Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



miércoles, enero 12, 2011

Cuerpos divinos, un Cabrera Infante dócil y conversador

Apenas me faltan 50 páginas para terminar la lectura de Cuerpos Divino, la segunda novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante que se me ha convertido en un libro necesario y curado de esa fabulación perniciosa que tanto le critica mi amigo Pedro Ramón a la literatura de CAIN.
Cuerpos divino es, más que novela, testimonio, ¿o no? No hay una frontera definida, creo que ni apenas simulada para saber cuánto en ella es realidad y cuánto literatura. Es un libro que se desarrolla como una larga conversación, más coloquial que nunca antes en la obra de Cabrera Infante, pero capaz de amarrarte frente a sus páginas de párrafos largos, pocos diálogos, densidad presumida que se vencen con la agilidad de quien se acerca a un buen conversador lleno de recuerdos.
La he leído con delirio. Pocas veces antes he escuchado de un actor vital en La Habana de 1957, 1958 y 1959, que se mueve por escenarios conocidos, contar sus experiencias en medio de una avalancha de amores difíciles, cuerpos divinos, sin la pretensión del conquistador ni el afán donjuanesco, sino arrastrando la derrota de antemano y persistente entre cubalibres, la redacción de la legendaria revista Carteles y la realidad política de unos años convulsos en Cuba, ¨salvados por el erotismo¨.
Cruzan gente de carne y hueso. Branly, Korda, Wangüemert, Vicente Revuelta, Titón, René de la Nuez, Lisandro Otero, Carlos Franqui y una legión de coristas del cabaret y de la televisión. Vuelve aquella noche habanera de clubs soterrados y descargas de Elena Burke con Frank Domínguez al piano, que es ya identidad en los argumentos de CAIN.
En los meses posteriores al triunfo de la revolución, Fidel, Camilo y el Che son parte también de la novela que se convierte en una experiencia vivencial del final de la dictadura batistiana y el inicio de una revolución que mostró desde temprano, los signos dictatoriales y caóticos que la sustentan.
Antes de Cuerpos divinos, fue publicada La ninfa inconstante, también póstuma, que no la conozco. Pero esta es una novela bien colocada dentro de la obra de Guillermo Cabrera Infante, más dócil pero sin abandonar sus ironías características, su manejo sugerente e ingenioso del idioma y sus bromas cáusticas. Me satisface haberla leído porque es una de esas  novelas capaces de adentrarte mágicamente en el círculo vicioso, suerte de escenario de placer, en que se convierte la lámpara de noche encendida, la cama y el libro abierto antes de dormir.