Blog de Luis G. Ruisánchez (2da. EPOCA)



viernes, noviembre 30, 2007

Gelman, el juego en que andamos


Juan Gelman no es un poeta, sino la esencia poética de una generación que repitió sus versos en desfiles revolucionarios y en íntimas mesas de bares donde enamoraban a una mujer. Gelman tenía esa doble función con su balanceo milonguero, el lenguaje de esquinas y la pasión arrabalera de sensibilidad inaudita.
Juan Gelman no es solo un poeta. Era un enamorado del filo del cuchillo. Transitó ese riesgoso borde donde, a un lado y al otro, están los abismos de la grandeza y el ridículo.
Nadie sintió vergüenza repitiendo sus versos peligrosos.
Nadie se libró del peso de sus adjetivos mínimos y sus diminutivos amorosos.
Entre los que se iniciaron como poetas por los años de la década del 60, los diez años que estremecieron al mundo, siempre estaba el guiño de Gelman, la palabrita sensiblera colocada con ternura. Y se recitaban mutuamente los poemas de “Velorio del solo” como oraciones a Dios.
Con las décadas se fueron olvidando aquellas pasiones. Juan Gelman siguió haciendo su poesía pero una fiebre alta de virus mortal, esa que da la militancia a ultranzas, lo convirtió en un poeta que trataba de rimar revoluciones vencidas, izquierdas en terapias intensivas, con palabras sacadas del corazón. Una poesía que no cautivaba sino a los sordos y ciegos de la historia.
Los acechos de las Triple A argentina y los horrores de las dictaduras militares le dieron duros golpes, primero el exilio, luego la muerte de su hijo, la muerte de su nuera y la pérdida de su nieta nacida en cautiverio. Fue demasiado dolor para cualquier humano, mucho más para el poeta.
A su nieta la rescató quince años después, un poco antes encontró los restos de su hijo y los de la nuera los continúa buscando.
Nunca entendí sus versos abanderados a Fidel Castro, al comunismo ruso y a aquellos tiempos de pandemonios militantes. Su hermano le recitaba a Pushkin en lengua rusa a los 8 años y su padre tuvo que huir de la URSS por los crímenes de Stalin.
Después de tanto dolor, Gelman recuperó sus buenos versos. Dicen que los últimos son tan deliciosos como los de entonces. ¡Menos mal!
Yo lo había olvidado. Estaba, eso sí, agazapado en un pedazo de mi experiencia vital, pero en el fragor de “buscarse la vida” se acaba olvidando esos delirios cardiacos de la pasión.
Ahora lo he vuelto a leer. El premio Cervantes que acaba de recibir, es un justo honor a Juanito Gelman, como lo llamaban sus amigos.
Cuando lo conocí en La Habana era un hombre tímido y callado, de rostro recio, eran los graves influjos de su incorporación a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización guevarista para luchar contra las dictaduras de Lanusse y Onganía. Ahora le reconozco una placidez gestual cuando habla emocionado del premio Cervantes.
Gelman parece, hoy, un poeta tranquilo.
Cada quien recibe las buenas noticias a su modo. Juan Gelman estará feliz con los 90 mil euros que reconocen el valor revolucionario de su poética. Escribirá un nuevo libro de versos con diminutivos gloriosos y ternuras gardelianas y todos le estaremos otra vez, eternamente agradecidos.
El Cervantes se honra con poner a Juan Gelman entre sus premiados. No tengamos la menor duda.

jueves, noviembre 29, 2007

Trini, ¿lleva y trae?


Después de sus amoríos presidenciales y de su participación silente en las visitas española a Latinoamérica, incluyendo su cara estupefacta cuando el Rey mandó a callar a Chávez, Trinidad Jiménez, secretaria de Estado española para Iberoamérica, visitó la ciudad de Miami para explicarle a los grupos de oposición a Castro la posición de España respecto de Cuba.
Es simpático, sobre todo porque poco hay que secretearse al respecto. ¿Alguien duda de la posición del gobierno del PSOE sobre Cuba? ¿Alguien tiene confusiones sobre la actitud del canciller español Moratinos en La Habana?
La pregunta es ¿qué fue a hacer Trinidad Jiménez a Miami?
Yo me atrevo a creer que su viaje fue de mensajera. En Cuba a eso le llamamos “lleva y trae”, pero en estas cuestiones de política “elevada” puede que le llamen “mediación diplomática” u otros apelativos elegantes. Presumo que un mensaje del gobierno cubano confabulado con la diplomacia española, fue en boca de Trinidad desde La Habana y Madrid, hasta Miami.
Otra pregunta se deduce de esta reunión. ¿Por qué no se han revelado con exactitud, los nombres de los representantes cubanos del exilio que se sentaron a conversar con Trinidad Jiménez y los temas concretos de esas conversaciones?
Quienes hemos sufrido por décadas el imperio del secreto, la confabulación misteriosa y la ausencia de democracia y transparencias en una Cuba regida por Castro, no soportamos un remake de esa politiquería excluyente. Los representantes de la oposición a Castro en Miami, no tienen el derecho de distinguirse como tales si a espaldas de todos los cubanos, se reúnen con España para hablar quién sabe de qué, y callárselo como si fueran los elegidos, los doce apóstoles, los tocados por Dios.
"He explicado en detalles cómo está actuando el gobierno español en sus relaciones con Cuba para aclarar ciertas percepciones erróneas que no se ajustan a la realidad", fue la explicación de la representante de la cancillería española a la agencia EFE.
Es decir, que ante la percepción que se ha hecho evidente (la de excluir a la disidencia interna de Cuba en sus visitas a La Habana), la diplomacia española se va a Miami a reunirse con los opositores a Castro en esa ciudad excluyendo otra vez a los disidente de dentro de la Isla. Una estocada doble, ¿o triple?, porque con un viso divisionista, la bella diplomática escogió a quiénes contarles su verdad, sacando del juego a todos nosotros, el resto de los cubanos.
"Hemos hablado con franqueza y se ha comprendido, aunque algunos no lo compartan, que estamos tratando de influir en el proceso interno de una manera honesta y lógica", dijo Trinidad Jiménez a la agencia de prensa. Pero ¿cómo?, ¿sembrando climas de selección secreta, eligiendo a sus intermediarios, incluyendo y excluyendo a su antojo?
Señora Jiménez, permítame dudar de la franqueza con que su gobierno ha hablado, como asegura usted, y mucho más, sobre ese manera que asume la cancillería española de “influir en el proceso interno (de Cuba) de una manera honesta y lógica”.
Secretos y acuerdos tras bambalinas con el gobierno de La Habana o con ciertos opositores en Miami no es el modo que preferimos los cubanos. Hartos estamos de obedecer en silencio lo que los poderosos firman en secreto para determinar sobre todos.
José Martí, que es guía moral, poética y filosofía para los cubanos, pedía a fines del siglo XIX “una Cuba con todos y para el bien de todos”. Mancillado por casi medio siglo ese reclamo martiano, preferimos sostenerlo como dogma para el futuro de Cuba, aunque tengamos que prescindir de estos flacos favores ibéricos.

martes, noviembre 13, 2007

El circo chavista levantó su carpa en Chile


Si el fin justifica los medios, entonces el altercado del presidente venezolano Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile la pasada semana, no es más que otro escalón en su tránsito hacia la fragmentación de esos encuentros, por demás, estériles.
Desde la pasada Cumbre en Argentina, ya Chávez había montado su show paralelo. La Cumbre Alternativa no era más que una fuerza de choque populista que buscaba dinamitar el cónclave oficial. Esta vez en Santiago de Chile, lo traía premeditado, era un plan en desarrollo.
Chávez provocó y provocó, una y otra vez, hasta lograr la reacción de Rodríguez Zapatero, el premier español, y del Rey Juan Carlos, que perdió los estribos reales y violentó la nobleza manoteando y mandando a callar a un Chávez que estaba como “calamar en su salsa”, desplegando todos los resentimientos, toda la intolerancia y todas las maneras marginales de su pobre formación intelectual y sus rasgos lombrosianos.
Después se fue a su Cumbre Alternativa y como el actor de farsas que es, se inventó una repentina llamada telefónica de su querido Fidel que, agonizandito, nunca se enteró de que el saltimbanqui venezolano estaba hablando con él desde una tribuna chilena.
El suceso fue patético. Había que verlo por la televisión. Allá atrás, impasible y ajeno, estaba el boliviano Evo Morales que, adormecido de masticar tantas hojas de coca, no sabía qué era lo que estaba pasando allí porque, pobrecito, ni entiende el español.
El ecuatoriano Correa, con más inteligencia que los demás colegas latinoamericanos de “nuevo tipo”, se escabulló disimuladamente para no verse obligado a tomar partido en este circo, no por decencia, sino por postura, con su traje caro, su sonrisa y su banda presidencial. Y sólo el nicaragüense Ortega le siguió la rima a Chávez con un remake de la provocación original, que viene en su segunda presentación con vestimenta de caricatura.
Comentar el suceso con seriedad es ser cómplice de la tomadura de pelos de esa izquierda latinoamericana de viso bolivariano. Dios los cría, y el diablo los junta. Son un panorama lastimoso que en esta nueva puesta en escena, en Chile, confirmaron su verdad.
Los cubanos, como siempre, (dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo) manejaron su (com)postura. Pérez Roque se mantuvo en silencio porque nunca emite un juicio sin autorización del más allá, y ya fuera del cónclave, dieron dos opiniones mediocres defendiendo a Chávez. Luego Fidel se ocuparía de fijar la posición cubana en sus reflexiones en el periódico oficial Granma, pero Granma no existe, es acaso una metáfora, una ilusión, así que en definitivas, no han dicho nada.
La única enseñanza aprendida de todo esto es la percepción de que en el 2008, las naciones de la izquierda bolivariana no asistirán a la Cumbre y en su caso, celebrarán entre ellos una Cumbre paralela, como el ALBA, la agencia bolivariana de noticias y todos esos engendros y parafernalias del show.
Lo cierto es que si no hubiera sido con Zapatero, Moratinos y el PSOE, España comenzaría ahora a pensar muy seriamente en la efectividad de sus dádivas, flojeras y deslumbramientos con los gorilas de esta izquierda nueva y lo que queda de la vieja, y lo vergonzoso de sus políticas cristianas de poner la otra mejilla para que Chávez, Ortega o Fidel, le den una tunda de bofetadas. Entonces las cosas cambiarían. Pero con Zapatero, Moratinos y el PSOE poco queda por esperar.

viernes, noviembre 09, 2007

Carlos Fuentes, 80 años después


Gardel podrá asegurar que 20 años no es nada, pero este noviembre, el panameño/mexicano Carlos Fuentes cumplió 80 años, y a esa altura hay que ser más coherente en lo que dices si no quieres que te tilden de chocho.
Si me detengo en este artículo de Fuentes titulado “Bush y Cuba”, publicado el 30 de octubre de 2007 y que me envió por correo electrónico mi amigo Fernández Pequeño, no es porque pretenda una exaltación de las virtudes de Geroge Bush, que apenas aparecerán para poder exaltarlas, sino porque creo que lo que pidió Bush para Cuba en su discurso pasado fue bueno en sí, como propuesta, sin importar la valía del personaje que lo dijo. Esa es la diferencia.
Repasemos: Becas, computadoras, libertad y no cambios, llamado al perdón y la incorporación de todos en una Cuba nueva, incluso los militares; fondos millonarios internacionales de ayuda e inversiones para una Cuba posterior a la dictadura, acceso a información libre por la Internet.
Pensemos con franqueza ¿quién cree que esas demandas no son buenas para Cuba y para los cubanos? Y ¿qué cubano exiliado, emigrante, devenido en ese exilio con terciopelo o no, que disfruta de todos esos delirios cada día, está dispuesto a renunciar a ellos en el país donde vive para ser consecuente con una oposición a ultranzas contra Bush y los “americanos”? (Incluso ¿Carlos Fuentes lo haría?).
A mi me “jarta” el prejuicio anti-estadounidense, desde José Martí en Ky West hasta Carlos Lage ayer en Santiago de Chile. Me parece ridículo y me niego a ser repetidor de esa pose trasnochada y arcaica.
En su artículo, Fuentes comienza con frases cuestionables. Decir “La influencia de EU dominó la vida política de Cuba hasta 1959” no es una verdad absoluta que se puede establecer con tal ligereza, a no ser como eco de lo que se ha dicho en Cuba druante el último medio siglo. Eso es más ofensivo para la historia republicana cubana que todo el discurso de Bush. Es aficionado y superficial, digno de los libros de texto para la enseñanza primaria que publica el Ministerio de Educación de la Cuba “revolucionaria”.
Luego dice: “Hoy, Cuba está en transición. Raúl Castro, con toda la cautela que el caso requiere, ha enviado mensajes insólitos de apertura a los cuales la sociedad cubana ha dado respuestas esperanzadoras. Se trata de un asunto difícil: el movimiento de la sociedad y del Estado hacia un sistema más abierto, más democrático. A condición de que sean los propios cubanos quienes decidan el camino”. Otro error total. Lo de la “transición” se puede entender sólo como una acepción dialéctica en el sentido de que todo evoluciona y se mueve. Física aplicada y poquito de filosofía.
Sin embargo, quisiera que Fuentes citara dos ejemplos concretos con resultados tangibles o pronósticos seguros, de esos “enviado mensajes insólitos de apertura” que ha dado Raúl Castro. Todos podemos citar ejemplos de que son el remake de días vividos en otros momentos en que ha sido necesario mandar señales apaciguantes frente a un clima de expectativas populares y tensiones, hasta que regresan las aguas calmas. Nada más.
Más adelante dice “A condición de que sean los propios cubanos quienes decidan el camino”. Si Fuentes rechaza la ingerencia (que yo defiendo en un mundo global y moderno, ¿o seguimos respetando los feudos de quienes hacen y deshacen a su antojo apoyados por lacayos y fusiles ante la indolencia y la complicidad silente del resto del mundo?) ¿cómo se atribuye el derecho de elegir quiénes son o no son esos cubanos que deben decidir el destino de Cuba? ¿Quién le dijo a Carlos Fuentes que los cubanos que hablan horrores de Fidel Castro tomándose un café express en el Versalles de la calle 8 de Miami no son parte de esos que deben decidir el destino de Cuba? ¿O que quienes aplauden hasta rabiar el discurso de Bush no son esos cubanos? Para después asegurar que “al mundo entero, pero sobre todo a Iberoamérica, le interesa que la autonomía de la isla sea respetada”. ¿Y eso? ¿Ingerencia? ¿Cuba debe responde al interés del mundo e Iberoamérica o al interés de los cubanos de Mariano y de la Pequeña Habana en Miami?
Volvamos al rechazo de Fuentes al ingerencismo: “Le niega al régimen cubano lo que le da a otros regímenes comunistas como China y Vietnam: inversiones, diálogo, diplomacia, respeto”, dijo Bush. La política exterior de un país responde a ese país y EEUU pueda aplicarla como lo haya decidido. Tiene derecho soberano y nacional a aplicarle un embargo a Cuba (fantasioso por demás, inútil, pero es tema de otra conversación) y una mano amiga a China.
La previsión de Carlos Fuentes cuando asegura “Y no le ofrece a Cuba más que una velada amenaza: volver a ser colonia de los EU”, no merece comentarios, es una repetición irracional de las palabras de Pérez Roque en la ONU. Eso es ridículo, tonterías de ingenuos e iletrados, tan anacrónico dentro de la razón que representa Fuentes.
Finalmente, el mexicano (¿o panameño?) termina con el puntillazo mortal: “A la soberbia desatada de Bush, Iberoamérica debe responder con las armas de la razón, la cautela, la diplomacia, la negociación y el respeto hacia el pueblo cubano”. El resentimiento histórico mexicano no es el problema de Cuba, y Fuentes no puede pretender llevarnos a alimentar sus frustraciones nacionales y su dolor. Además de reincidir en el error de confundir “pueblo cubano” con “gobierno cubano”, ¿cuáles son esas armas de la razón, la cautela, etc. que pide Carlos Fuentes para al caso cubano? ¿Las que han sostenido medio siglo de dictadura dentro de Cuba frente a la indolencia iberoamericana, o mejor, gracias a la indolencia iberoamericana? Iberoamérica tiene en el futuro un ejercicio de conciencia y responsabilidad por su actitud cómplice, pasiva e interesada en provecho propio ante medio siglo de horrores en Cuba.
Pero Fuentes aconseja más de lo mismo. Y con la experiencia de un canciller español indolente y postrado en La Habana, Fuentes tiene la ingeniosa idea de sugerir que el Rey Juan Carlos sea el ideal moderador de este proceso. Patético.
Su oración final es antológica: “La responsabilidad es de todos nosotros, los que compartimos tradición, historia, lengua y costumbre con la hermana nación cubana”. O sea, la ingerencia es a veces sí y otras veces no. Filipinas, Sahara Occidental y Marrruecos hablan español, en las naciones de la costa oeste del Africa central están las raíces de la cultura popular cubana, la historia de Cuba fue ligada a la de EEUU cuando en el siglo XVI partió el gobernador de La Habana desde la Fortaleza de La Fuerza a conquistar la península de la Florida, y el vocablo “barbacoa”, original de los taínos cubanos, pasó al inglés para definir un hábito culinario norteamericano, el barbecue. El café vino de Arabia y el nombre del país, Cuba, tiene su origen en las cubas de las mezquitas.

jueves, noviembre 08, 2007

Cortázar o Varona fuera de la foto


Los altares del boom han ido cayendo. No ha conspirado contra ellos lo efímero, uno de los temas pródigos en su existencia tropelosa. Tampoco la percepción de la calidad ni la vejez literaria de los clásicos. Es un asunto de incredulidad actual, de poco tiempo para los recuerdos y una manera distinta de disfrutar. La culpa es nuestra, no de ellos.
A los que la muerte los borró, les ha ido peor, porque no tuvieron tiempo de resarcirse. García Márquez es uno de ellos, muerto desde hace tres décadas. El otro es Julio Cortázar, muerto de verdad. Pero mientras que García Márquez tuvo seguidores que, más que seguirlo, lo copiaban con papel carbón de muy mala calidad, dejándonos un continente plagado de novelas horribles donde la gente vuela, los muertos bailan y siempre hay mariposas azules revoloteando, Cortázar dejó una herencia subliminal imposible de deshacerse de ella, aunque no soportemos en el siglo XXI volver a jugar a la rayuela.
Vargas Llosa es punto y aparte. Ni tan uno ni tan el otro. Pero metaforseándose con el mimetismo de los camaleones, ha llegado al 2007 vigente e inexpugnable.
Estas reflexiones se me ocurren cuando me pregunto si sería capaz de leer “Ciao, Varona”, un cuento de Julio Cortázar que acaba de aparecer como del sombrero de David Copperfiel. Señitas pos-mortem del cronopio sempiterno.
“Ciao, Verona” ya estaba escrito cuando Julio publicó sus volúmenes de cuentos “Queremos tanto a Glenda” y “Deshoras”, pero vaya usted a saber por cuál circunstancia personal, no lo incluyó. Es más, en una cita sacada de una carta escrita a su amigo Jaime Alazraki, el novelista se refiere al cuento diciendo: “En Alguien que anda por ahí, hay amargos pedazos de mi vida, por ejemplo Las caras de la medalla, cuya historia siguió y terminó en otro cuento muy largo que escribí hace meses y que entrará en otro libro, si libro hay; se llama Ciao, Verona, y fue tan duro de escribir como el otro".
Había una aceptación vanidosa de la existencia del cuento porque representaba la continuidad de una inicio tanteado, pero a última hora lo sacó del juego y más allá de esa referencia, “Ciao, Verona” permaneció inédito.
La única copia de la que hasta la fecha se tenían noticias, la conservaba, olvidada, la Universidad de Tejas, pero en febrero de este año, la viuda de Cortázar, Aurora Bernárdez, donó, para que fueran integrados a la colección de manuscritos de Barcelona Latinitatis Patria, otra versión original de ese cuento con correcciones hechas por el propio autor.
Para Cortázar, que era además un fotógrafo apasionado, las fotos más reveladoras son "aquellas en que por ejemplo hay dos personajes con un fondo de una casa y luego, quizá a la izquierda, donde termina la foto, hay la sombra de un pie, de una pierna. Esa sombra corresponde a alguien que no está en la foto y al mismo tiempo la foto está haciendo una indicación llena de sugestiones, apelando a nuestra imaginación para decirnos qué había allí después. La atmósfera que se proyecta fuera de la fotografía, esa aura de misterio, guarda una especie de vibración que me parece indispensable para la realización del cuento memorable, que el lector transforma luego en la memoria y en admiración".
Esa sombra sugerente se presenta ahora como “Ciao, Varona”, futuro inmediato fuera del encuadre del aquel lente que captó sus dos libros anteriores y que ahora, asoma su rostro en una foto póstuma, para retraer el universo cortazariano a una época que ya no le corresponde. ¿Quién se atreve a leerlo?

martes, noviembre 06, 2007

Orwell, el vencido


El escritor alemán Novalis dejó dicho que “las novelas surgen de las limitaciones de la historia”. Todo lo que el hombre no ha comprendido, se lo inventó. A todo lo inexplicable le encontró un razonamiento imaginario. Es la pretendida sabiduría humana que aún presume de encontrarle respuestas a lo imposible y así va cambiando las explicaciones a través de los años sin el menor pudor, negando lo afirmado o viceversa, con tal de no perder la llave que descubre todos los misterios, la sapiencia enfermiza que cada vez le resta más encanto al juego de imaginar.
Hace unos años, lastrados por el boom de la novelística latinoamericana, los nuevos escritores se dieron a la tarea de negar esa herencia, acodados en una reiterativa lógica generacional. A eso, el viejo Carl Marx (el más chistoso de los hermanos) lo llamó “negación de la negación” y así inventó una cadena evolutiva del pensamiento y la existencia que se conoce como dialéctica. Desde entonces todos nos preguntamos de qué modo la “unión y lucha de contrarios” condujo desde Carl hasta Gruocho.
Después de que las iglesias se apoderaron del temor y los delirios de la fe, de la obediencia al bien y al mal; después de que los partidos políticos se apoderaron de esos mismos temores, delirios y obediencias; y después de que los empresarios hicieran igual, poco le va quedando a los escritores por inventar y lentamente la imaginación se va convirtiendo en una virtud en extinción.
Los poetas se acaban, la poesía adolece de quien la lea (jamás aparece ya quien la escuche) y los narradores suprimen con tal voracidad los adjetivos, las subordinadas y la belleza que sobrevive en el lenguaje, que aquello que estudiamos como estilo directo en Hemingway es ahora una vergüenza de retórica maltrecha ante esta rectitud de los nuevos narradores.
Una conversación amenaza con convertirse en la prontitud sincopada de un Chat. Y el olor de las cartas que cruzaban el Atlántico con lacra que las sellaban, estampillas de faunas milagrosas y matasellos de correo, es una experiencia anacrónica sustituida por el un ratón sobre el send en un email.
¿Quién se atreve hoy a enaltecer los giros metafóricos de la lengua en sus pretendidas narraciones?
La literatura va tomando el cauce de los memorandums “printeados” y a la Blackberry te pueden llegar los más enardecidos versos de amor con dos palabras ininteligibles de esa neolengua tecnológica que George Orwell nunca llegó a imaginar.

viernes, noviembre 02, 2007

¿Ausencia quiere decir olvido?


La memoria olvidada, novela de Luis G. Ruisánchez.
(EL CRITICÓN , Madrid
ENCUENTRO EN LA RED, martes 30 de octubre de 2007
)
La editorial Betania ha publicado un interesante testimonio con factura de novela de un destacado periodista cubano, Luis G. Ruisánchez (La memoria olvidada, 2007), radicado en Santo Domingo. El libro, breve, se deja leer con agrado, sobre todo por lo sencillo de la trama (pocos personajes, ninguna complejidad estructural) y porque recrea el contexto cultural y político de toda una época de la revolución.
Un joven periodista, aprendiz de escritor, ávido lector y ciudadano de la noche habanera o vedadense, va relatando las peripecias de su formación cultural en el convulso contexto insular, a la vez que realiza una entrevista a un intelectual ya mayor, víctima de la represión inmediatamente anterior, y que vive sepultado en su casa como en un limbo, pero accede por primera vez a contarle su historia al joven entrevistador. Eso, y sus contactos con un grupo disidente y, sobre todo, la vida cotidiana de la ciudad, complementan la formación cultural de un inquieto joven cubano, el cual llega un momento en que corre el mismo peligro que su "víctima" entrevistada, por lo cual tiene que abandonar el país.
La historia narrada no tiene nada de singular; es la historia de tantos cubanos que enseguida se vuelve fácilmente reconocible desde las vivencias o la memoria de muchos lectores. Una aguda cita de Pedro Luis Ferrer preside el libro: "Nadie sabe el pasado que le espera". Precedido también por otra cita de una novela de Milan Kundera, recuerda las peripecias kafkianas del personaje de La broma, del escritor checo.
Ante un testimonio como este, sobre todo para quienes vivimos ese mismo tiempo sombrío, habrá que preguntarse una vez más por el sentido profundo de eso que se llama "revolución". Como el personaje de La Cartuja de Parma, Fabricio del Dongo, que participa casi sin percatarse de la trascendencia histórica donde está inmerso por azar o fatalidad —la derrota de Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo—, el joven protagonista se ve envuelto en un laberinto ideológico que termina por confundirlo y ante el cual llega a sentir sencillamente miedo.
¿Cuántas vidas de jóvenes ilusos, con inquietudes artísticas y literarias, o no, transcurrieron en ese contexto casi esquizofrénico de la llamada revolución cubana?
Habrá que valorar un día cómo justamente lo que se preconizaba como divisa utópica y revolucionaria de dicho acontecimiento histórico: "Cualquier tiempo futuro tiene que ser mejor", terminó por convertirse en su reverso en un asfixiante presente. El imposible histórico, que tanto había avasallado a sucesivas generaciones de intelectuales durante la república, y que parecía pesar sobre la conciencia del pueblo de Cuba como una pesadilla recurrente de frustración y posposición, pareció de repente abrirse a una nueva época de infinitas posibilidades con el triunfo de la revolución.
Y sin embargo, para quienes vivimos ese tiempo con la ilusión e inocencia de la juventud, la Historia nos dio una lección contundente: todo puede ser siempre más sombrío. Recuerdo ahora a un científico soviético que visitó Cuba y en una conferencia se refirió a la teoría de los infinitos universos simultáneos. No sé si con una profunda ironía, el metafísico conferencista enfatizó: "Ahora mismo, en algún universo posible, hay un planeta donde la historia ha transcurrido y transcurre exactamente igual, en sus más mínimos detalles, que la historia de nuestro planeta, sólo que todo parece un poco más sombrío". El fantasma del eterno retorno nietzscheano, evocado en su libro La voluntad de poder, latía acaso por debajo de esta oscura certidumbre.
Este libro, pues, tendrá seguramente la virtud del reconocimiento. Muchos lectores recordarán sus propias vidas leyéndolo, evocaran idénticas o semejantes o diferentes vivencias, pero todas tendrán como referencia general el mismo contexto. Eso les conferirá sin duda a esos recuerdos un aire como de familia lejana y cercana a la vez.
La memoria olvidada es un buen título. Aparte de la misión de rescate del sentido o sinsentido de tantas víctimas anónimas de la época de la revolución, con la inevitable catarsis que esto provoca, este libro tiene también la virtud de remover la memoria del lector. ¿Recordar es soñar? ¿Cuánto de ficción implica el sencillo acto de recordar? O ¿recordar no es olvidar también? ¿Recordar no es imaginar el pasado? Por eso se ha escrito tanto sobre eso que se ha dado en llamar una memoria creadora.
Pues bien, la memoria creadora de Luis G. Ruisánchez, a través de este sencillo y a la vez complejo testimonio, nos servirá para hacernos estas y otras muchas preguntas sobre nuestro pasado insular, y tal vez al final convengamos con Pedro Luis Ferrer en que "Nadie sabe el pasado que le espera", sobre todo porque, como todos sabemos, la reconstrucción (y relectura) de ese pasado, todavía, lamentablemente, es una tarea futura.

jueves, noviembre 01, 2007

“¡Caracas, La Habana, rá-rá-rá!”


“Dos patrias tengo yo, Cuba y la mía”. Quiero dejar en claro que el verso pertenece a José Martí y no ha sido extraído de un programa “Aló, Presidente”, en los que el mandatario venezolano Hugo Chávez suele decir las ideas más inconcebibles con esa ligereza indiscreta que certifica la sentencia de José Ingenieros: “El ignorante hace galas de lo que debe ser su afrenta”.
En su última visita a Cuba, Chávez se sintió en las tribunas cubanas como si estuviera en su propia casa, desconociendo que eso debió ser un asunto de cortesías diplomáticas y no para que se lo tomara tan en serio. Manoteó, palmeó los hombros de Raúl Castro, trató de subalterno al canciller Pérez Roque, se dirigió a la audiencia como si hablara en los llanos venezolanos. Era amo y señor, pez nadando en su agua, patrón poseído de la nación.
Lo que faltaba, sucedió. Dijo textualmente ''Los dos gobiernos en el fondo somos uno solo. Cuba tiene dos presidentes y Venezuela tiene dos presidentes: nosotros vamos hacia la conformación de repúblicas bolivarianas, martianas''. Un “one-two” ideal, como el baloncesto; al final, hará canasta.
No hacía falta la opinión de los demás, no hubo que preguntarle a nadie, la masa oyente aplaudió con la indolencia (¿aprendida, asumida, oportuna?) de los cubanos y de seguro que agitó sus banderitas de papel.
Ahora, el puntillazo final lo dio el mismo canciller tratado de subalterno en la tribuna. Pérez Roque, con su acento tan habanero (fonemas redondos, chatos, podados, perezosos) confirmó en su discurso en Nueva York durante la asamblea de la ONU, que “Cuba estaría dispuesta incluso a renunciar a la soberanía y la bandera por la que tanto ha peleado, para integrarse en un gran bloque de naciones latinoamericanas y caribeñas''
¿Presidido por quién?, ¿hay razones para preguntarlo? Obviamente, Chávez, que ya tiene sobre sus hombros el peso del cadáver económico cubano, nada más obvio y merecido que se lleve el estrellato con ese afán que tiene de ser como Bolívar.
La célebre frase apátrida no ha sido repetida ni publicada dentro de Cuba. “Compraron pescado y le cogieron miedo a los ojos”. No es que los cubanos nos sublevemos, ya sabemos por convicción que las sublevaciones quedaron en el olvido y que en Cuba nadie tirará ni la primera ni la última piedra, a no ser las que fondean el barco para sacarlo a flote y navegar hacia La Florida. Pero un índice perdido de vergüenza ha sido rescatado de la nada.
Las declaraciones de Roque son parte de esa táctica subliminal que tanto le gusta al gobierno cubano (bueno, si es que aún es cubano) y ahí está, para contrastar a los incrédulos.
Ahora resulta que el reciente discurso de Bush, en el que pidió para Cuba y los cubanos lo mismo que todos quisiéramos para Cuba y los cubanos, y todo a lo que no estamos dispuestos a renunciar si vivimos en el exilio (o la emigración), se va convirtiendo en un discurso en defensa de la soberanía y la dignidad nacional cubanas. Vivir para ver.
La votación 184-4 a favor de Cuba en las Naciones Unidas condenando el embargo de EEUU, ha sido más una votación 184-4 en contra de Bush; ya sabemos la ira que le da al resto del mundo todo lo que proponga, opine o diga un mandatario estadounidense. Bastó que Bush hablara para que el resto aupara a La Habana. ¡Ah, el maldito imperio! Es tan así, que hasta exiliados y disidentes cubanos se unen al coro para condenar la ingerencias en los asuntos internos de los cubanos, como fue proponer fondos internacionales de ayuda, computadoras, becas, reconciliación, perdón, libertad, con tal de estar en la moda de la "soberanía" que propone el César habanero a su imagen y semejanza, olvidando la globalización.
El problema no son los pecados propios de quien lo propone, sino la propuesta en sí. Mientras, las sandeces del canciller español Moratinos en La Habana, las tibiezas en las que Cuba le hace a Madrid el tacto rectal, son asumidas en coro por los demás. ¡Oh, la hipocresía!
Pero olvidémonos de tanta historia, ¿para qué morir ahogados en el desierto? La propuesta ahora es agitar la bandera de la nueva URSL (imagine usted el significado de esta nueva sigla de la neo-lengua) y aplaudir a Chávez. Al fin de cuentas, al menos comeremos cachapas caraqueñas en La Habana.