todos, no, Barack Obama va a transformar eso en lo que él cree, en el alarde divino de sus dotes y decidirá quienes son los dignos de recibir ese bien, solo unos, no todos, porque republicanos, ricos, emigrantes, soldados, empresarios y vagabundos son también estadounidenses y él ha de ser su presidente.
Muchas veces he escuchado esa arenga, he visto a muchos elegidos, transformadores y superdotados latinoamericanos que se convirtieron en tiranos o en fraudes. Demasiada experiencia para confiar en una retórica así, nueva para los estadounidenses, pero desteñida y peligrosa para los latinoamericanos.

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